La Europa de las armas
Los medios oficiales se han congratulado de que, con toda probabilidad, el 1 de diciembre entrará en vigor el Tratado de Lisboa de la Unión Europea.
Éste es momento para recordar que ésta ha sido la manera de superar el escollo de la no ratificación en varios referendos de la non nata Constitución Europea pero manteniendo, al mismo tiempo, los aspectos más negativos como la política de seguridad y defensa.
Que nadie piense que se quiere construir una política de defensa independiente, autónoma. El mismo texto ya se encarga de dejar claro que la Alianza Atlántica es el organismo fundamental de defensa col •lectiva y que, en la defensa europea, lo primero son los compromisos con la OTAN. Establecida la subordinación al amigo americano, lo siguiente es la consolidación de la Agencia Europea de Defensa (AED), que tiene como misión la mejora de las capacidades militares y el reforzamiento de la base industrial y tecnológica militar de los países miembros. Desde que empezó a funcionar en 2005, ya ha tenido tiempo de mostrarse como un elemento más del lobby militar industrial, presionando a los estados de la UE para que aumenten su gasto en defensa, ya sea para igualar a Estados Unidos, ya sea para aumentar el gasto en I + D de defensa de forma progresiva y exponencial. Porque de eso se trata, de seguir destinando enormes cantidades de dinero en armas, casi el 23% del gasto militar mundial, la mitad que Estados Unidos, como garantía de que nada cambie.
Como no podía ser menos se habla de las misiones militares humanitarias y de mantenimiento de paz, pero esto se acompaña de misiones de lucha contra el terrorismo, lo que incluye, en palabras del propio Tratado, apoyar a países terceros para combatirlo en su territorio. Formulación que no es nueva y ya se ha utilizado otras veces para justificar intervenciones imperialistas en guerras como las de Vietnam o la actual de Afganistán, porque si los gobernantes de estos países piden ayuda qué importa que puedan ser corruptos o falseen elecciones.
Que nadie piense que se quiere construir una política de defensa independiente, autónoma. El mismo texto ya se encarga de dejar claro que la Alianza Atlántica es el organismo fundamental de defensa col •lectiva y que, en la defensa europea, lo primero son los compromisos con la OTAN. Establecida la subordinación al amigo americano, lo siguiente es la consolidación de la Agencia Europea de Defensa (AED), que tiene como misión la mejora de las capacidades militares y el reforzamiento de la base industrial y tecnológica militar de los países miembros. Desde que empezó a funcionar en 2005, ya ha tenido tiempo de mostrarse como un elemento más del lobby militar industrial, presionando a los estados de la UE para que aumenten su gasto en defensa, ya sea para igualar a Estados Unidos, ya sea para aumentar el gasto en I + D de defensa de forma progresiva y exponencial. Porque de eso se trata, de seguir destinando enormes cantidades de dinero en armas, casi el 23% del gasto militar mundial, la mitad que Estados Unidos, como garantía de que nada cambie.
Como no podía ser menos se habla de las misiones militares humanitarias y de mantenimiento de paz, pero esto se acompaña de misiones de lucha contra el terrorismo, lo que incluye, en palabras del propio Tratado, apoyar a países terceros para combatirlo en su territorio. Formulación que no es nueva y ya se ha utilizado otras veces para justificar intervenciones imperialistas en guerras como las de Vietnam o la actual de Afganistán, porque si los gobernantes de estos países piden ayuda qué importa que puedan ser corruptos o falseen elecciones.
