Nuevo Tratado de reducción de armas nucleares. Todo sigue igual... o peor
A primeros de abril los presidentes de Rusia y de los EE.UU. han firmado el nuevo acuerdo bilateral START de reducción de armas nucleares. Los diarios han valorado este acuerdo con entusiasmo, nos dicen que representa una reducción del 30% de los arsenales nucleares.
Y presentan el acuerdo como un nuevo éxito del presidente Obama. Tras hacer un análisis del Tratado, creemos que en lugar de entusiasmo, nos hemos de llenar de preocupación.
Primero, la reducción hace referencia únicamente a armas estratégicas, no dice nada sobre las armas tácticas, las de corto alcance. Segundo, el Tratado sólo habla de las cabezas operativas, es decir aquellas que están montadas en las plataformas de lanzamiento y sólo necesitan que se pulse un botón para salir disparadas hacia su objetivo. Tercero, no hay ningún compromiso para reducir las armas en reserva (las que pueden ser utilizadas en un tiempo relativamente corto). Y cuarto, no hay ningún compromiso para destruir las armas excedentes, las que están desmanteladas.
La cuestión de las armas de reserva no es algo intrascendente. Varios organismos internacionales están de acuerdo en asignar 2.790 cabezas nucleares estratégicas operativas a Rusia y 2.200 a los EE.UU. El nuevo Tratado fija que cada estado podrá tener como máximo 1.550 cabezas estratégicas operativas. Pero los arsenales nucleares, si contabilizamos las cabezas operativas y las de reserva, llegan hasta 13.000 cabezas nucleares en el caso de Rusia y a 9.400 en el caso de los EE.UU.
Cada una de las bombas nucleares actuales tienen una potencia, aproximadamente, de unas veinte veces la potencia de la bomba que los EE.UU. tiraron sobre Hiroshima y que mató a más de 140.000 personas de forma inmediata a consecuencia de la explosión. ¡Y los EE.UU. y Rusia tienen diez mil cada uno! La capacidad destructora de cada país es enorme. La reducción que estipula el Tratado no disminuye de forma significativa la capacidad destructiva de los dos países.
Hay un quinto punto, tremendamente importante y tremendamente grave, que los diarios no han comentado. Resulta que el nuevo Tratado tiene una nueva metodología para contar las armas nucleares. Así, considera un avión bombardero como una sola arma nuclear, pese a que transporte varias bombas atómicas. El Tratado de Moscú, firmado el 2002 y que también limitaba el número de armas nucleares, atribuía a cada bombardero el número real de bombas que transportaba. A partir de ahora, en cambio, se contabilizará cada avión bombardero B-52 como una sola arma nuclear, pero lleva más de veinte bombas atómicas.
Es decir, hoy tanto los EE.UU. como Rusia, sin hacer nada, tienen menos armas nucleares que ayer. Y, por lo tanto, el nuevo tratado START de reducción de armas nucleares sirve para que los dos firmantes acuerden tener más bombas nucleares.
Ni los EE.UU. ni Rusia no tienen ninguna intención de iniciar un proceso de desnuclearización. Es muy ilustrativa la declaración de Robert Gates, secretario del Departamento de Defensa de los EE.UU., que, entre otras cosas, dice que las armas nucleares “son un pilar esencial en la seguridad”. Está claro, si son un pilar esencial no renunciarán a ellas.
Por otra parte, la administración Obama ha presentado uno de los presupuestos en armas nucleares más elevados de su historia. Su intención es fabricar nuevas armas nucleares más potentes y de dimensiones más pequeñas.
Es sorprendente, pero este acuerdo de reducción de armas nucleares permitirá que cada uno de los dos países firmantes tenga más bombas nucleares que las que permitía el anterior Tratado de Moscú, mientras nos hacen creer que tendrán menos.
El nuevo Tratado tiene dos aspectos positivos. En primer lugar, se han restablecido las relaciones entre EE.UU. y Rusia en materia de armamento nuclear, relaciones congeladas y muy tensas durante la época Bush. En segundo lugar, prevé la inspección mutua. Esto quiere decir que se inicia un periodo de entendimiento y reciprocidad. Lo cual, quizás, preocupará a terceros países.
Estos dos países son absolutamente hegemónicos en materia nuclear. Los arsenales de los EE.UU. y Rusia juntos representan el 95% del arsenal nuclear mundial. La reducción de este armamento sólo será real cuando ambos países inicien el desmantelamiento y destrucción de sus armas atómicas. Por el momento, la desnuclearización del planeta está aún muy lejos.
Primero, la reducción hace referencia únicamente a armas estratégicas, no dice nada sobre las armas tácticas, las de corto alcance. Segundo, el Tratado sólo habla de las cabezas operativas, es decir aquellas que están montadas en las plataformas de lanzamiento y sólo necesitan que se pulse un botón para salir disparadas hacia su objetivo. Tercero, no hay ningún compromiso para reducir las armas en reserva (las que pueden ser utilizadas en un tiempo relativamente corto). Y cuarto, no hay ningún compromiso para destruir las armas excedentes, las que están desmanteladas.
La cuestión de las armas de reserva no es algo intrascendente. Varios organismos internacionales están de acuerdo en asignar 2.790 cabezas nucleares estratégicas operativas a Rusia y 2.200 a los EE.UU. El nuevo Tratado fija que cada estado podrá tener como máximo 1.550 cabezas estratégicas operativas. Pero los arsenales nucleares, si contabilizamos las cabezas operativas y las de reserva, llegan hasta 13.000 cabezas nucleares en el caso de Rusia y a 9.400 en el caso de los EE.UU.
Cada una de las bombas nucleares actuales tienen una potencia, aproximadamente, de unas veinte veces la potencia de la bomba que los EE.UU. tiraron sobre Hiroshima y que mató a más de 140.000 personas de forma inmediata a consecuencia de la explosión. ¡Y los EE.UU. y Rusia tienen diez mil cada uno! La capacidad destructora de cada país es enorme. La reducción que estipula el Tratado no disminuye de forma significativa la capacidad destructiva de los dos países.
Hay un quinto punto, tremendamente importante y tremendamente grave, que los diarios no han comentado. Resulta que el nuevo Tratado tiene una nueva metodología para contar las armas nucleares. Así, considera un avión bombardero como una sola arma nuclear, pese a que transporte varias bombas atómicas. El Tratado de Moscú, firmado el 2002 y que también limitaba el número de armas nucleares, atribuía a cada bombardero el número real de bombas que transportaba. A partir de ahora, en cambio, se contabilizará cada avión bombardero B-52 como una sola arma nuclear, pero lleva más de veinte bombas atómicas.
Es decir, hoy tanto los EE.UU. como Rusia, sin hacer nada, tienen menos armas nucleares que ayer. Y, por lo tanto, el nuevo tratado START de reducción de armas nucleares sirve para que los dos firmantes acuerden tener más bombas nucleares.
Ni los EE.UU. ni Rusia no tienen ninguna intención de iniciar un proceso de desnuclearización. Es muy ilustrativa la declaración de Robert Gates, secretario del Departamento de Defensa de los EE.UU., que, entre otras cosas, dice que las armas nucleares “son un pilar esencial en la seguridad”. Está claro, si son un pilar esencial no renunciarán a ellas.
Por otra parte, la administración Obama ha presentado uno de los presupuestos en armas nucleares más elevados de su historia. Su intención es fabricar nuevas armas nucleares más potentes y de dimensiones más pequeñas.
Es sorprendente, pero este acuerdo de reducción de armas nucleares permitirá que cada uno de los dos países firmantes tenga más bombas nucleares que las que permitía el anterior Tratado de Moscú, mientras nos hacen creer que tendrán menos.
El nuevo Tratado tiene dos aspectos positivos. En primer lugar, se han restablecido las relaciones entre EE.UU. y Rusia en materia de armamento nuclear, relaciones congeladas y muy tensas durante la época Bush. En segundo lugar, prevé la inspección mutua. Esto quiere decir que se inicia un periodo de entendimiento y reciprocidad. Lo cual, quizás, preocupará a terceros países.
Estos dos países son absolutamente hegemónicos en materia nuclear. Los arsenales de los EE.UU. y Rusia juntos representan el 95% del arsenal nuclear mundial. La reducción de este armamento sólo será real cuando ambos países inicien el desmantelamiento y destrucción de sus armas atómicas. Por el momento, la desnuclearización del planeta está aún muy lejos.