Trayectoria y efectos del movimiento pacifista

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Las actividades en contra de la guerra de Irak de los meses de febrero, marzo y abril de 2003 contaron con una gran participación ciudadana. Las claves explicativas de esta gran participación son diversas, pero para comprender bien las movilizaciones contra la guerra del 2003 se ha de conocer la actividad anterior de los movimientos por la paz y antimilitaristas, así como sus impactos.
Enric Prat (juliol 2004). MientrasTanto 91-92

Las actividades en contra de la guerra de Irak de los meses de febrero, marzo y abril de 2003 contaron con una gran participación ciudadana: manifestaciones en la calle, caceroladas, festivales de música, concentraciones a la puerta de las empresas, movilizaciones estudiantiles, las protestas de los artistas, la gran cantidad de carteles contra la guerra que había en las tiendas, centros de trabajo y estudio... Fue una movilización internacional, pero la respuesta en España fue particularmente fuerte. Además, la opinión pública se mostró mayoritariamente contraria a la guerra, como lo demostraron las encuestas de opinión.

Las claves explicativas de esta gran participación ciudadana y de la existencia de una opinión pública contraria a la guerra de Irak son diversas. Una de ellas es la situación internacional creada después de los atentados del 11 de septiembre del 2001, en la que destaca una ofensiva militar de la Administración de Estados Unidos en defensa de sus intereses económicos y geoestratégicos (negocio de la venta de armas, control del petróleo, hegemonía en las relaciones internacionales), concretada en la doctrina militar de la "guerra preventiva" y en la realización práctica de la guerra en Irak, con todas las consecuencias que está comportando (muertos, heridos, torturas, más violencia y odio en la región...).

Un segundo elemento fue la postura extremadamente belicista y sumisa al Imperio del Gobierno Aznar, que provocó una división entre los partidos sobre esta cuestión. Fuerzas políticas como IU, ICV, PSOE-PSC, ERC y CiU se declararon contrarios a la política del Gobierno del Partido Popular, sumándose a las movilizaciones contra la guerra.

El tercer aspecto a considerar fue el período precedente de acciones contra la globalización capitalista, ya que las actividades contra la guerra hay que situarlas en el ciclo de protestas, a escala internacional, de los últimos años. Las movilizaciones de los movimientos altermundistas y las manifestaciones antiguerra que se produjeron en diversas partes del mundo, ayudaron a que las que se hicieron aquí fueran más masivas; y las que se hicieron en las ciudades de España contribuyeron a extender las movilizaciones pacifistas y altermundistas de otros países.

Un cuarto factor a resaltar es la actividad previa realizada por las Plataformas contra la guerra y los grupos que apoyaron sus movilizaciones. Estas Plataformas unitarias agruparon a centenares de entidades y organizaciones. Finalmente, hay que tener en cuenta que desde hace muchos años existe entre la población una conciencia o cultura pacifista, debida en gran parte a la larga actividad del movimiento pacifista, que se refleja regularmente en las encuestas de opinión. Por lo tanto, para comprender bien las movilizaciones contra la guerra del 2003 se ha de conocer la actividad anterior de los movimientos por la paz y antimilitaristas, así como sus impactos.

I

El movimiento por la paz ha sido uno de los movimientos sociales contemporáneos más importantes de España. Sus actividades se han mantenido continuadamente durante varias décadas. A veces con una gran visibilidad social, cuando centenares de miles de personas se han manifestado en la calle en contra de las guerras, de las armas nucleares o de los bloques militares. En cambio, en otras ocasiones las actividades pacifistas han sido impulsadas por un reducido número de personas y colectivos, aunque vistas en conjunto y con una perspectiva histórica, estas actividades no tan visibles para el conjunto de ciudadanos han tenido unos efectos sociales considerables. El movimiento pacifista ha pasado por etapas en las ha jugado un papel de catalizador de las movilizaciones ciudadanas por la paz y en contra de la guerra, y por fases en las que su función principal ha sido la de dinamizador cultural (elaborando propuestas alternativas de defensa, impulsando la educación para la paz, etc.).

El movimiento por la paz ha desarrollado campañas y acciones en las que ha criticado las diversas dimensiones del militarismo y ha propuesto alternativas de paz y desarme. Estas actividades se pueden agrupar en tres ámbitos: en contra de las guerras y de los conflictos armados, oposición a todo lo que contribuye a la preparación de la guerra y fomento de una cultura de la paz.

Por lo que respecta a las guerras y a las intervenciones militares, las movilizaciones más numerosas fueron las manifestaciones ciudadanas y estudiantiles en contra de las guerras del Golfo Pérsico de 1991 y de Irak del 2003. Pero a lo largo de la década de los años noventa y durante los últimos años, se han realizado manifestaciones y concentraciones por la paz y contra la guerra ante otros conflictos bélicos e intervenciones de los ejércitos de Estados Unidos, Inglaterra y Rusia. En este terreno se pueden citar las respuestas del pacifismo ante guerras como las de los países de la antigua Yugoslavia, la de Chechenia, la de Timor o la de Afganistán. Una de las tareas y retos actuales del pacifismo es mantener una actividad regular sobre el conjunto de guerras que se producen en el mundo(1), empezando por dar información sobre los conflictos bélicos que son sistemáticamente ignorados por los medios de comunicación.

Los grupos pacifistas y antimilitaristas han mantenido opiniones críticas sobre las intervenciones militares. Han constatado que antes de las mismas las potencias han vendido armas a los países en conflicto, no han agotado las acciones políticas, las presiones diplomáticas y las negociaciones, y la mayoría de las veces no han intervenido para defender los derechos humanos sino por razones estratégicas (asegurarse el control del petróleo y la presencia militar en zonas de interés económico y geoestratégico) o militares (excusa para reestructurar ejércitos, crear fuerzas militares de intervención rápida, fabricar armas más modernas). Por otra parte, han indicado que la experiencia de diversas intervenciones militares ha demostrado que después de las mismas los conflictos y enfrentamientos bélicos no se han resuelto sino que, además de afectar negativamente a la sociedad (muertos, heridos) y al medio ambiente, se han generado nuevos problemas, como el aumento vertiginoso de refugiados, la violación de los derechos humanos o la instrumentalización de estas intervenciones de ejércitos extranjeros por parte de los regímenes que se pretende combatir, facilitando la represión sobre la oposición democrática interna y los disidentes. También han criticado la tendencia a realizar intervenciones militares sin mandato y al margen de Naciones Unidas.

El movimiento pacifista ha rechazado de forma contundente la "guerra preventiva", catalogándola como una doctrina militar de ataque, agresiva, que puede fomentar la proliferación de armas de destrucción masiva en los países que se sientan amenazados por ella, y que vulnera la legalidad internacional, ya que la Carta de las Naciones Unidas solo contempla el uso de la fuerza en legítima defensa en el caso de que se produzca un ataque armado.

El movimiento por la paz ha dejado muy clara su opinión de que las fuerzas militares, por los instrumentos que emplean -armas- y por la instrucción que reciben -mentalidad belicista y sumisa- no son las adecuadas para contribuir a la resolución pacífica y justa de los conflictos. El hecho de que algunos cuerpos militares que han intervenido en conflictos, incluso los que lo han hecho como "cascos azules" de las Naciones Unidas, hayan estado implicados en maltratos y agresiones a las poblaciones autóctonas, violaciones de personas, en la organización de redes de prostitución y contrabando ilegal de mercancías, han venido dando la razón a las denuncias efectuadas por las organizaciones pacifistas y a sus propuestas de que ante los conflictos bélicos se requieren expertos en mediación, organizaciones especializadas en tareas humanitarias, entidades que se dediquen a la cooperación para el desarrollo y el impulso de un diálogo intercultural real.

Frente a las intervenciones militares, el movimiento pacifista ha defendido la resolución de los conflictos por medios alternativos a los militares, como la prevención, la diplomacia, las acciones políticas o la suspensión de la venta de armas a los países en conflicto.

Además de las manifestaciones en la calle, se han desarrollado otras actividades pacifistas ante los conflictos bélicos. Hay que recordar experiencias como las Brigadas Internacionales de Paz, que mantienen, desde su fundación en 1981, equipos de acompañantes/observadores internacionales en áreas de conflictos armados(2), con el objetivo de proteger la actuación política de las personas y organizaciones defensoras de los derechos humanos que sufren represión o amenazas.

También hay que resaltar la tarea de algunos colectivos de mujeres antimilitaristas, como la Red de grupos mujeres de negro, centrada en la crítica de las guerras desde el punto de vista de las mujeres y en dar a conocer la situación de las mismas en los conflictos bélicos, como víctimas de una violencia específica de género (agresiones sexuales, violaciones...) y como protagonistas de una lucha de resistencia a la guerra y de una labor por la supervivencia de las personas y el cuidado de los enfermos y los heridos; y en la potenciación del diálogo y la solidaridad entre las mujeres de las diferentes partes enfrentadas en los conflictos armados, para que luchen conjuntamente contra la guerra y por una paz justa y sin opresión, a través de la negociación y la mediación(3) .

Tampoco se ha de olvidar las campañas de apoyo a los desertores de la guerra del Golfo Pérsico de 1991 impulsadas por diversos colectivos pacifistas y antimilitaristas, en el marco de la campaña insumisión(4).

Finalmente, en este terreno de los conflictos violentos hay que valorar el trabajo a favor del diálogo, el acuerdo y la paz en el País Vasco realizado por los grupos Gesto por la Paz (desde su formación en 1986) y Elkarri (desde su nacimiento en 1992).

El segundo ámbito de trabajo ha sido la oposición a todo lo que contribuye a la preparación de la guerra y amenaza la paz, es decir, las armas, los gastos militares, la investigación científica con finalidades bélicas, la industria y el comercio de armas, la permanencia de bloques y bases militares, la existencia de ejércitos numerosos(5) y las doctrinas militares agresivas.

En el movimiento por la paz hay unanimidad en el análisis de que las guerras se producen porque previamente se toman decisiones para su preparación desde diferentes ámbitos de la sociedad (gobiernos, parlamentos, fuerzas armadas, industrias de armas, partidos políticos, centros de investigación militar...), como aprobar la participación en una agresión militar contra otros países, decidir el fortalecimiento de los ejércitos, aumentar los gastos militares o fabricar y vender nuevas armas. Pero en los últimos años los grupos pacifistas y antimilitaristas también están poniendo el acento en la responsabilidad personal que tienen los ciudadanos en la preparación de la guerra, en la medida en que se desentienden de problemas como los siguientes: una parte de las aportaciones que se hacen a través del impuesto sobre la renta se destina a gastos militares; se compran acciones, se realizan planes de pensiones o se depositan ahorros en empresas vinculadas a la industria de armas; se vota a partidos políticos que apoyan acciones armadas contra otros países, aprueban gastos militares o potencian el comercio de armas. En consecuencia, se va ampliando la conciencia de que para evitar las guerras no hemos de colaborar en su preparación.

Las propuestas de actuación son diversas: no votar a los partidos políticos que sostienen el militarismo; objeción fiscal; objeción científica, es decir, la negativa de los investigadores a participar en el desarrollo de proyectos militares; objeción laboral, que consiste en negarse a realizar trabajos que tengan finalidades bélicas; objeción financiera, que opta por no invertir ni depositar ahorros en empresas vinculadas a la industria y el comercio de armas, potenciando alternativas como los bancos y los fondos éticos; apoyar, colaborar y participar en actividades, campañas y organizaciones pacifistas y antimilitaristas.

Las campañas y acciones más significativas referidas a estos temas han sido las siguientes. Sobre las armas hay que resaltar la campaña municipios desnuclearizados, desarrollada en 1983-1984, durante la cual unos 400 Ayuntamientos de España aprobaron mociones en las que declaraban su territorio libre de armas nucleares; la campaña internacional por la prohibición de la fabricación, almacenamiento y venta de minas antipersona; y la campaña "Adiós a las armas", por el control de los 500 millones de armas ligeras que circulan por el mundo (pistolas, ametralladoras, rifles, lanzagranadas, cañones...), iniciada en 1999 por unas veinte ONGs y coordinada por la Càtedra Unesco sobre Pau i Drets Humans de la Universidad Autónoma de Barcelona.

Ante las diversas cuestiones implicadas en la economía de la defensa se han realizado diversas campañas. La objeción fiscal a los gastos militares, cuya primera campaña se hizo en 1983, consiste en deducir en la declaración del impuesto sobre la renta el porcentaje equivalente al que en los Presupuestos Generales del Estado se destina a financiar las fuerzas armadas, la investigación de programas militares o la compra de armas(6) , y en la donación del dinero liberado a entidades que desarrollan proyectos de paz, de conservación del medio ambiente, de combate contra la pobreza y otras necesidades sociales. La Fundació per la Pau impulsa una campaña a favor de que los recursos destinados a la investigación militar sean utilizados en investigación orientada a fines civiles(7) .

También hay que citar las marchas contra las fábricas de armamentos y a favor de su conversión en producción civil de utilidad social realizadas en el País Vasco desde principios de la década de los años noventa, dando lugar a la formación del colectivo Gasteizkoak, que ha realizado diversas propuestas de conversión de las industrias de armas, entre ellas la de Explosivos Alaveses (EXPAL), que generó un importante debate entre los diversos sectores implicados (sindicalistas de la fábrica, grupos pacifistas, colectivos sociales...). Esta labor condujo a la constitución, en Álava, de la Plataforma Moldaketa, que agrupa a colectivos juveniles, antimilitaristas, ONGs, grupos cristianos y organizaciones internacionalistas, y plantea la conversión de la industria militar vasca.(8)

La Campanya contra el comerç d'armes (C3A), que se formó en Barcelona en otoño de 1988, impulsada por Justícia i Pau, la Fundació per la Pau y la Coordinadora pel Desarmament i la Desnuclearització Totals, realizó diversas tareas de investigación y denuncia de temas vinculados a la industria y el comercio de armas, hasta que en el 2001 se transformó en el Centre d'Estudis per la Pau J.M. Delás, integrado en Justícia i Pau. Entre las actividades a favor de la transparencia y el control de la exportación de armas hay que mencionar la campaña "Hay secretos que matan", iniciada en 1994 por Amnistía Internacional, Greenpeace, Médicos sin fronteras e Intermón (Oxfam), que contó con el apoyo de más de mil entidades y asociaciones, nueve parlamentos autonómicos y unos doscientos ayuntamientos, en las que se ha reclamado que los gobiernos informen a los parlamentos y a la sociedad sobre sus exportaciones de armas y se ha reivindicado la adopción de códigos de conducta en el comercio de armas, en los que se exija a los gobiernos destinatarios de las armas el respeto a los derechos humanos, que no existan en el país conflictos bélicos internos y que no estén implicados en agresiones armadas contra otros países o pueblos.(9)

Sobre los bloques y las bases militares destacan las movilizaciones contra de la pertenencia de España en la OTAN, que se iniciaron a principios de los años ochenta con una Marcha antiOTAN organizada por el GANVA (Grup d'Acció Directa No-violenta AntiOTAN), continuó con las manifestaciones convocadas por los Comités Anti-OTAN en los años 1981 y 1982, y después con las acciones a favor de la convocatoria de un referéndum claro y vinculante sobre esta cuestión, convocadas por la Coordinadora Estatal de Organizaciones Pacifistas (1983-1986).

Han sido muy significativas las acciones por la anulación del Convenio Bilateral con los Estados Unidos, el desmantelamiento de las bases militares norteamericanas y contra la presencia de barcos de la OTAN y de la Sexta Flota norteamericana en los puertos del Mediterráneo, entre las que sobresalen la campaña "Bases Fuera", que se desarrolló entre 1987 y 1989 a iniciativa de la CEOP; las Marchas a la base aeronaval de Rota, convocadas periódicamente, desde 1983 hasta la actualidad, por el ecopacifismo andaluz; las marchas a los campos de tiro de Las Bardenas, El Teleno o Anchuras en los años noventa; las denuncias realizadas por el movimiento por la paz cada vez que las bases militares se han utilizado para agredir a otros países, como fueron los casos de Libia (1986) e Irak (1991, 1998); las movilizaciones de los ciudadanos de Campo de Gibraltar en protesta por la presencia del submarino atómico británico Tireless, que permaneció durante un año, entre el 2000 y el 2001, en el muelle de Gibraltar con el reactor nuclear averiado; y las acciones que viene protagonizando, desde 1998, la coordinadora Tarragona Patrimoni de Pau, que agrupa a más de treinta entidades tarraconenses que trabajan para que el puerto de Tarragona deje de ser base logística de los barcos militares de la Alianza Atlántica y de la Sexta Flota y no recalen en sus costas buques de guerra, algunos de los cuales son de propulsión nuclear y quizás portadores de armas nucleares.

Recientemente, Justícia i Pau está impulsando la campaña "Globalicemos la paz. Por una defensa europea no armada", en la que se defiende una Europa desmilitarizada, sin bloques militares, sin producción ni comercio de armas, frente a la concepción militarista de la seguridad que impera entre los dirigentes de la Unión Europea, que en los últimos años han dado pasos decisivos para contar con una fuerza militar relevante, aunque coordinada con la OTAN y en estrecha alianza con los Estados Unidos. Las iniciativas más importantes de la Unión Europea han sido la creación de EADS (European Aerospace Defense Space Systems), un consorcio europeo para la fabricación de armas, formado por las industrias armamentistas de Alemania, Francia, Italia y España, y la Agencia Europea de Armamentos, encargada de controlar la producción y exportación de armas; el desarrollo de programas de fabricación conjunta de armamentos, como el avión de combate europeo Eurofighter, el avión de transporte militar Airbus o el helicóptero Tigre; la decisión de crear una fuerza de intervención rápida, compuesta inicialmente por unos 60.000 militares; y la voluntad manifiesta de aumentar los gastos militares en todos los países miembros de la Unión Europea(10) .

Frente al Ejército hay que mencionar la larga lucha por el reconocimiento del derecho a la objeción de conciencia y por la abolición del servicio militar obligatorio, iniciada en plena dictadura franquista, cuando aparecieron los primeros objetores de conciencia, y sostenida por el Movimiento de Objeción de Conciencia (formado en 1976), los grupos antimilitaristas Mili KK (creados a partir de 1984) y la campaña insumisión (1989-2002). Asimismo, hay que recordar las actividades en contra de la incorporación de las mujeres en las Fuerzas Armadas, impulsadas en la década de los años ochenta por los grupos de mujeres antimilitaristas. También han sido destacadas las manifestaciones en protesta por la celebración del Día de las Fuerzas Armadas, particularmente la del 20 de mayo del 2000, convocada por la Plataforma contra la desfilada militar de Barcelona, en la que participaron decenas de miles de ciudadanos. Tampoco se ha de olvidar la tarea que desarrollaron asociaciones como la IDS (Informació per a la Defensa dels Soldats), constituida en 1990 a iniciativa del Mili KK de Barcelona, asesorando y ayudando a los soldados profesionales que padecen maltratos, agresiones, violaciones, vejaciones, sanciones injustas o abusos de poder.

Uno de los retos del antimilitarismo es la promoción de actividades dirigidas a los jóvenes, para que no ingresen voluntariamente en el ejército, así como la reivindicación del derecho a la objeción de conciencia para los soldados profesionales. Por esa razón, es de una gran importancia es la campaña "Escuelas Objetoras", iniciada en 1998 por la Fundació per la Pau, a través de la cual los centros de enseñanza (de secundaria y de primaria) se pueden declarar objetores de conciencia, comprometiéndose a educar por la paz y negándose a colaborar en las campañas del Ministerio de Defensa para fomentar el espíritu militarista en las escuelas y reclutar voluntarios para ser soldados del Ejército, no organizando charlas ni distribuyendo sus materiales de propaganda(11) .

El tercer ámbito de actuación ha sido el fomento de una cultura de la paz, a partir del desarrollo de tareas como la investigación para la paz, iniciada por el Institut Víctor Seix de Polemologia, que se creó en 1968, e impulsada durante estos treinta y seis años por diversas asociaciones e instituciones (Seminario de Investigación para la Paz de Zaragoza, Universidad Internacional de la Paz de Sant Cugat del Vallés, Centro de Investigación para la Paz, Fundació per la Pau, Centre J.M. Delàs d'Estudis per la Pau de Justicia i Pau); la educación para la paz, que incluye el fomento de valores como el diálogo, el respecto y la cooperación, comenzó sus actividades en los años setenta con las campañas contra los juguetes bélicos y sexistas, y ha seguido desarrollándose hasta la actualidad a través de los diversos grupos que se han dedicado a ella (Ensenyants per la Pau, la revista En Pie de Paz, el colectivo No-violencia y Educación, el Seminario de Educación para la Paz -Sedupaz-, el Seminario Permanente de Educadores y Educadoras para la Paz de la Facultad de Formación del Profesorado de la Universidad de Barcelona); la divulgación y análisis pacifistas realizados por diversas revistas vinculadas al movimiento por la paz, como La puça i el General, mientrastanto, En pie de Paz, El Mocador y el Diari La Pau.

En conjunto, todos estos grupos, organizaciones, revistas, campañas y plataformas han defendido unos objetivos comunes, compartidos por multitud de personas, como la oposición a las guerras, por la paz, la desvinculación de España de la OTAN, el reconocimiento del derecho a la objeción de conciencia y la abolición del servicio militar obligatorio. Y han indicado diversos caminos y alternativas viables para construir la paz y la justicia en el mundo, como el desarme, que el dinero de los gastos militares se destine a necesidades sociales, una reducción drástica de los ejércitos, la prevención y la resolución pacífica y justa de los conflictos bélicos, la noviolencia, la desobediencia civil, la objeción fiscal, la objeción de conciencia o la educación para la paz.

II

En el libro Antes muertas. Mujeres contra el peligro de guerra nuclear, coordinado por Dorothy Thompson (laSal-edicions de les dones, Barcelona, 1983), hay un poema de Janet Dubé, en el que se plantean algunos interrogantes sobre la eficacia de la lucha pacifista: ¿Si hago algo por la paz, servirá? ¿Si hago algo por la paz, me ayudará a mí o ayudará a la paz? ¿Si no hago nada, que significa?

Estas mismas dudas sobre la eficacia de las acciones contra la guerra y a favor de la paz las han tenido muchos ciudadanos que han participado en las manifestaciones pacifistas y bastantes de los activistas de las organizaciones del movimiento por la paz, sobre todo cuando comprueban que a pesar de las grandes movilizaciones ciudadanas no consiguen sus objetivos. Hay veces que hasta se preguntan si ha valido la pena participar en las actividades pacifistas o si estas han tenido algún tipo de efecto.

De entrada hay que reconocer que existen grandes dificultades para plasmar las propuestas y alternativas del movimiento por la paz. En primer lugar, sus adversarios son muy poderosos (ejércitos, partidos políticos que apoyan el militarismo, industrias de armas...). Por otra parte, los gobiernos no están dispuestos a negociar su política exterior y de defensa ni su modelo de ejército. Estos temas forman parte de las políticas que son decididas por un número limitado de personas (gobierno, direcciones de los partidos políticos defensores del sistema, cúpulas militares...). También hay que señalar que la opción de las elites dominantes, normalmente, es resistir las presiones de los movimientos sociales, no hacer concesiones a corto plazo y, cuando se ven obligados a realizar modificaciones en sus políticas, no reconocen la incidencia de las movilizaciones ciudadanas en sus decisiones, ya que saben que de esta manera debilitan a los movimientos.

Otro de los obstáculos es el carácter indirecto de la democracia existente en nuestra sociedad, en la que los representantes elegidos tienen la última palabra y la única legalmente válida en todos los niveles de decisión política. La Constitución española reconoce el derecho a una posible participación directa, universal y decisoria de los ciudadanos solo para la ratificación de la propia Constitución y de los Estatutos de Autonomía (art. 23.1). Las otras formas de participación directa no son de carácter decisorio, sino exclusivamente consultivo e interpelativo (petición -arts. 29 y 77-, iniciativa legislativa popular -art. 87.3- y referéndum -art. 92-). Y aún así, en el caso de la iniciativa legislativa popular se excluyen las materias orgánicas, tributarias, internacionales o de gracia.

Por tanto, no se contemplan canales efectivos para la participación de la población y de los movimientos sociales en la toma de decisiones. Por esa razón, los movimientos sociales reivindican una mayor profundización de la democracia, a partir de reformas constitucionales que incrementen el poder de la ciudadanía y las posibilidades de influencia de los movimientos sociales. En particular, piden la articulación de mecanismos de democracia directa desde los cuales la ciudadanía pueda decidir o al menos influir de forma efectiva en los asuntos que le afectan, como el referéndum vinculante para la aprobación de presupuestos y leyes, en todos los niveles de la Administración (estatal, autonómico y municipal). Un ejemplo de reivindicación de mecanismos de democracia directa fue el que hizo el movimiento contra la guerra de Irak en el año 2003, cuando en una de las tres preguntas de la consulta sobre la guerra se refería a la reivindicación de un referéndum vinculante para decidir la postura de España en este conflicto.

Ahora bien, a pesar de las limitaciones apuntadas, los movimientos sociales, a través de la presión que ejercen con sus acciones, influyen en las instituciones donde se concentra el poder político, económico, social y cultural de la sociedad, y demuestran tener una importante capacidad para situar nuevos temas en el debate público y en la agenda política de estas instituciones, especialmente en aquellas que están más próximas a los ciudadanos, como es el caso de los Ayuntamientos.

En algunas ocasiones los movimientos consiguen sus objetivos políticos o legislativos, aunque, a menudo, estos se plasman solo de forma parcial y el resultado final acostumbra a ser un híbrido entre lo que planteaba el movimiento y los propósitos de otros actores sociales y políticos, entre ellos los adversarios del propio movimiento.

Habitualmente los movimientos sociales no consiguen, a corto plazo, sus objetivos políticos, pero en cambio, sus ideas, valores y alternativas son aceptadas por amplios sectores de la sociedad, creándose así las bases culturales necesarias para cambios sustantivos posteriores. Por este motivo, hay que tener en cuenta que para valorar correctamente los impactos de los movimientos sociales se necesita perspectiva histórica, ya que la gran mayoría de sus efectos acostumbran a producirse de forma lenta y acumulativa, y a visualizarse a medio y largo plazo, a veces bastante después de la acción del movimiento.

Sobre los efectos del movimiento por la paz hay un ejemplo actual muy evidente, ya que en el reciente cambio de gobierno en España y en la decisión de retirar las tropas españolas de Irak han influido mucho las movilizaciones en contra de la guerra y de la participación española en la misma decidida por el Gobierno Aznar. Pero este no es el único impacto conseguido por el movimiento pacifista. Un análisis profundo de su historia nos indica que ha logrado otros resultados.

Se consiguió la convocatoria del referéndum sobre la OTAN en marzo de 1986. También se ha de indicar que la inclusión de las tres condiciones de la pregunta del referéndum, entre ellas la prohibición de instalar armas nucleares en el territorio español y la reducción progresiva de la presencia militar de Estados Unidos en España, se hizo, en parte, por la incidencia del movimiento por la paz, ya que el gobierno sabía que no podía ganar el referéndum con una simple propuesta de permanencia en la Alianza Atlántica.

En el año 2002 se suprimió el servicio militar obligatorio, como consecuencia de la confluencia de diversos factores: la prolongada acción del movimiento antimilitarista, el vertiginoso aumento del número de objetores de conciencia(12) e insumisos(13) , una opinión pública que rechazaba la mili (cerca del 65% durante los años ochenta y alrededor del 75% durante los noventa), y la tendencia a la profesionalización de los ejércitos de la OTAN tras el final de la guerra fría, derivada de una reformulación de las políticas de defensa en las que se puso el acento en el armamento tecnológicamente sofisticado, las unidades militares de intervención rápida y las tropas profesionalizadas, capaces de manejar las nuevas armas y realizar con eficacia las misiones. Además, la persistente lucha de los objetores de conciencia, los insumisos y los grupos antimilitaristas es en parte responsable de la poca credibilidad social que tienen en la actualidad las Fuerzas Armadas y de sus dificultades para conseguir un número suficiente de voluntarios.

La Unión Europea, incluida España, firmó el Tratado Internacional que prohíbe la fabricación de minas antipersona y se han aprobado algunos Códigos de Conducta sobre exportación de armas convencionales(14) . Como muestra de los avances que se han realizado hacia una mayor transparencia de las exportaciones de armas, el Congreso de los Diputados aprobó en marzo de 1997 una proposición no de ley en la que instaba al Gobierno a incorporar a la legislación española los criterios sobre transparencia y control de las exportaciones de material de defensa aprobados por la Unión Europea en 1991 y 1992, a enviar semestralmente los datos de esas exportaciones a las Comisiones de Defensa y de Asuntos Exteriores del Parlamento, y a facilitar a estas Comisiones la lista de países que están en situación de conflictividad o militarización o no respetan los derechos humanos, para someterlos a restricciones en cuanto a exportación de material de defensa. Desde la aprobación de esta proposición no de ley se han publicado varios informes oficiales que aportan información sobre los países receptores de material de defensa y los valores absolutos de productos vendidos, aunque no informan sobre los productos que se exportan a cada país.

Las nuevas formas de lucha como la insumisión y la desobediencia civil son aceptadas por un amplio sector de ciudadanos. Las organizaciones del movimiento por la paz han sido marcos de participación política para los activistas y espacios donde se han configurado y compartido unos valores nuevos. El movimiento por la paz ha mostrado tener una gran capacidad para integrar a personas de diversas generaciones. La mayoría de los activistas que han participado en un momento de su vida en las organizaciones pacifistas y antimilitaristas han mantenido posteriormente sus ideas pacifistas.

Los análisis, propuestas y debates del movimiento pacifista han hecho reflexionar y modificar sus ideas a multitud de personas y sectores sociales y políticos (partidos, instituciones religiosas, medios de comunicación, científicos, profesores, artistas, médicos...) en temas tan esenciales como la guerra, la paz, la violencia, las armas nucleares, los gastos militares, las industrias de armas, los ejércitos o los modelos de defensa. En fin, las actividades del movimiento por la paz han generado un sedimento, sensibilidad o cultura pacifista entre la población, que se refleja regularmente en las encuestas de opinión, donde una mayoría de ciudadanos se muestra contrario a las guerras, que se expresa a menudo en un apoyo social amplio a las campañas y actividades del movimiento por la paz, y que permite que haya una extensa respuesta pacifista cuando se producen guerras o aumenta de forma alarmante el militarismo, como se ha demostrado en las recientes movilizaciones contra la guerra de Irak.

De todas formas, aunque la acción pacifista no fuera eficaz, continuaría teniendo sentido la participación en actividades pacifistas, la objeción de conciencia y la desobediencia civil frente al militarismo, para dejar un testimonio ético a favor de la paz y que todos sepan que preparan la guerra sin nuestro consentimiento y que no queremos que hagan la guerra en nuestro nombre. En cualquier caso, la experiencia histórica ha demostrado que el militarismo, la economía de las armas y la cultura belicista han sido ineficaces en la solución de los conflictos y que se han de dar oportunidades a la paz.


Sabadell, julio 2004

 

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Notas:

" Este texto es una versión ampliada de la intervención realizada el 26 de junio de 2004 en el Diálogo "Hacia un mundo sin violencia", Forum Universal de las Culturas Barcelona 2004. Agradezco a Rafael Ajangiz, Jordi Foix y Pere Ortega las sugerencias que me hicieron a la primera versión de este artículo.

1 En el año 2003 más de 30 países estaban en guerra.
2 Desde su fundación hasta la actualidad, Brigadas Internacionales de Paz ha enviado acompañantes/observadores a los conflictos de Guatemala, El Salvador, Sri Lanka, Colombia, Haití, México y Timor. BIP nació en España el año 1988.
3 Por ejemplo, Dones x Dones, uno de los grupos que forma parte de la Red Internacional de mujeres de negro y de la Red de grupos mujeres de negro en España, se ha ocupado de las relaciones entre grupos de mujeres de los Balcanes, de Israel y Palestina, de Estados Unidos y Afganistán, de Chechenia y Rusia, de Marruecos y El Sahara, de Argelia y, recientemente, de Colombia.
4 En Barcelona, la campaña "Deserció ara", hizo un llamamiento a la desobediencia civil y dio apoyo a dos desertores catalanes.
5 Naciones Unidas calcula que hay unos 26 millones de militares profesionales en el mundo. El modelo de Ejército profesional aprobado en 1998 por el Gobierno del Partido Popular preveía contar con unos 120.000 soldados profesionales, aunque actualmente se está lejos de esta cifra (a finales del 2003 estaba formado por unos 70.000 militares).
6 En los últimos años el Ministerio de Defensa acapara el 5'6% de los Presupuestos del Estado, aunque también hay gastos militares adjudicados a otros ministerios, como es el caso de los gastos derivados de la participación de España en la construcción de un avión de combate europeo, que están contabilizados en el Ministerio de Industria. En el año 2003 el gasto militar de España fue de 43 millones de euros al día.
7 En España, el 35% del dinero público dedicado a la investigación se destina a investigación militar, que asciende anualmente a unos 220.000 millones de las antiguas pesetas.
8 En España, unas 14.000 personas trabajan en industrias de armas.
9 En la actualidad, unos 85 países reciben armas españolas.
10 El gasto militar conjunto de los países miembros de la Unión Europea supone el 19'52% del gasto militar mundial (The Military Balance 2002-2003).
11 Hasta ahora, unos 250 centros de enseñanza de Cataluña se han declarado objetores de conciencia. Campañas similares a esta se han desarrollado en Madrid, País Valencià, Canarias, Aragón, Castilla-León, Andalucía y País Vasco.
12 La suma de objetores de conciencia entre 1976 y 1988 ascendió a un total de 738.832.
13 En los diez años de insumisión hubo unos 20.000 insumisos.
14 Estados Unidos en 1997, la Unión Europea en 1998.





BIBLIOGRAFÍA

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