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Luces y sombras en la prohibición de las bombas de racimo

Written by Jordi Calvo Rufanges on . Posted in Armamentisme

El Tratado de Oslo prohíbe la mayoría de bombas de racimo existentes, es decir, las obsoletas, pero deja la puerta abierta a la fabricación, uso y venta de bombas que probablemente ya no se llamarán “de racimo”, pero que se les parecerán mucho.

Publicado en El Público (18-03-2009)

 

El Congreso de los Diputados ratifica hoy el Tratado de prohibición de las bombas de racimo que el ministro Moratinos firmó en Oslo hace tan solo unos meses. Felicitemos, pues, la celeridad en la ratificación de este Tratado por parte del gobierno español, lo que le convertirá en uno de los primeros países en hacerlo de todo el mundo. Aún así todavía faltarán muchos para llegar a los 30 que se necesitan para que entre en vigor. Han ratificado ya Irlanda, Vaticano, Noruega y Sierra Leona; y están a punto de hacerlo México, Albania y España. De todas formas, en el Estado español ya está prohibida la fabricación, uso y venta de estas armas, desde el verano de 2008, cuando la ministra Chacón decretó una moratoria.

Uno de los éxitos del proceso de Oslo es el impacto que pueda tener para estigmatizar el uso de estas bombas también en los países que no ratifiquen el Tratado. Obama parece haberse dejado influir por la comunidad internacional y acaba de tomar medidas, aunque tímidas, para reducir sus exportaciones de bombas de racimo.

Sin duda, es mejor esto que nada. Al igual que es más que positiva la firma del Tratado de Oslo y su ratificación por el Gobierno español. Pero seamos realistas. El Tratado de Oslo prohíbe la mayoría de bombas de racimo existentes, es decir, las obsoletas, pero deja la puerta abierta a la fabricación, uso y venta de bombas que probablemente ya no se llamarán “de racimo”, pero que se les parecerán mucho. Bombas que serán muy avanzadas tecnológicamente y que cumplirán ciertas características de peso y talla. A saber, quedan excluidas del Tratado de Oslo las municiones que reúnan todas las siguientes características: que cada munición contenga menos de diez submuniciones explosivas; pese más de cuatro kilogramos; esté diseñada para detectar y atacar un objeto que constituya un blanco único; esté equipada con un mecanismo de autodestrucción electrónico y con un dispositivo de autodesactivación electrónico. En definitiva, se podrán seguir fabricando bombas de racimo que cumplan todas estas características, se haya ratificado Oslo o no. Es decir, en Europa muy probablemente se seguirá fabricando y vendiendo este tipo de munición pero, ahora sí, con una gran componente tecnológico y de menor tamaño.

Podemos pensar, pues, que Obama ha decidido prohibir buena parte de la exportación de municiones de racimo obsoletas para que gobiernos irresponsables sigan comprándole este tipo de armas con el riesgo de que luego las usen con civiles, como le pasó con Israel. Recordemos que EEUU vendió bombas de racimo a Israel, municiones que formaron parte de los 4 millones que luego lanzó el ejército israelí durante 34 días de 2006 sobre población civil en el sur de Líbano. Pero también podemos pensar que Obama y el entramado industrial militar estadounidense no quieran quedarse atrás en la renovación de los catálogos de las bombas de racimo de sus empresas y así no perder cuota en el futuro mercado de las nuevas bombas de racimo, que con toda probabilidad dejarán de llamarse así.

Es una buena noticia que España ratifique el tratado de Oslo, que éste entre en vigor lo antes posible y que EEUU tome sus propias medidas, porque conseguiremos algo muy importante: eliminar millones de bombas de racimo, la mayoría de las existentes en los arsenales de muchos países, reduciremos su venta y estigmatizaremos su uso. Pero no olvidemos que los fabricantes de armas no dejarán de pensar en cómo hacer que su negocio les siga dando beneficios, es decir, cómo hacer que se compren cada año nuevas armas.

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