Egipto y los militares
Los militares, a través de la fuerza que les otorgan las armas pueden, cuando lo deseen ir en contra del estado de derecho, éste es el caso de Egipto.
Las fuerzas armadas son la máxima expresión del poder del Estado y sirven, cuando el Estado lo requiere, tanto para hacer la guerra contra otros Estados como para reprimir las demandas de su propia población. Pero esta legitimidad que les ha sido otorgada para ejercer la fuerza, puede volverse contra el propio Estado y como en el caso de Egipto, servir para dar un golpe de estado y derrocar al gobierno. Este es un recordatorio para aquellos defensores a ultranza de la supervivencia de los ejércitos como garantes de la seguridad del Estado. Pues en muchas ocasiones los ejércitos, a través del poder que les otorgan las armas pueden rebelarse contra el gobierno y erigirse ellos en máximo poder político sin respetar principios democráticos. En este sentido, existen múltiples experiencias de cómo las fuerzas armadas se han levantado en armas contra regímenes democráticos, Sudamérica y África fueron continentes que durante el Siglo XX fueron victimas de múltiples golpes militares. En este periodo, en Europa no tantos, pero también los hubo: en Francia, en 1961, el golpe de los generales franceses en contra de la independencia de Argelia; en Grecia, en 1967, el golpe de los coroneles; en España en 1936 y el 23-F de 1981; en Turquía, en 1980; y en algún caso, pero desde luego en menos ocasiones, sublevándose contra una dictadura, como en Portugal, en la revolución de los claveles de 1974. Pero como se ha señalado, los ejércitos han servido a los Estados para reprimir las manifestaciones y revueltas de los ciudadanos. De forma habitual lo hemos visto en numerosas ocasiones llevado a cabo por regímenes despóticos, por ejemplo, en todas las recientes revueltas árabes que han sacudido el Norte de África y el Oriente Próximo en demandas de libertad y democracia; pero igualmente también, en estados que se suponen democráticos hemos visto los ejércitos patrullando por las calles para impedir manifestaciones populares en Turquía, Israel, Argentina, México, Venezuela... En Egipto, los militares, que llegaron al poder mediante un golpe de estado en 1952 de la mano del coronel Nasser, al que siguieron otros dos militares, Sadat y Mubarak, han ostentado el poder durante 60 años. Tras las protestas de la población contra el dictador Mubarak en 2011, fueron los propios militares quienes depusieron al general dictador al negarse a disolver a los manifestantes de la plaza de Tahir. Militares que facilitaron la transición democrática que llevó al poder al partido Libertad y Justicia de los Hermanos Musulmanes, que ganó las elecciones hace tan solo un año de forma limpia e incontestable y que ostentaba la mayoría absoluta en el Parlamento. Cierto es que el nuevo gobierno islamista de Mohamed Morsi, había iniciado una deriva islamista con la oposición del movimiento social laico que había protagonizado la revolución. También del resto de partidos del arco parlamentario, debido por una parte, a una reforma de la constitución, que sin consenso con la oposición, otorgaba al presidente Morsi poderes especiales; también por la creciente islamización de un estado que presumía de laico en detrimento del resto de confesiones; un código de familia que hacía retroceder los derechos de las mujeres. Estos hechos, ha ido acompañado de un deterioro de la economía del país (alta inflación, aumento de la deuda, carestía de productos básicos, cortes de energía ...), que había generado un alud de descontento con millones de personas movilizándose en contra del gobierno de Morsi. Una situación económica y social que desde luego no excusa a los militares para procedieran a dar un nuevo golpe de estado. Porque los Hermanos Musulmanes habían ganado las elecciones de forma legitima y este golpe militar viene a entorpecer todo el proceso democrático egipcio. Un golpe militar que demuestra el papel que juega el ejército en la vida política y económica del país. Los 60 años en el poder posibilitaron que los militares se hicieran con el control de una gran parte, un tercio, de la economía del país, controlan el sector turístico, el de la energía, el canal de Suez, y toda la ayuda militar (1,2 millones de $) que proviene de Estados Unidos, país donde se han formado todos sus altos mandos. La revolución democrática egipcia no tiene futuro mientras no sea capaz de eliminar el poder de ese militarismo.