Campaña contra las municiones de racimo

Escrito por Centre Delàs el . Publicado en Armamentisme

Más de 180 entidades de 50 países de todo el mundo están llevando a cabo una intensa campaña contra las municiones de racimo ( cluster munitions, en inglés). El objetivo es dar a conocer las atrocidades que pueden causar estas armas, para poder presionar y vehicular demandas a las instituciones internacionales. En Cataluña, uno de los impulsores de la Campaña es el Moviment per la Pau. La Fundació per la Pau y Justícia i Pau también dan apoyo.
Materiales de Trabajo núm 30 (enero 2007)


La campaña internacional contra las municiones de racimo se inició en noviembre de 2003 y se articula de forma similar a la lucha que se hizo contra las minas antipersonales en la década de los 90.

Reclaman lo siguiente:

•No utilización, no producción y no comercio de municiones de racimo hasta que no se resuelvan los problemas humanitarios que causan.

• Incremento de los recursos para la asistencia a comunidades y personas afectadas por las municiones de racimo y otros residuos explosivos de guerra.

• Responsabilidad especial de los usuarios de las municiones de racimo para garantizar la limpieza de los terrenos afectados, advertencias, educación sobre los riesgos, proveimiento de información y asistencia a las víctimas.

La organización humanitaria Handicap International, que también forma parte de esta coalición, acaba de publicar el estudio preliminar Fatal Footprint: the Global Human Impact of Cluster Munitions. El informe documenta el impacto de las municiones de racimo en 23 países. Para la elaboración de este informe, Handicap International recogió estadísticas sobre 11.044 casos, pero se calcula que el número real de víctimas es de más de 100.000.

Pero, ¿qué son las municiones de racimo?

Las municiones de racimo son bombas de fragmentación que se abren en el aire y liberan pequeños artefactos que matan o mutilan a las personas que se encuentran a su alrededor. Se diseñaron originariamente para imposibilitar el avance de los soldados enemigos en un área de gran superficie, a través del lanzamiento de muchas municiones pequeñas sobre el terreno en cuestión.

La dispersión de sus submuniciones hace que estas armas sean altamente mortales. Se calcula que pueden llegar a fragmentarse en más de 1.000 submuniciones a la vez. Estas cifras se multiplican puesto que a menudo los ataques se hacen de manera reiterada para garantizar el éxito.

Pero esto no es todo. Según el estudio de Handicap International, un 10% de las municiones de racimo no explotan inmediatamente en el momento de la detonación al impactar con el suelo. Las razones son varias: el estado del suelo, las condiciones atmosféricas, un diseño impreciso y defectuoso, etc. Las consecuencias son nefastas: las ráfagas de municiones permanecen de forma latente en extensas superficies, convirtiéndose en residuos explosivos de guerra (REG) y presentando el mismo riesgo que las minas antipersonales y otros restos como granadas de mano, proyectiles abandonados, etc.

Este es uno de los factores que explica que las víctimas de las submuniciones de racimo sean casi exclusivamente civiles: aproximadamente un 98%. De estas, una cuarta parte son niños. Las municiones de racimo a menudo tienen la misma forma que latas de bebida o pelotas de tenis, una apariencia muy tentadora para las personas que recogen metales para su reventa o para niños y niñas en busca de nuevos juegos.

¿Qué se está haciendo?

La atención sobre los usos de estos tipos de dispositivos aumentó tras comprobar que Israel las utilizó durante la última guerra del Líbano, en el verano de 2006, y que muchos de ellos quedaron repartidos, sobre todo en el sur del país. También se han utilizado durante la guerra de Irak y en muchos otros conflictos del mundo, desde la primera utilización masiva de estas armas tras la guerra del Vietnam, sobre Laos.

La voluntad de negociar una ley internacional que prohíba las armas de racimo ha crecido notablemente. La adhesión de 24 Estados a una iniciativa internacional para la adopción de un nuevo tratado que lo contemple es un paso adelante. Algunos Estados ya han hecho pasos importantes. Por ejemplo, Bélgica las prohibió en febrero de 2006. Noruega ha anunciado recientemente que emprenderá una iniciativa para llegar a un acuerdo sobre la prohibición internacional de estas armas y ha aprobado una moratoria definitiva sobre las municiones de racimo hasta que no haya un instrumento internacional vinculante que lo regule.

Sin embargo, todavía hay muchos países que no están de acuerdo en llevar a cabo estas negociaciones y rechazan apoyar la campaña. Otras tienen una posición ambigua. Por ejemplo, el Estado español ya ha dicho que apoyaría un tratado sobre las armas de racimo, pero según publicó Human Rights Watch hace unos meses, España tiene almacenados tres tipos de municiones de racimo y varias empresas españolas están vinculadas a la producción de estos artefactos.

Una oportunidad para abordar esta cuestión surgió en el marco de la tercera Conferencia de Examen de la Convención sobre Ciertas Armas Convencionales, que tuvo lugar en Ginebra entre el 6 y el 17 de noviembre de este año. Si bien se acordó la celebración, en junio de 2007, de una reunión de expertos gubernamentales que trabajarán de forma específica el uso de las municiones de racimo, muchas ONG y la propia Cluster Munition Coalition quedaron descontentas con los resultados de la Conferencia.

Edición española a cargo de la Fundació per la Pau, Justícia i Pau y el Moviment per la Pau.

Más información en:

www.stopclustermunitions.org