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La robótica y la revolución de la guerra

Written by Tica Font on . Posted in Armamentisme

Una impensable revolución está punto de tener lugar en el campo de batalla de la guerra; la ciencia ficción está a punto de convertirse en realidad.

En los próximos años empezará a cambiar no solamente la forma en que se libran las guerras, sino también la política, la economía, las leyes y la ética que rodea la guerra en sí misma.

Actualmente esta transformación empieza a vislumbrarse en la utilización de los drones teledirigidos que llevan a cabo asesinatos selectivos, o asesinatos extrajudiciales de presuntos terroristas en Afganistán, Pakistán, Yemen o Somalia.

Bajo un nombre tan neutro como el de sistemas de armas autónomas, tenemos armas nuevas como los drones (aviones no tripulados o UAV en inglés), que han pasado en cinco años de ser inexistentes a que los Estados Unidos utilicen unos 12.000 y a que todos los países del mundo quieran disponer de ellos. Pero esto es solamente el comienzo, en no demasiado tiempo, pocos años, los nuevos prototipos de robots y de aviones no tripulados dejarán en la obsolescencia a los pilotos de combate u otros ingenios militares.

Estos drones ya han sido utilizados para encontrar la casa de Osama bin Laden, antes de que los marines en su famosa misión lo mataran, o para asesinar a otros supuestos terroristas. En definitiva, hemos entrado en la generación de la guerra a través de las máquinas como  una manera de combatir a un enemigo irregular al que se ataca mediante explosiones remotas.

La tecnología, y en concreto los robots cambiarán las estrategias, las tácticas y las teorías de hacer la guerra y no solamente en cuanto a las capacidades. Cuando estos drones son dirigidos desde una oficina a miles de kilometras de distancia, la experiencia de hacer la guerra y el perfil del guerrero cambia drásticamente, con estas armas el soldado hace la guerra durante 12 horas y vuelve a casa a cenar y a revisar los deberes con sus hijos. Con las armas robots las guerras serán más fáciles de empezar, las barreras morales, éticas y psicológicas serán más débiles y costará más que la ciudadanía rechace la guerra.

Todavía no existen robots programados para disparar sin intervención humana, todavía no existen estas armas, pero se prevé que en 20 o 30 años estarán. De momento se trabaja su desarrollo en tres áreas funcionales, la inteligencia, recopilar informaciones diversas, espiar, filmar todo lo que se pueda captar con las cameras que lleva acopladas; apoyo a los soldados de tierra o a los barcos de guerra, y el ataque como arma o  como una munición robot. Las tres divisiones militares, el ejercido de tierra, aire y mar están desarrollando sistemas de armas no tripulados en cualquier de las tres áreas funcionales.

Los drones -aviones no tripulados o sistemas no tripulados son aparatos equipados con sofisticados sensores, que pueden ser invisibles a los radares, tienen visión nocturna,por lo que pueden ver de día y de noche, con lluvia, con sol o con nubes y no se cansan ni se aburren trabajando. Los robots pueden perder mucho tiempo mirando y recogiendo información, pueden recoger mucha información de lo que pasa a su alrededor sin premeditación.

Estos robots pueden recoger información visual pero también realizan trabajos de vigilancia electrónica e interceptan conversaciones de teléfono móvil sin conocimiento o la ayuda de los proveedores tecnológicos. Toda esta información la transmiten vía satélite para que pueda ser procesada por grandes ordenadores.

Los actuales UAV están dirigidos desde tierra, el soldado está sentado a miles de kilómetros, detrás de una pantalla como las de la PlayStation. No son rápidos ni ágiles, pero en su poder está en la habilidad de ver y procesar información.

Otros modelos como el Reaper tienen más alcance que sus antecesores, pueden elevarse, aterrizar y volar por sí mismo, ya tienen un buen grado de autonomía y van equipados con proyectiles. El Reaper es inteligente y más autónomo; el soldado programa un destino o un área a patrullar, el avión hace lo que le han dicho, mientras el militar puede concentrarse en otros aspectos de la misión.

Todavía no estamos en el mundo de Terminator, donde las armas toman sus propias decisiones, pero el Reaper ya empieza a acercarse. La importancia de estos robots y su papel en combate lo remarca el hecho que la industria aeroespacial norteamericana ha dejado de invertir en la investigación y desarrollo de aviones de combate y se centran exclusivamente en vehículos no tripulados. Por lo que el ejercido norteamericano ha dejado de convocar plazas para entrenar pilotos de guerra y comienza a convocar plazas para jóvenes con destrezas en Playstation. Las habilidades requeridas para ser militar también cambian.

El ejército de tierra también promueve la creación prototipos de robots en varias áreas funcionales, vehículos todoterreno no tripulados grandes -como el Guardium LS UGV israelí- o pequeños -como el Packbod-, todos ellos asistidos por cámaras y sensores diversos y que pueden ser controlados a grandes distancias.

Estos prototipos pueden ser utilizados para encontrar y desactivar bombas, o robots cuadrúpedos que andan, corren, escalan y traen cargas pesadas como el BigDog, impulsados por un motor a gasolina con piernas articuladas como las de un animal, el BigDog puede cruzar campos de batalla y transportar cargas pesadas por terrenos dificultosos, ahorrando el peso y los peligros a los soldados.

La Marina por su parte está experimentando con máquinas que puedan patrullar durante meses bajo el agua, que puedan pilotarse de manera autónoma, estacionarse a la entrada de puertos, seguir submarinos, etc., es decir, robots que lleven a cabo actividades aburridas, sucias o peligrosas. Algunos como el ACTUV dotado con sistemas de radar térmico, láser, sonares, y electro-ópticos tienen mucha autonomía y pueden rastrear submarinos, incluidos los más silenciosos, su objetivo es proteger barcos de guerra, portaaviones o grandes buques. Algunos de los problemas técnicos a resolver es la duración de las baterías, pero ya han empezado a trabajar en el diseño de robots que puedan alimentarse de materia orgánica (marina o terrestre).

También se trabaja con la creación de insectos robots que trabajen como espías o informadores, dado que son pequeños, pueden seguir los blancos fácilmente por tierra o aire.

La tecnología está diseñada para disminuir la muerte de soldados en combate, que no quiere decir que mueran menos civiles en las guerras o que mueran menos personas por ataques de que robots que por armas convencionales.

Los robots eliminarán el obstáculo político de hacer la guerra, a partir de ahora enviaremos a los robots a hacer la guerra, no enviaremos a nuestros hijos y no se tendrán que hacer cartas de pésame a las familias de los soldados muertos y ante la opinión publica los políticos evitarán la responsabilidad, puesto que con la utilización de los robots deshumanizamos la guerra. Pero el uso de robots dentro “de un conflicto armado” abre un gran debate sobre las implicaciones éticas, jurídicas y políticas.

En primer lugar la responsabilidad, un robot es evidente que no tiene capacidad legal, moral o de cualquiera otro tipo y, por lo tanto, no puede ser responsable de sus acciones. Si hay un error o un acto de crimen de guerra ¿quién será el responsable? ¿El programador informático? ¿El fabricante?, ¿El militar? ¿El político que autoriza el despliegue? Ante esta difusión de responsabilidades cabe esperar que todos los implicados intentarán evadir la responsabilidad y por lo tanto imperará la impunidad.

En otro terreno nos enfrentamos a la deshumanización y con un factor ético de importancia relevante. Los defensores de que nos podamos dotar de armas robots que de manera autónoma pueden seleccionar y atacar objetivos sin la intervención humana, piden no poner límites al desarrollo de estas armas, y alegan que los humanos bajo ciertas condiciones como calor, rabia, miedo, ira, deseo de venganza etc. actuamos de la peor manera posible. Los robots es cierto que no pueden actuar bajo estos estados de ánimo,y que no pueden tener sentimientos como estos, pero también es cierto que los robots no pueden tener el sentido común de los humanos, no pueden sentir la compasión o no pueden tener intuición. Es cierto que los humanos somos falibles y los robots no, pero esta es la condición humana. Las decisiones sobre la vida y la muerte de los humanos en un conflicto armado pueden requerir de compasión, intuición o sentido común. Los robots no pueden prever las consecuencias de sus actos, un humano sí.

Hay que pensar que estamos en los inicios de esta modalidad tecnológica, tecnología que nos permite ampliar la capacidad de matar, aunque algunos comparan esta tecnología con la creación y desarrollo del coche o del Ipod. Pero no son comparables, hoy estamos preparando armas que pueden decidir atacar y matar de manera autónoma, pero en la guerra es necesario poder distinguir entre combatientes y no combatientes, para poder valorar entre ganancias militares y perdidas civiles antes de decidir sobre los usos de armamentos. Mientras esto éste así, dotar a las máquinas de más libertad de decisión para escoger entre una acción u otra, es bajar el control de juicio humano responsable. Ante esta situación lo mejor es actuar de manera preventiva y establecer una línea roja, establecer un fuerte principio moral que de manera intuitiva todos sabemos que es correcto, prohibir a escala mundial el desarrollo de armas autónomas. Es el paso necesario para asegurar el futuro de la humanidad.

 

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