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INFORME DE EVALUACIÓN DE LAS INVESTIGACIONES REALIZADAS EN EL PROYECTO SILENCIOS
Antes de entrar en la valoración de los informes quisiéramos manifestar el acierto de "Informació per a la Defensa dels Soldats", con la colaboración de Archivio Disarmo y el Institut Victor Seix de Polemologia, de aprovechar la Iniciativa Daphne de la Comisión Europea para plantear el proyecto SILENCIOS para poder analizar y establecer propuestas para la erradicación de la violencia en los cuarteles de los ejércitos
Pocas veces es dado desarrollar análisis de esta magnitud surgidos en base a iniciativas de entidades de la sociedad civil comprometidas en la defensa de los derechos humanos y de la cultura de la paz
El objetivo fijado inicialmente por el proyecto SILENCIOS fue el de efectuar un análisis en profundidad de la violencia en los cuarteles. Para ello se planteó la aproximación a este fenómeno desde dos puntos de vista a nuestro entender plenamente complementarios
En el primero se trataba de efectuar un diagnóstico de la situación desde la perspectiva sociológica para entender las claves del porqué se produce esta violencia. En el segundo se debía analizar detalladamente el tratamiento que el ordenamiento jurídico daba a esta violencia
Los trabajos se han realizado en dos países, España e Italia, cuyas fuerzas armadas han tenido unos antecedentes históricos diferentes. Sin embargo y pese a tales diferencias los análisis reflejan que existe una problemática muy similar de violencia en los cuarteles especialmente entre los jóvenes que desarrollan el servicio militar
Hay que hacer notar, no obstante, notables diferencias en la colaboración que las autoridades militares han brindado al desarrollo de las investigaciones. Mientras que en Italia las investigaciones han podido disfrutar de un elevado nivel de transparencia por parte de las fuerzas armadas al respecto del tema objeto de estudio, en España, por el contrario, la demanda de colaboración cursada al Ministerio de defensa no ha merecido respuesta alguna
Sin entrar en la valoración de las conclusiones que se desprenden de cada informe sí cabe estimar el sistema de trabajo y de análisis que han seguido las diferentes investigaciones
La metodología empleada forma parte del proceder habitual en los trabajos de sociólogos y juristas, y en este sentido los informes gozan del rigor académico necesario para amparar sus resultados
De acuerdo con la metodología empleada el informe Silencios. Las Violencias paralelas en los ejércitos y el Informe sobre el "nonismo" proporcionan una descripción detallada y precisa de la situación actual de la violencia paralela en las fuerzas armadas españolas e italianas respectivamente
Los informes El tratamiento de la violencia en el ámbito militar en el ordenamiento jurídico español y Aspectos jurídicos del nonismo, segunda parte del Informe sobre el nonismo configuran un análisis preciso de la respuesta que el ordenamiento jurídico de los dos países da al fenómeno de la violencia en los cuarteles, al tiempo que proporcionan los elementos necesarios para abordar las reformas necesarias
Los informes aportan elementos válidos para que las instituciones públicas acometan las posibles medidas conducentes a la erradicación de la violencia en los cuarteles
En el caso español en particular pueden constituir un acicate para la homogeneización de la justicia militar con la civil Por todo ello pensamos que los informes elaborados constituyen una referencia importante en los trabajos interdisciplinares que se puedan realizar en el futuro
LA COMISIÓN DE EVALUACIÓN
Ettore Gallo: Presidente Emérito de la Corte Constitucional de la República italiana
Salvador Giner: Catedrático de Sociologia de la Universitat de Barcelona
Joan Gomis: Presidente de Justícia i Pau y de la Federació Catalana d’ONG per la Pau de Catalunya
José Luis Gordillo: Profesor Titular de Filosofía del Derecho de la Universitat de Barcelona
José Jiménez Villarejo: Ex-presidente de la Sala Segunda del Tribunal Supremo
Carmen Magallón: Seminario de Investigación por la Paz de Zaragoza
Carlo Marletti: Profesor de Sociologia de la Università di Torino
Fèlix Martí: Director del Centre UNESCO Catalunya
Arcadi Oliveres: Director del Institut Víctor Seix de Polemologia
Alberto Piris: General de Artillería en la Reserva y Analista del Centro de Investigación para la Paz
Susana San Cristobal Reales: Profesora de Derecho. Especialista en Derecho Militar
SILENCIOS. CONCLUSIONES Y PROPUESTAS
Por INFORMACIÓ PER A LA DEFENSA DELS SOLDATS
IDS nació el año 1990 a partir de una iniciativa del movimiento antimilitarista que vió la necesidad de complementar la lucha antimilitarista con la atención a las personas que tenían problemas concretos con la conscripción. IDS está comprometida con el movimiento pacifista y en este sentido ha participado en la creación de la Federació Catalana d'ONG per la Pau.
Desde la creación de IDS, en el año 1990, ha habido muchos cambios en el servicio militar y en el ejército mismo. Estos últimos años se ha vivido una profunda crisis del sistema de conscripción obligatoria.
Uno de los factores de esta crisis ha sido la contestación al Servicio Militar, que en todos estos años no ha parado de crecer. En 1989 irrumpe el movimiento de la insumisión que llegará hasta los casi 20.000 insumisos, muchos de ellos condenados y encarcelados.
También se ha producido un fuerte aumento de la Objeción de conciencia legal. En 1999 el número de jóvenes declarados objetores de conciencia triplica el número de los que harán el servicio militar. Si comparamos las cifras podemos ver que en 1998 hubo 159.581 objetores por 55.000 jóvenes que hicieron la mili, y en el mes de octubre de 1999 había 140.941 solicitudes de objeción, frente a menos de 50.000 jóvenes que se estima que realizaran el servicio militar este año.
La crisis del servicio militar obligatorio forma parte de una crisis de legitimidad del ejército. Esta crisis no es nueva, venía de antiguo por el compromiso del ejército con la dictadura de Franco, la pervivencia en su seno de sectores antidemócratas, o los intentos de golpe de estado. Las noticias de abusos y malos tratos en el servicio militar que periódicamente han aparecido en los medios de comunicación no han hecho más que enlazar con la memoria colectiva. Es importante destacar también que la sociedad se ha vuelto cada vez menos dispuesta a tolerar estos abusos.
Por contra, las autoridades militares no han hablado de crisis de legitimidad del ejército sino que señalan que la sociedad está faltada de un espíritu de la defensa nacional.
El ejército y las autoridades políticas han tratado de contrarrestar esta crisis de legitimidad. Actualmente estamos viviendo un cambio de los elementos de legitimación de los ejércitos. El viejo mito de la defensa nacional está siendo sustituido por un nuevo mito alrededor del cual se quiere operar un cambio de imagen, y por tanto de legitimación, que es el de la intervención de los ejércitos en misiones de pacificación y mantenimiento de la paz. Pero estas misiones ocupan solo una parte muy pequeña de los actuales efectivos militares. Recientemente, el ejecutivo español ha convenido en tener preparados permanentemente para misiones de Naciones Unidas 2.000 soldados, y por otro lado es preciso tener en cuenta que son intervenciones que en buena parte se podrían realzar con efectivos civiles más preparados para la paz.
Es necesario, también, preguntarse sobre la efectividad de estas intervenciones y qué tipos de paz se han conseguido. También se constata que en estas intervenciones españolas ha existido una política informativa destinada a legitimar el ejército que no ha sido transparente sobre la actuación de estas tropas en la intervención y en el trato con la población civil.
En 1996, con el cambio de la mayoría de Gobierno, se anunció el fin de la mili. El 19 de mayo de 1999 salía publicada en el Boletín Oficial del Estado la ley que profesionaliza el ejército. Profesionalización que estará plenamente culminada, a más tardar, en el 2003.
El paso a un ejército profesional se está realizando sin una reducción destacada de los efectivos militares, sin un replanteamiento de la política de defensa y a través de un proceso de rearme desorbitado que dispara el gasto militar. Sigue siendo dominante una concepción militarista de la defensa que basa la seguridad en su aspecto militar y que perpetúa la existencia de un sistema de ejércitos. Este sistema de ejércitos provoca un claro peligro en sí mismo. La satisfacción de las necesidades del sistema de ejércitos impide que se destinen recursos económicos, de investigación y humanos a aquellos aspectos que realmente permitirían mejorar el mundo y controlar las causas que generan peligros y retos para la seguridad (pobreza, mal ambiente, subdesarrollo...) En todo caso con la profesionalización del ejército los jóvenes se ahorraran el oneroso impuesto de la conscripción obligatoria y se cerrará un ciclo, que comenzó hace 200 años con la instauración del servicio militar obligatorio, que ha obligado a los ciudadanos masculinos a ser enseñados a ser violentos.
Los protagonistas destacados de este final no han sido los parlamentarios que no han hecho más que ratificar lo que ya era un clamor popular sino la conjunción de muchos factores, pero queremos mencionar especialmente a todos aquellos que se han negado a hacer la mili y que han apostado incluso su propia libertad para acabar con la conscripción y trabajar a favor de un futuro sin ejércitos.
EL PROYECTO SILENCIOS
Desde su creación IDS ha apoyado a los jóvenes y a sus familias frente a los problemas que tenían con la conscripción. Los casos que nos han llegado todos estos años dibujan una situación de sufrimiento muy grande.
Esto nos ha llevado a intentar abordar esta violencia más allá de la asistencia directa a sus víctimas más sangrantes. En este sentido vimos la necesidad de realizar los estudios que ahora presentamos, para que profundizasen desde una perspectiva académica lo que hemos ido comprobando en la práctica todos estos años y poder, de esta forma, dar una visión más amplia del fenómeno.
Hemos solicitado el apoyo de la Comisión Europea a través de la Iniciativa Daphne. La concesión de este apoyo muestra su interés en la erradicación de la violencia en un ámbito que afecta a los jóvenes, como son los cuarteles.
Hemos tenido la oportunidad de poder contar con Archivio Disarmo que también tenia unas preocupaciones similares a las nuestras en lo que se refiere a lo que allí se denomina "nonismo". Ha sido importante poder ver que la violencia en los cuarteles no es un hecho exclusivo del Estado español y que ocurre más allá de nuestras fronteras.
Pero es necesario destacar negativamente la nula colaboración del Ministerio de Defensa español. Ésta se ha solicitado al subsecretario de Defensa, Adolfo Menéndez, exponiéndole el proyecto y la colaboración solicitada en cuanto a datos estadísticos y a la posibilidad de realizar entrevistas directas. No ha existido ninguna respuesta del Ministerio. Esta actitud es la expresión de una falta de transparencia y de interés en propiciar un debate democrático real de la sociedad sobre el ejército que contrasta con la reacción del Estado Mayor italiano frente a los casos de nonismo de los últimos dos años. En todo caso son dos estrategias diferentes sobre cómo preservar o controlar la imagen exterior de la Fuerzas Armadas.
Las violencias cotidianas
El estudio de Archivio Disarmo muestra que el "nonismo" es un fenómeno social, que constituye una cultura fuerte con una funcionalidad en la institución y a pesar de que las autoridades militares han puesto en marcha una campaña para tratar de erradicar hechos de esta clase, el fenómeno perdura mostrando su vitalidad.
El estudio en el Estado español muestra porqué los soldados sufren y cómo la violencia paralela conforma junto a la violencia oficial un sistema de preparación para la guerra, manifestación suprema de la violencia. Es interesante destacar la gran similitud del caso italiano. La descripción del nonismo no nos es extraña y permite ver que la situación del Estado español no es tanto un residuo del pasado sino que es inherente a la naturaleza de los ejércitos.
Cuando hablamos de violencia, de los mecanismos y humillaciones para inducir al joven, no estamos hablando de un juego. Esta violencia genera valores en el agresor y tiene unos efectos sobre la sociedad civil en forma de agresividad, crispación y exaltación de la violencia, recayendo especialmente sobre mujeres, niños y homosexuales.
En estos años IDS no hemos dejado de atender a los jóvenes, y a sus familias, más perjudicados por esta faceta de la violencia de los ejércitos. Detrás de los datos, que exponen los estudios, nosotros hemos tenido y tenemos a las personas concretas. Víctimas de malos tratos, de novatadas; víctimas de las transgresiones de la violencia oficial; jóvenes mal atendidos sanitariamente, jóvenes obligados a realizar ejercicios que su cuerpo no podía soportar; víctimas de la represión oficial, de arrestos disciplinarios; víctimas de la violencia paralela. Personas que han quedado profundamente marcadas por las secuelas que su paso por el servicio militar les ha provocado. Este sistema de violencia tiene como misión principal la preparación para la guerra, pero también funciona como un proceso de selección interna. Hace imposible la vida de aquellos que no dan el perfil que se espera de ellos, marginándolos e incluso expulsándolos del grupo o de la milicia. Es en este grupo donde encontramos a las personas que han terminado con unas secuelas psíquicas más importantes.
Pero nos equivocaríamos si sólo considerásemos como víctimas a esta parte de los jóvenes que han pasado por el servicio militar. Hemos de ver que los que se han adherido al sistema, o incluso hasta los agresores directos, también son víctimas en parte, por el proceso violento de adiestramiento sufrido y por los valores adquiridos como ejecutores de la violencia paralela.
La violencia atraviesa el ejército. La violencia no queda circunscrita en un contenedor de violencia oficial o reglamentaria plenamente controlada, lo desborda en dos sentidos.
. Por un lado, necesita de la violencia paralela para completar las funciones de la violencia oficial.
. Por otro lado, se extiende en valores y actitudes violentas a posterioridad. En Estados Unidos, en un reciente estudio, ha quedado demostrada la relación existente entre violencia ejercida contra las mujeres por exsoldados o excombatientes. Quizás seria necesario estudiar lo mismo aquí.
Los estudios muestran que no es un hecho pasajero o puntual, ni que responda a patologías de determinados individuos. Es un fenómeno generalizado del que en ocasiones afloran, como puntas de un iceberg, los casos más sangrantes de abusos o novatadas. Esta violencia es consustancial a la preparación para la guerra y los intentos de erradicación topan con que la violencia paralela forma, con la violencia oficial, parte estructural del ejército.
En todo caso es preciso preguntarse si toda esta violencia es compatible con los objetivos que a nivel formal persiguen las fuerzas armadas y qué clase de fuerzas de paz, de intervención humanitaria, como razón de legitimación, pueden conseguirse con estos medios.
La justicia militar
La justicia militar es donde menos han avanzado las reformas legislativas y jurídicas operadas en el Estado español a raíz de la Constitución de 1978. Es necesaria una transformación radical que pasa en primer lugar por la derogación de la jurisdicción militar, asumiendo la jurisdicción ordinaria la aplicación de la justicia militar para evitar la vulneración de la tutela judicial efectiva y los principios de independencia judicial, de inamovilidad del juez predeterminado por la ley y de exclusividad. La configuración actual de la jurisdicción militar tiene consecuencias negativas evidentes para el castigo y la prevención de las conductas violentas en el ámbito militar.
La actual jurisdicción militar está volcada en defender la disciplina, relega la defensa de los derechos humanos y la tutela efectiva, actuando sobre las conductas violentas sólo cuando afectan a la disciplina.
Del estudio sobre el tratamiento jurídico de la violencia en el ámbito militar español se desprende que son necesarias reformas en el ámbito procesal para permitir el ejercicio de la acusación particular de inferiores contra superiores jerárquicos evitando, de esta forma, que la acción penal quede exclusivamente en manos de jueces y fiscales. Es necesario, también, garantizar la acción popular y las denuncias colectivas.
En el ámbito sustantivo es necesaria una regulación mejor de la violencia en el ejército que:
. delimite lo que es penal y lo que es administrativo para evitar arbitrariedades.
. tipifique como delito la violencia física entre soldados de igual rango y la realización de acciones que supongan vejaciones o menosprecio a los compañeros.
. iguale las penas para violencias realizadas a un superior o a un inferior
. garantice la proporcionalidad de las penas impuestas con el Código penal común.
La respuesta oficial
Hace ya bastantes años que el Ministerio viene emitiendo circulares para impedir las novatadas y malos tratos, pero: . No ha efectuado un diagnóstico del fenómeno social, o sistema, de la violencia en los cuarteles.
. Sólo ha actuado en casos puntuales, cuando han salido a la luz pública casos flagrantes o cuando consideraban que se habían superado unos límites tolerables. Pero, ¿es que existe un nivel tolerable de jerarquía paralela, privilegios, humillaciones o malos tratos? . Más preocupados en defender la disciplina, han dejado indefensos a los jóvenes frente a los abusos de los superiores, sin que ni siquiera puedan defender sus intereses jurídicamente. Sólo pueden efectuar la denuncia, que queda en manos de las autoridades judiciales militares al no estar reconocida la acusación particular en estos casos.
. Existe una falta de adecuación del aparato jurídico militar para tutelar los derechos individuales.
. No se han establecido mecanismos que den seguridad física a los denunciantes, que quedan obligados a seguir conviviendo con el agresor o agresores que además pueden tener un ascendente jerárquico formal sobre ellos.
. En algunos casos, como el sucedido en la Base San Asensio de Mallorca en que 18 jóvenes denunciaron la violencia que sufrían en el cuartel de la COE (Compañía de Operaciones Especiales), las propias víctimas tuvieron una fuerte sanción disciplinaria que llegó hasta los tres meses de arresto por anticipar a la prensa los hechos que iban a denunciar al juez militar.
. No ha existido ningún deseo de transparencia por parte del Ministerio de Defensa. No se ha promovido ningún debate público sobre la violencia en los cuarteles, ni se ha abierto la puerta a los investigadores independientes, como es el proyecto SILENCIOS.
Perspectivas de profesionalización
Cada día está más en cuestión el éxito del reclutamiento de un ejército profesional de las dimensiones aprobadas. Existe una caída del número de aspirantes en las últimas convocatorias de soldados profesionales. De 5,5 aspirantes por plaza en la primera convocatoria de 1997 se ha pasado a 1,2 aspirantes por plaza en la cuarta de 1999. Un primer efecto de las necesidades de reclutamiento es la propaganda realizada en los centros de enseñanza. A pesar de la aparición de escuelas objetoras que optan por la cultura de paz y se niegan a colaborar con el Ministerio de Defensa, el Ejército va a los centros de enseñanza portando sus valores militares.
Pero en todo caso es preciso preguntarse que pasará con la violencia en el ejército, descrita en estos estudios, después de la profesionalización. La experiencia de otros países que han profesionalizado da algunos indicios. Llegan noticias de episodios violentos de los países anglosajones que ya llevan años profesionalizados. La incorporación de las mujeres a estos ejércitos no ha supuesto un cambio, al contrario ha habido un aumento importante de la violencia de genero ejercida contra ellas.
Es evidente que las necesidades de reclutamiento impondrán la necesidad de destacar los aspectos ocupacionales sobre los de servicio, y en este sentido deberán minimizarse los episodios más violentos, pero, como destacan los estudios, la violencia paralela se ha convertido en un rasgo estructural del ejército, como un elemento unido a la violencia oficial necesaria para la preparación para la guerra.
La profesionalización y la mayor adhesión al ejército y a los valores militares de los jóvenes que se integren en el ejército profesional agravará aún más la opacidad de la institución.
Pero como hemos señalado la práctica de violencias cotidianas no repercute sólo en los derechos de las personas afectadas sino que condiciona de manera irreversible los fines que declaran perseguir las fuerzas armadas afectando, en este sentido, al conjunto de la sociedad.
Es por ello que proponemos, además de las reformas legislativas anteriormente expuestas, la creación de UN OBSERVATORIO DE LA VIDA MILITAR que vigile que el servicio militar profesional y la vida militar se desarrollen en el respeto a los derechos y a la dignidad de la persona. Con la función de recibir de las personas implicadas, y también de ciudadanos civiles e incluso de forma anónima, informaciones o denuncias referentes a la violencia y a las condiciones de vida en los cuarteles, con especial referencia a los militares de tropa. Esta autoridad debería estar dotada de profundos poderes de inspección y control y debería poder acceder, hasta sin previo aviso, a los lugares donde se desarrolla la vida militar. El observatorio debería estar formado por cinco miembros nombrados por el Congreso de los Diputados entre personas de reconocido prestigio.
Pero a pesar de esto es necesario preguntarse si los ejércitos pueden renunciar a estas formas de violencia. Por nuestra parte creemos que ello es francamente difícil y que la existencia de estas violencias, que forman parte estructural de los ejércitos, los deslegitiman. Ello nos ha de llevar a buscar otras formas de seguridad que nos conduzcan hacia un futuro sin ejércitos.
El movimiento por la paz tiene alternativas y es necesario seguir trabajando en ellas. La promoción de la cultura de paz, la defensa de los derechos humanos, la promoción de la noviolencia, la prevención de conflictos son algunas de las palabras que nos remiten a ellas.
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EL TRATAMIENTO DE LA VIOLENCIA EN EL ÁMBITO MILITAR EN EL ORDENAMIENTO JURÍDICO ESPAÑOL (Resumen)
(Resumen)
Informe elaborado bajo la dirección de:
Dra. Dña. Mercedes García Arán.
(Catedrática de Derecho Penal de la Universitat Autònoma de Barcelona)
por
Dr.D. Joan Baucells i Lladós
(Profesor asociado al Area de Derecho penal de la Universitat Autònoma de Barcelona).
y
D. Jordi Sala i Muntané.
(Abogado).
Este estudio se ha realizado en el marco del proyecto SILENCIOS promovido por IDS (Informació per a la Defensa dels Soldats). Este proyecto ha recibido financiación de la Iniciativa Daphne, se inscribe en la Task Force del Título VI TUE (Cooperación en los ámbitos de Justicia y Asuntos de Interior) de la Secretaría General de la Comisión Europea. Se ha encargado de su realización el Departament de Ciència Política i Dret Públic de la Universitat Autònoma de Barcelona, en convenio con IDS.
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Para abordar de forma coherente e integral el tratamiento legal de las violencias en el ámbito militar debe partirse de una triple perspectiva metodológica En primer lugar, será imprescindible analizar el derecho sustantivo, esto es, el Código penal militar (C.P.M.) y el Régimen disciplinario (R.D.) para describir qué tipo de conductas violentas son constitutivas de delito militar y qué otras se reprimen a través del Régimen disciplinario.
En segundo lugar, será necesario ampliar el análisis a los mecanismos procesales previstos legalmente para perseguir este tipo de conductas. El proceso constituye la actuación práctica del derecho, con la consecuencia que la mayor o menor eficacia de las normas sustantivas dependan en buena medida de la mejor o peor regulación procesal.
Finalmente, el análisis deberá ser completado desde el estudio del contexto jurisdiccional en que estas normas deben ser aplicadas. La configuración actual de la jurisdicción militar -como una jurisdicción especial integrada por militares- condiciona la correcta represión de estas violencias y la tutela judicial efectiva de los derechos de los soldados.
Más allá de la discusión en torno a su inconstitucionalidad -denunciada por voces jurídicas muy autorizadas- el problema que plantea la actual jurisdicción militar es que, a la luz de la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo, permite una "potencial" parcialidad de sus decisiones como militares así como una dependencia de los órganos jurisdiccionales militares respecto a las opiniones de los responsables administrativos de su status profesional.
Para alcanzar la plena realización de todos los principios jurisdiccionales reconocidos en la Constitución (independencia, imparcialidad, exclusividad y unidad) la jurisdicción militar, en tiempos de paz, debería ser asumida por la jurisdicción ordinaria, por el juez ordinario predeterminado por la ley, es decir, por jueces independientes sometidos al Consejo General del Poder Judicial. Además esta decisión ofrecería importantes ventajas presupuestarias. Frente a ella, y debido al poco volumen de casos no podría alegar- se que supondría un colapso para la jurisdicción ordinaria (ver gráfico 1). Tampoco podría alegarse que debilitara las finalidades del Ejército, puesto que esto no se ha producido en todos los países europeos en que se ha introducido esta reforma.
Los aspectos procesales y sustantivos de la cuestión deben ser correctamente comprendidos desde la óptica del interés jurídico que se persigue proteger con todas estas normas: la disciplina. El hecho de que la Constitución haya atribuido a las Fuerzas Armadas la tarea de "garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional" (art. 8 C.E.) ha llevado al legislador a facilitar y reforzar el correcto y ordenado funcionamiento de éstas.
Si bien la disciplina puede llegar a justificar que la interposición de un recurso contra las faltas no tenga efectos suspensivos directos, la limitación de todo el resto de garantías procesales no parecen tan justificadas si tenemos en cuenta que la imposición de estas sanciones suponen privación del derecho fundamental a la libertad (art. 17 C.E.). En cualquier caso, la ausencia de acusación particular y acción popular son un obstáculo procesal a la efectiva persecución de estas violencias.
A nivel sustantivo, la protección de la disciplina como bien jurídico ha modificado la lógica del principio de proporcionalidad presente en el Derecho sancionador común. Conductas violentas que en el Código penal común merecen penas de días-multa o arresto de fin de semana, en aras a la protección de la disciplina militar, pueden llegar a penas de privación de libertad de hasta cinco años. Por otro lado, mientras que en el Derecho penal común se excluye la posibilidad de aplicar las consecuencias del delito continuado a supuestos de ataques a bienes eminentemente personales como la integridad física (art. 74 C.P.), en el Derecho penal militar, al entender que el bien jurídico protegido no es la integridad física sino la disciplina se permite su aplicación con las consecuentes ventajas penológicas para el autor.
Pero además, debe destacarse que no toda disciplina está protegida por igual. Del análisis de la normativa militar puede afirmarse una doble vertiente de la disciplina: una "institucional", de sumisión del mando militar a los valores y principios constitucionales que permitirá sancionar aquellos abusos de autoridad que atenten contra la integridad física y la dignidad de los subordinados; y otra "personal", tendiente a asegurar el cumplimiento de la voluntad de los mandos y el funcionamiento operativo de las unidades de forma armónica y ordenada, que permitirá sancionar las conductas que atenten contra la integridad física y la dignidad tanto de superiores jerárquicos como de los propios compañeros. A pesar de esa doble protección, existen diferencias sustanciales respecto a la protección de estas dos vertientes.
La regulación sustantiva de las violencias en el ámbito militar debería ser objeto de una reforma dirigida a alcanzar tres objetivos principales: (1) precisar la delimitación entre ilícito penal e ilícito administrativo para garantizar el derecho a la seguridad jurídica y la interdicción de la arbitrariedad de los poderes públicos (art. 9.3 C.E.) (ver gráfico 2); (2) lograr coherencia entre las sanciones impuestas a superiores e inferiores jerárquicos por los mismos hechos para garantizar los principios de justicia material, igualdad y proporcionalidad (art. 14 en relación al 1.1 C.E.); y (3) garantizar la proporcionalidad de sus penas respecto a las previstas en el Código penal común de 1995.
Respecto al primero, podría ganarse en precisión delimitadora si en el ámbito militar se mantuviera la tipificación de los delitos contra la vida, la integridad física y moral y el honor, y se adaptara la redacción de las sanciones disciplinarias relativas a esos bienes jurídicos a las faltas del Código penal común. En cualquier caso, debería excepcionarse dos conductas: (1) la represión de la violencia física entre soldados de distinto rango jerárquico que, independientemente de su gravedad, debería ser constitutiva de delito y (2) la realización de acciones que supongan vejaciones a compañeros (las llamadas "novatadas") que, por lesionar gravemente la dignidad de las personas y la disciplina "personal", merecerían ser calificadas como delito.
Respecto al segundo objetivo, éste se podría alcanzar manteniendo las mismas penas tanto para las violencias realizadas a un superior que a un inferior. No se alcanza a ver por qué la misma conducta de maltrato de obra, cuando es realizada a un superior puede verse impuesta en su mitad superior "cuando el hecho se ejecutare en acto de servicio o con ocasión del mismo" (art. 99 C.P.M.) y cuando es realizada a un inferior no existe esa previsión legal.
Respecto al tercer objetivo, se podría evitar la desproporción si se mantuvieran las mismas penas vigentes en el Código penal de 1995. Para preservar la disciplina en su doble vertiente "institucional" y "personal", haría falta únicamente incorporar una agravante genérica que aumentara la pena, respectivamente, en aquellos supuestos en los que se "abusara del cargo" o "se realizaran contra un superior jerárquico" y otra que lo hiciera para los supuestos en que la conducta se realizara "en acto de servicio o con ocasión de éste".
En cualquier caso, el nuevo texto debería someterse a una profunda revisión para recoger las propuestas acabadas de exponer y todas aquellas cuestiones estrictamente técnicas que hemos ido analizando a lo largo del trabajo. De estas últimas, deberíamos destacar, sobre todo, la necesidad de eliminar la técnica de los delitos cualificados por el resultado.
EL TRATAMIENTO DE LA VIOLENCIA EN EL ÁMBITO MILITAR EN EL ORDENAMIENTO JURÍDICO ESPAÑOL
Informe elaborado bajo la dirección de: Dra. Dña. Mercedes García Arán. (Catedrática de Derecho Penal de la Universitat Autònoma de Barcelona) por Dr.D. Joan Baucells i Lladós (Profesor asociado al Area de Derecho penal de la Universitat Autònoma de Barcelona). y D. Jordi Sala i Muntané (Abogado).
SILENCIOS. LAS VIOLENCIAS PARALELAS EN LAS FUERZAS ARMADAS Resumen
Responsable del proyecto:
José Adelantado (Universitat Autònoma de Barcelona)
Director de la investigación:
Xavier Rambla (Universitat de Vic)
Equipo de investigación:
Isaac González (Universitat Autònoma de Barcelona) y
Montse Mora (Universitat Autònoma de Barcelona)
Colaboradores:
Tomàs Gisbert (Informació per a la Defensa dels Soldats) y
José A. Noguera (Universitat Autònoma de Barcelona)
Este estudio se ha realizado en el marco del proyecto SILENCIOS promovido por IDS (Informació per a la Defensa dels Soldats). El proyecto ha recibido la financiación de la Iniciativa Daphne para el periodo 1998-1999. Se inscribe en la Task Force del Título VI TUE (Cooperación en los ámbitos de Justicia y Asuntos del Interior) de la Secretaría General de la Comisión Europea. Se ha encargado de su realización el Departament de Sociología de la Universitat Autònoma de Barcelona en convenio con IDS.
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El informe intenta responder una pregunta sugerida a raíz del servicio de asesoramiento a reclutas que la asociación Informació per a la Defensa dels Soldats presta desde 1990. Su objetivo es explicar porque los soldados son víctimas de la violencia paralela dentro del servicio militar.
Desde varias perspectivas sociológicas se han propuesto tres explicaciones a este fenómeno. Una: que este sufrimiento se debe a los últimos restos del militarismo del pasado. Dos: que los soldados sufren porque atraviesan un rito de paso. Tres: que la violencia paralela, y por tanto el sufrimiento de los soldados, es una característica de la organización militar. La investigación presentada se ha basado en este tercer análisis.
Desde esta perspectiva, se han distinguido dos facetas de la violencia militar, se ha constatado que estas dos facetas se entremezclan en la vida castrense, y se han señalado los factores de esta intersección.
Entendemos que la violencia es una relación social en la que una parte restringe las posibilidades de acción de la otra. En términos gráficos, esta definición se resume en la idea de que la violencia es una humillación, una circunstancia en que una persona debe agachar la cabeza ante otra.
Entendemos que la violencia es una relación social en la cual una parte restringe las posibilidades de acción de la otra. En términos gráficos, esta definición se resume en la idea de que la violencia es una humillación, una circunstancia en la cual una persona ha de bajar la cabeza frente a otra.
Distinguimos una violencia militar oficial y una violencia militar paralela. La violencia oficial es necesaria para que los ejércitos satisfagan su función de preparar la guerra. A los soldados se les aparta de su entorno social, y se les somete a una disciplina, con el fin de conseguir que se motiven para luchar contra un enemigo posible. La violencia paralela, en cambio, es el conjunto de perjuicios que sufren los soldados sin que sirvan explícitamente para preparar esta defensa.
Hemos señalado unas manifestaciones concretas de cada una de estas violencias. Por un lado, la violencia oficial se encarna en la aplicación de normas explícitas, en los márgenes de transgresión tolerados de éstas, y en los ejercicios bélicos. Por otro, la violencia paralela se observa detrás de las arbitrariedades castrenses, los abusos entre soldados, los privilegios de veteranía, las novatadas, las peleas, los conflictos jerárquicos entre soldados y el sexismo contra las mujeres militares. Si se revisan las referencias a estas categorías recogidas mediante una muestra de entrevistas, se constata que las formas oficiales conllevan implicaciones paralelas y que las formas paralelas conllevan implicaciones oficiales. Así, la aplicación de normas, su transgresión y las arbitrariedades castrenses determinan tres grados de mortificación que sufren los soldados, a pesar de que las dos primeras categorías remiten a la violencia oficial y las últimas a la paralela. Del mismo modo, los abusos o los conflictos entre soldados suelen reproducir elementos de la jerarquía de mando, o bien las novatadas se inspiran en ritos parecidos a la jura de bandera o a los ejercicios bélicos.
El cuadro siguiente esquematiza los pormenores de esta intersección entre las formas de la violencia militar:
Manifestaciones de la violencia militar (orientación principal) |
Sentido con respecto a la preparación de la guerra (implicaciones oficiales) |
Implicaciones paralelas |
a. aplicación de normas explícitas (violencia oficial) |
Sanciones y premiosControles Apartamiento Clasificación de los soldados Estrategias de adaptación Persecución de novatadasAprendizaje bélico Arrestos de cosas |
Implicación secundaria: es un grado de mortificación, junto con los márgenes de transgresión (oficiales) y las arbitrariedades (paralelas) |
b. márgenes de transgresión tolerados (violencia oficial) |
Transigencia con los soldados en general Transigencia con los veteranos Transigencia con ciertos grupos y cuerpos Conductas positivas de los mandos Conductas negativas de los mandos |
Implicación secundaria: es un grado de mortificación, junto con el cumplimiento de normas (oficial) y las arbitrariedades (paralelas) |
c. ejercicios bélicos (violencia oficial) |
Maniobras Tiro Competiciones Guardias Excesos con armas Orden cerrado |
Implicaciones secundarias: estas actividades “sellan” ritualmente la violencia oficial al manifestarla dentro de simulacros muy estipulados, pero se producen algunos excesos por el uso de las armas |
d. arbitrariedades castrenses (violencia paralela) |
Implicaciones secundarias: es el grado máximo de mortificación, si se compara con la mortificación oficial (a. y b.) |
Sanciones injustificadas Humillaciones y agresiones Poner en peligro la integridad física de los soldados Irregularidades de los mandos en perjuicio de los soldados Repercusiones de las arbitrariedades para los soldados |
e. abusos entre soldados (violencia paralela) |
Implicaciones secundarias: las agresiones extreman la mortificación oficial, mientras que los derechos institucionalizan informalmente los grupos primarios |
Obligación de aguantar agresiones de los veteranos Obligación de conceder derechos a los veteranos |
f. privilegios de veteranía (violencia paralela) |
Implicaciones secundarias: constituyen equilibrios informales a raíz de la jerarquía o de la división del trabajo, y de este modo acaban reforzando a veces la carrera moral |
Favorecer a los veteranos al conceder pases, permitir que los novatos asuman más servicios, etc. |
g. novatadas (violencia paralela) |
Implicaciones secundarias: los soldados reproducen el ritualismo de los ejercicios bélicos en las novatadas que inventan |
Ensuciar con espuma, orinarse encima de novatos, hacer representaciones, etc. (v. Anexo) |
h. peleas (violencia paralela) |
Implicaciones secundarias: reproducen la jerarquía de grupos |
Entre cuerpos, con los autóctonos de la ciudad, etc. |
i. conflictos jerárquicos entre soldados (violencia paralela) |
Implicaciones secundarias: surgen de los equilibrios informales establecidos por los privilegios de veteranía |
Varias fricciones entre cabos y veteranos, o entre novatos y veteranos |
j. sexismo contra las mujeres militares (violencia paralela) |
Implicaciones secundarias: compromete el objetivo oficial de abrir las profesiones militares a las mujeres |
Bromas continuas |
Entre los factores más influyentes en esta intersección de violencias oficiales y paralelas se han destacado los siguientes:
1. La organización militar se estructura como una jerarquía de grupos primarios, es decir, de grupos unidos por la convivencia directa. Estos grupos sobreponen los mandos a la tropa, pero también unos reemplazos a otros, o bien los cuerpos operativos a los cuerpos de apoyo.
2. La “carrera moral” de los soldados dentro del ejército establece una pauta de las manifestaciones de ambos tipos de violencia.En particular, la mayor intensidad de la violencia oficial se da en el momento de la instrucción, mientras que la mayor intensidad de la violencia paralela ocurre cuando los reemplazos llegan a su destino definitivo. Todos los soldados atraviesan en grupo estos estadios (instrucción, incorporación a un destino como novatos, veteranía y licencia); por tanto, las violencias paralelas adquieren buena parte de su sentido como secuencias de este proceso.
3. Se espera, y se consigue, que los soldados asocien los valores militares con los rasgos socioculturales del género masculino. De hecho, aunque el servicio militar haya dejado de ser un rito de iniciación para todos los hombres del país, conserva unas connotaciones iniciáticas. Lo que atrae de la disciplina militar es la “experiencia” de haber sabido estar a la altura, de haber atravesado la prueba junto con un grupo de compañeros. Las violencias oficiales y paralelas refuerzan el sentido de esta prueba, y las solidaridades resultantes del paso conjunto las vehiculan.
La jerarquía de grupos primarios
Puesto que la violencia militar se ejerce mediante unas prácticas sociales que cumplen funciones burocráticas o rituales, sus manifestaciones se pueden clasificar de acuerdo con este criterio. Además, cabe establecer una distinción transversal entre aquellas manifestaciones violentas en que los soldados son víctimas de una orden o de una norma y aquellas otras manifestaciones en que unos soldados son agresores y otros son víctimas. De este modo se perfilan cuatro tipos de violencia militar.
I. La violencia militar burocrática entre mandos y soldados, o bien entre normas y soldados. Abarca el cumplimiento explícito de disposiciones (a.) y los márgenes de transgresión tolerados discrecionalmente (b.), pero también deja un amplio margen a la arbitrariedad de los superiores (d.). Contra esta arbitrariedad sólo se puede protestar siguiendo el conducto jerárquico, que obliga a presentar la reclamación ante el superior inmediato. La violencia oficial (aplicación de normas con transgresiones toleradas) y la paralela (arbitrariedad) se intercalan por tanto.
II. La violencia militar burocrática entre soldados. Los privilegios de veteranía (f.) o los conflictos jerárquicos entre soldados (i.) componen este tipo. Ambas categorías de violencia llevan la contraposición entre grupos de soldados más allá de las tareas militares. En general, en estas circunstancias se dirimen intereses con respecto a ventajas relativas, pero también puede ser que unos grupos intenten imponerse sobre otros sin mayor intención material que la de mostrar su supe- rioridad. Se abre una gran variedad de conflictos que pueden abrir unas u otras brechas según qué tipo de clasificación activen los grupos de soldados al interactuar.
III. La violencia militar ritual entre mandos y soldados, o bien entre normas y soldados. Los ejercicios bélicos (c.) son intrínsecamente rituales, puesto que siempre deben representar una situación eventual como si ésta fuese cierta. Así, desde el ejercicio más estético, el orden cerrado, hasta los más semejantes al combate, las maniobras nocturnas o el tiro, pasando por el deporte o las marchas, en todos los casos se depende del grupo: para desfilar, para tomar la posición, para evitar accidentes si alguien se gira con el arma cargada, para ganar un partido o para aguantar en un ascenso. En todas estas ocasiones la institución pretende sellar los espacios de la violencia oficial. El entrenamiento militar debe enseñar a matar en unas circunstancias especiales, fuera de las cuales la guerra debe cesar, al igual que el tiro, la marcha, las maniobras o el desfile constituyen unas circunstancias especiales donde se puede manejar las armas, pero éstas deben ser inaccesibles en otros momentos. Sin embargo, este intento de aislar el uso de las armas no acaba de conseguirse. En muchas entrevistas los exsoldados han comentado su afición por usarlas, y su capacidad de maravillarse ante ellas, por su valor intrínseco. En un cuartel, por ejemplo, se premiaba a la tropa pemitiéndole ejercitarse en el uso de ametralladoras con balas incendiarias, a pesar de que el único cometido de esta tropa fuese el mantenimiento y la vigilancia de una base aérea. El entrevistado contaba aquellos ejercicios por el mero placer de disparar, sin preocuparse en absoluto de su relación con su entrenamiento para hacer guardias con el subfusil. Otro entrevistado explicó de pasada, como una anécdota final, que uno de los últimos días de servicio hirió a un compañero con un arma de fuego. Según su versión, había apretado el gatillo mientras jugaban pensando que no estaba cargada. Afortunadamente, pudieron disimular la herida en enfermería explicando que era consecuencia de un golpe con la taquilla. Les interrogaron por separado pero mantuvieron su versión y salieron indemnes (A pesar de que la entrevista no lo aclara, parece que el incidente debió de ocurrir fuera del cuartel, y probablemente con una escopeta de perdigones).
Aunque sean escasas, se encuentran algunas alusiones al mal uso del armamento por parte de los mandos. Es el caso del capitán que dispara a los perros dentro del cuartel al grito de “!un moro!”, o el del sargento que amenazó a un soldado con una pistola porque le había ganado al parchís en el cuerpo de guardia. Para los soldados se trata de mandos alterados psicológicamente, un “yonqui” decía el entrevistado con respecto al perdedor de la partida, pero una parte relativamente normal de la vida militar.
IV. La violencia militar ritual entre soldados. Las novatadas (g.) son la expresión paradigmática de este tipo de violencia militar. Su orientación paralela es clara, todavía más cuanto las normas prevén que sean perseguidas su perpetración y su aceptación. En este sentido la violencia oficial y la paralela se intercalan de un modo distinto a los casos anteriores, ya que aquí la primera persigue a la segunda. Con todo, la violencia ritual entre soldados se manifiesta de otras maneras, tales como las peleas entre soldados (h.) o bien el sexismo contra las mujeres militares (j.). De entrada, éstas son formas de violencia paralela, puesto que en ellas unos soldados pretenden humillar a otros/as al margen de toda referencia al combate. Sin embargo, al pelearse entre sí los soldados recurren a un juego simbólico tan ritual como el de los ejercicios bélicos, puesto que demuestran una gran habilidad para tensar su comportamiento ante cualquier enemigo ficticio. Es análogo el papel de su misoginia, que adopta una clasificación extramilitar para defenderse ante una “intrusión”. En suma, el ritual de repetir unos comportamientos y remitirlos a un referente lejano da tanto sentido a los simulacros bélicos como a las peleas o el sexismo de los soldados, y de nuevo los grupos actúan como sujetos u objetos de estas acciones.
La carrera moral del soldado
La violencia oficial regula la secuencia del entrenamiento. Es más intensa, en la forma de arrestos o de ejercicios bélicos, durante el periodo de instrucción, cuando ningún recluta dispone del más mínimo margen de acción propia. Sólo se puede obedecer. Más tarde la Jura marca el momento en que se pasa a ser soldado de pleno derecho y se obtiene un puesto. Sea por la contraposición entre la presión y el alivio relativo, o bien por la superación de una prueba en la Escala de Complemento y en los cuerpos operativos, la violencia oficial diferencia siempre estas dos fases. En consecuencia, la carrera carrera moral se estructura de tal manera que acaba pautando ambas formas de violencia. La violencia oficial establece la división más visible entre el periodo de mortificación y el de adaptación, y abre paso a la violencia paralela que los veteranos ejercen sobre los novatos. El momento de las novatadas más duras es el de la entrada de los novatos en los destinos una vez han jurado bandera, ya que en aquel momento “sus” veteranos se estrenan en el disfrute de esta categoría informal, y pueden mostrar su paso colectivo de este penúltimo umbral simbólico ejerciendo precisamente el derecho de novatada.
La identificación militar de los soldados
Según los entrevistados, el servicio militar a veces cambia a los soldados. En general, no les “hace un hombre”, en el sentido tradicional de la palabra, pero les puede atemperar el carácter; les hace madurar, ser más sensible y cariñoso, o más responsable; les enseña a pensarse las cosas dos veces; les despabila; les endurece; les vuelve más agresivos; les hace más sumisos en el trabajo y más disciplinados; o bien les inculca una mayor autoestima y autoconocimiento y porque les permite ser alguien; les enseña a superar la timidez, y también puede enseñarles a “ser más chico de ciudad”. Se trata de un conjunto heterogéneo de cambios, susceptibles asimismo de una valoración distinta.
La variedad de estas alusiones se debe a la variedad de los modos en que los soldados se identifican con los valores militares. El análisis ha permitido distinguir entre quienes se distancian de la vida militar evaluando sus perjuicios, quienes la asumen como una realidad inevitable, y quienes demuestran un interés personal por ella. ¿Cómo se producen estas adhesiones incluso entre conscriptos?. ¿Por qué se adhieren a los valores militares a pesar del sufrimiento que éstos les puedan infligir?. La sociología militar ha demostrado que la institución militar no recurre al patriotismo para llevar a los hombres al combate, ni parece que nuestros entrevistados se identifiquen con este valor. ¿Cuál es el recurso para que el ejército gane adeptos entre los exsoldados que fueron obligados y declaran haber vivido la violencia militar oficial y paralela?
La clave reside en el hecho de que la mayor parte de los soldados que declaran adherirse a los valores militares establecen una conexión entre el sentido de éstos y su masculinidad. El género masculino del soldado es lo que otorga un sentido a las características militares que incorpora; es, en suma, lo que vincula su vivencia personal con el grupo (corporativo en primer lugar, y nacional en segundo) al que va a pertenecer después del entrenamiento. El ritual militar dificulta la posibilidad de que las mujeres participen en los ejercicios bélicos, ya que la presencia de éstas altera el valor ritual de aquellos. De hecho, si feminizamos los sustantivos de las canciones militares más usadas, buena parte de ellas ve su sentido completamente alterado.
Los reclutas entrevistados encuentran sentido a los valores militares porque los conectan con su identidades masculinas. Estas identidades se vertebran con respecto a unas reglas sociales de separación y jerarquía de los espacios. En muchas circunstancias los hombres tienen que asumir asumir estas reglas, ya sea para aplicarlas ya sea para distanciarse de ellas.
Por un lado, el entrenamiento militar justamente se convierte en una inciación, una entrada a un estadio vital diferente del anterior, con respecto a la cual los soldados establecen una relación parecida. Lo valoren positiva o negativamente los soldados reconocen que atravesaron una línea en su vida, que dentro no pudieron ser como fuera. Esto es precisamente lo bueno y lo malo del servicio militar. Allí les humillaron, si por humillar entendemos que les obligaron a restringir su margen de acción, y esta humillación es el motivo de orgullo o de decepción.
Por otro lado, este paso lo dieron al unísono con otros hombres. Aceptan algunos que no tiene por qué ser diferente si los soldados son mujeres, pero acaban contando las tensiones que esto provoca. Este vínculo es otra de las características sociales de la masculinidad; emerge de la violencia sufrida, y puede ser el catalizador de otras manifestaciones violentas.
La violencia, pues, juega un papel en ambas facetas de la identificación militar. Ya sea mediante la mortificación oficial necesaria para prepararse ante el combate, mediante la mortificación paralela de las arbitrariedades y los abusos, ya sea mediante el espíritu guerrero de cuerpo, o la guerrilla paralela entre grupos primarios, los soldados acaban identificándose con unos valores militares que les apelan en tanto que son hombres quienes atraviesan el umbral en grupo. Este es el poso del servicio militar en la identidad de quienes lo han vivido. Sólo unos pocos señalan que mantuvieron una distancia, si bien aceptan que en algo también ellos cambiaron.
Implicaciones del estudio
Esta interpretación se apoya en el análisis de una muestra de treinta y tres entrevistas mantenidas con jóvenes que han realizado su servicio militar entre 1997 y 1999, procedentes de Cataluña, la Comunidad Valenciana y Castilla-La Mancha. Se les ha preguntado por el proceso que ha seguido su entrenamiento militar; se les ha solicitado que describan a sus compañeros de reemplazo, a los soldados profesionales, a los mandos y a las mujeres militares que encontraron en su cuartel; y por último se les ha pedido que valoren si el servicio militar les ha cambiado en algo.
Como sucede en toda investigación, los términos en que se han definido los fenómenos y analizado las entrevistas asumen en este estudio unos puntos de vista normativos. La filosofía de la ciencia ha argumentado repetidas veces que todo estudio de “lo que es” remite a una interpretación de “lo que debe ser”. Las características propias de la investigación se han expuesto en los párrafos anteriores, y deben juzgarse en términos de su validez teórica y empírica. Pero esto no anula en absoluto sus implicaciones normativas.
La lectura de estos resultados sugiere las siguientes reflexiones. Un objetivo deseable de los ejércitos democráticos, sin lugar a dudas, es la eliminación de las violencias paralelas. Además, este objetivo es aún más inminente cuando estos ejércitos se comprometen a participar en operaciones de mantenimiento de la paz en regiones distintas del mundo, ya que la versatilidad y la complicación de estas operaciones requieren que los soldados sepan medir los límites de la violencia oficial para cumplir satisfactoriamente con su cometido. Sin embargo, el análisis de la organización militar indica que será extremadamente complicada la erradicación de esta violencia paralela, puesto que se ha convertido en un rasgo estructural de esta organización.
Incluso los soldados que niegan haber participado en acciones de violencia paralela acaban reconociendo que a la larga “aprendieron” a implicarse en ellas. Aún más, quienes reniegan de esta violencia con mayor vehemencia son los que menos comparten los valores militares, es decir, los que se acercarán menos a un ejército profesional. Por otra parte, todos los soldados distinguen las acciones violentas que son una “broma” de las que son una “putada”, pero esta misma distinción es móvil y se puede convertir en un criterio para legitimar verdaderas agresiones.
Ante estas circunstancias, será muy difícil suprimir la violencia paralela del ejército. La organización militar necesita estos poros de violencia para funcionar. Sin ellos, se ahogaría, como se ahogaría un ser humano que no pudiese transpirar por los poros de la piel.
Pero la discusión política sobre el ejército ha puesto esta cuestión sobre la mesa. Hoy en día se propone que los ejércitos sustituyan su antigua misión defensiva por la de mantener la paz en las regiones conflictivas, y se ha disipado la imagen de un enemigo invasor que amenace a la mayoría de países democráticos. Por ello se subraya la importancia de que el entrenamiento militar evite que la violencia desborde los límites oficiales, de que los soldados aprendan a operar en situaciones complejas donde la respuesta automática puede ser perjudicial, y de que su entrenamiento evite cualquier posible abuso. Sin embargo, nuestras conclusiones sugieren que no es verosímil la posibilidad de conseguir este empeño.
Frente a estas propuestas se ha sugerido la necesidad de buscar otras formas de seguridad internacional menos militares. Se trata de estrategias inspiradas en la cooperación, el desarme, la cultura de paz, el desarrollo sostenible, etc. Ciertamente, esta alternativa es compleja y contradictoria, pero es imprescindible recordar que no es más compleja ni más contradictoria que el objetivo de limitar la violencia militar a la violencia oficial.
SILENCIOS. LAS VIOLENCIAS PARALELAS EN LAS FUERZAS ARMADAS
Responsable del proyecto:
José Adelantado (Universitat Autònoma de Barcelona)
Director de la investigación:
Xavier Rambla (Universitat de Vic)
Equipo de investigación:
Isaac González (Universitat Autònoma de Barcelona) y
Montse Mora (Universitat Autònoma de Barcelona)
Colaboradores:
Tomàs Gisbert (Informació per a la Defensa dels Soldats) y
José A. Noguera (Universitat Autònoma de Barcelona)
Este estudio se ha realizado en el marco del proyecto SILENCIOS promovido por IDS (Informació per a la Defensa dels Soldats). El proyecto ha recibido la financiación de la Iniciativa Daphne para el periodo 1998-1999. Se inscribe en la Task Force del Título VI TUE (Cooperación en los ámbitos de Justicia y Asuntos del Interior) de la Secretaría General de la Comisión Europea. Se ha encargado de su realización el Departament de Sociología de la Universitat Autònoma de Barcelona en convenio con IDS.
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Indice
Explicación evolucionista
Explicación simbolista
Explicación organizativa
La validez interna de las entrevistas
La validez externa de las entrevistas
La violencia en la jerarquía de grupos primarios
La violencia en la carrera moral del soldado
La reserva de rol
La adhesión colectivista
La adhesión individualista
El sentido institucional de la identificación militar
Conclusión
Bibliografía
Anexo I. El guión de entrevista
Anexo II. La plantilla de análisis
Anexo III. Acciones violentas mencionadas en las entrevistas
ÍNDICE DE CUADROS
Cuadro I. Composición de la muestra de entrevistados
Cuadro II. Manifestaciones de la violencia militar
Cuadro III. La violencia militar y la jerarquía de grupos primarios
Este estudio sociológico intenta responder a las preguntas sugeridas a raíz de la actividad de asesoramiento y apoyo a los soldados en sus quejas que la Informació per a la Defensa dels Soldats efectúa desde 1990. En aquel momento un grupo de personas vinculadas a los movimientos antimilitaristas consideraron que era necesario ayudar a los mismos reclutas para resolver los problemas que se les pudiesen presentar, y denunciar las arbitrariedades a las cuales su situación les expone. Tras nueve años de experiencia la IDS se ha convencido de que los soldados sufren varios niveles de violencia durante el servicio militar, y que éstas se silencian en todos los debates públicos sobre el tema.
Durante este mismo periodo el ejército español ha experimentado varios cambios. En 1990 el servicio militar era obligatorio para la gran mayoría de los jóvenes, a excepción de los que quedaban excluidos por razones médicas, y de los que se acogían a la entonces incipiente posibilidad de la Prestación Social Sustitutoria. La conscripción forzosa era objeto de debate público, aunque la voluntad política distaba de aceptar su posible abolición. La denuncia de ésta, además, todavía era más radical en el caso del movimiento de insumisos, que desafiaba abiertamente la nueva regulación de las dos posibilidades de servicio militar y prestación social. La organización militar respondía a la lógica que le había impreso el franquismo y tan solo había empezado a retocar la democracia. Por un lado, el gobierno estimulaba el paso a la reserva de los militares refractarios con el orden constitucional. Por otro, su planificación preveía la defensa contra el enemigo soviético y el eventual enemigo marroquí. En cambio, la situación de 1999 es muy distinta: el número de objetores de conciencia se ha disparado durante la década, el ejército español ha participado en varias operaciones internacionales destinadas a pacificar regiones en conflicto, mantiene relaciones mucho más estrechas con la OTAN, y ha llevado a cabo una campaña para mejorar su imagen ante la opinión pública; además, en 1996 se tomó la decisión de profesionalizar la tropa (este proceso finalizará en 2003), las cohortes poblacionales menos numeras han llegado a la edad militar, y se han cerrado muchos cuarteles. En suma, aunque se han suavizado muchos de los factores que a primera vista podían desencadenar aquellos niveles de violencia, la IDS precisamente los ha detectado a lo largo de este periodo.
Nuestro estudio sociológico pretende comprobar si esta intuición es verosímil. Tal y como los métodos de investigación social requieren, se ha formulado la pregunta en los términos más precisos posibles, se ha recogido la información pertinente mediante una técnica cualitativa cuya elección se justifica de acuerdo con aquellos términos, y se ha analizado esta información para indagar si las hipótesis de respuesta son válidas. Las páginas siguientes presentan los pormenores de este proceso.
Con todo, nos parece inexcusable mencionar un aspecto previo antes de entrar en materia. El trabajo de la IDS ha sugerido una pregunta que no se había planteado a lo largo de los casi cincuenta años en que se viene desarrollando la investigación empírica en el campo de la sociología militar (Battistelli, 1990). Afortunadamente se ha podido ampliar el ámbito de estudio más allá del caso específico del ejército español porque la IDS se ha puesto en contacto con la asociación Archivo Disarmo en Italia, que se planteaba un interrogante parecido, si bien con matices distintos.
Así pues, la novedad de la pregunta evidencia que la apertura de los canales donde se discute la política de defensa a unos agentes sociales ajenos al ejército y al gobierno puede enriquecer notablemente la agenda de cuestiones en litigio. En pocas palabras, estas otras voces han puesto en tela de juicio el principio de que la defensa consista en preparar sistemáticamente la guerra, y por tanto apelan simultáneamente a los grandes intereses implicados en aquella tarea como a la vida cotidiana de los ciudadanos y ciudadanas, sean militares o civiles. Intentaremos que esta preocupación por la experiencia cotidiana de la milicia se manifieste en todos los apartados del informe.
El informe se estructura en seis apartados. El primero justifica la pregunta que lo ha guiado, y las investigaciones antecedentes en que se han basado las hipótesis. El segundo resume las características de la metodología adoptada. El tercero, el cuarto y el quinto presentan el grueso de los hallazgos efectuados de acuerdo con aquella pregunta y aquellos procedimientos. Por último, el capítulo de conclusiones resume la argumentación.
1. ¿Por qué sufren los soldados?
En los registros de la IDS se encuentran muchas demandas suscitadas por las varias dudas legales y administrativas que emergen de la elección entre el servicio militar, la prestación social Sustitutoria o la insumisión. Pero también se han inscrito en aquellos registros otras situaciones más traumáticas: soldados que han sufrido persecuciones disciplinarias por parte de un mando, la deserción de soldados ante los abusos continuos que se les infligía en determinadas unidades, novatadas que han resultado mortales, quejas de soldados por las secuelas de una mala asistencia médica, etc.
La introducción de estas observaciones en el debate político se enfrenta a dos tipos de respuestas. Por un lado, la afirmación tajante de que es mentira. Así por ejemplo, la Asociación de Afectados por la Administración Militar de Murcia ha mantenido actualizada durante los años 1997 y 1998 una página web donde se manifiestan libremente unas quejas parecidas, y entre sus aportaciones no ha tardado en aparecer la réplica de dos militares que protestan ante tanta supuesta insidia. Sin embargo, la coherencia del servicio prestado por la IDS y las noticias de juicios debidos a conflictos durante el periodo militar desautorizan considerablemente el argumento de que estos registros sean simplemente una invención antimilitarista.
Por otro lado, la sociología militar proporciona una primera explicación a este sufrimiento de los soldados, que tiende a relativizarlo. Se trata de una explicación "evolucionista" según la cual los sufrimientos de los soldados son consecuencia de las prácticas pretorianas del pasado, pero tienden a desaparecer a medida que el ejército asume unos valores más ocupacionales.
La explicación evolucionista
En esta línea el ejército español ha merecido la atención de los sociólogos que se inspiraban en las hipótesis de Janowitz (1967) y de Moskos (1986, 1989) sobre la profesión militar. De acuerdo con Janowitz, la profesión militar vivía en un mundo aparte dentro de las sociedades occidentales del siglo XIX, cuando la milicia era una actividad relativamente heroica puesto que conllevaba una elevada probabilidad de participar en el combate. No obstante, la proporción de soldados combatientes ha declinado a lo largo del siglo XX, y el arsenal militar se ha complicado técnicamente; todo ello ha suavizado la distancia social entre militares y civiles. Cada vez son menos los militares hijos de militares, cada vez son más quienes alternan una carrera militar con una carrera civil, y cada vez se parecen más las orientaciones colectivas de los militares con las del conjunto de la sociedad.
De acuerdo con Moskos, estas proyecciones son un tanto exageradas. Aunque la tendencia hacia la mentalidad ocupacional es muy acusada, no puede eliminar la especificidad de la profesión militar, la cual en última instancia es la única que debe defender a un país y sólo a este país. Por ello, cabe distinguir entre las actitudes ocupacionales y las actitudes institucionales de los militares, así como determinar empíricamente en qué cuerpos y unidades predominan más las unas o las otras. Las primeras asumen la vida militar como una profesión más entre otras, pero las segundas conceden una considerable importancia a la simbología y los códigos de conducta propios de la milicia. Su interpretación apunta que el equilibrio entre ambas actitudes varía según el tipo de unidades y de departamentos militares a que se haga referencia; por tanto, la organización militar en su conjunto es mucho más plural de lo que Janowitz dejaba entender.
Estas tesis han presidido las investigaciones sobre el ejército español después de 1977. Busquets (1967) apuntó una incipiente asimilación entre lo militar y lo civil en su análisis de los militares de carrera en los años setenta. Olmeda (1985) ha ensanchado el argumento al considerar que la subcultura política de los militares encarnaba en sí misma un potencial de aproximación a los civiles, porque obligaba a una reflexión sobre los fines del ejército la cual no puede dirimirse en términos estrictamente militares.
A pesar de que la carga de la prueba se ha concentrado en el análisis de los mandos militares, Gil (1989) intenta extrapolarla hacia la tropa. Según él, la regionalización de los destinos de los conscriptos, la reducción del periodo de prestación, o bien la reducción de número de accidentes y de suicidios, indican que la gestión del personal militar se ha inclinado decisivamente hacia los principios ocupacionales desde la segunda mitad de los ochenta. Cada vez se tiene más consciencia de que ésta es un recurso humano al que hay que cuidar; por tanto, el apartamiento entre el destino y el domicilio de los reclutas pierde importancia, el periodo de servicio puede acortarse al estrictamente necesario para un entrenamiento básico, o bien anularse, y los abusos que pudieran redundar en peligros para los soldados desaparecen.
Las encuestas de opinión pública sugieren que los pronósticos de Gil hace diez años han acertado en lo que respecta a la experiencia general del servicio militar obligatorio. Así, mientras que Alvira (1992) consignó que el rechazo al servicio militar obligatorio se mantuvo constante entre los jóvenes durante los años ochenta, otros informes recientes constatan que la imagen del ejército ha mejorado considerablemente en los noventa. El CIS (1998) ha analizado la opinión sobre la defensa nacional y la profesionalización del Ejército. Sus datos señalan lo siguiente sobre la imagen colectiva de la institución militar:
a) Después del empresariado, el Ejército es la institución más valorada por los españoles, por delante de la prensa, la Iglesia, los sindicatos y los partidos políticos.
b) Un 11% de entrevistados/as considera la posibilidad de enrolarse en el ejército profesional. El 65% de jóvenes de ambos sexos, además, cree que la profesión militar se escoge por vocación.
La Asociación de Servicios Profesionales (1999) ha resumido las tendencias de varios estudios de opinión en su informe sobre Identidad nacional y cultura de defensa. Constata que la imagen social del ejército ha mejorado notablemente, incluso entre los colectivos que eran más reacios en los ochenta: los menores de treinta años, las personas con ideología de izquierdas, y las de nivel social alto. Asimismo, detalla paso por paso el aumento de la consideración social de los militares respecto a otras instituciones. Añade este informe que el punto de inflexión entre el desprestigio y este relativo reconocimiento fue la Guerra del Golfo, cuando el ejército español empezó a participar plenamente en operaciones internacionales destinadas al mantenimiento de la paz.
Desde nuestro punto de vista, la explicación evolucionista no es acertada a pesar de los datos que la avalan. Una primera razón de esta crítica estriba en la naturaleza de tales datos. Gil (1989) apunta unas tendencias organizativas a partir de unos pocos índices. Sin duda, la asignación de destinos, las condiciones de reclutamiento y la salud laboral de la tropa son variables decisivas para la organización militar, pero estas variables no hacen referencia directa a las actitudes profesionales de los militares. Hoy en día se puede suponer que la profesionalización del ejército va a incrementar la presencia de las actitudes ocupacionales, pero esta suposición es muy precaria a falta de unos estudios convincentes sobre la relativización de las actitudes institucionales. Ocurre otro tanto con las tendencias de la opinión pública. Durante los años noventa la posibilidad de sustituir el servicio militar por una prestación sustitutoria se ha abierto a amplios sectores sociales, sobre todo a aquellos que estudiaban en la universidad y podían tolerar los retrasos que los destinos de los prestadores sociales sufrían en un principio. La preocupación directa por los problemas militares, por tanto, ha declinado al mismo tiempo que la conscripción dejaba de ser absolutamente obligatoria.
La segunda razón para la duda proviene de la proyección de las tesis de Janowitz y de Moskos sobre el caso español. A diferencia de los Estados Unidos y de otros países de la OTAN, donde estas explicaciones han buscado apoyo empírico, en España el predominio de los valores institucionales entre los militares no era tan solo un rasgo de una organización estatal entre otras. Podríamos suponer que el militarismo, es decir, la concepción de que los ejércitos están por encima de toda crisis social a causa de su "elevada" misión de defensa (Molina, 1998), era más explícito en los estados-nación del mundo bipolar de 1950 que en los estados del mundo más globalizado del año 2000. Aunque sea discutible hasta qué punto hoy en día el militarismo ha decrecido, es cierto que la valoración social del patriotismo y del sacrificio militar es muy distinta en un contexto político donde los llamados valores post-materialistas ganan terreno (Battistelli, 1997b).
Aun y así, el militarismo español de 1936 a 1977 era explícitamente del tipo "pretoriano" (Molina, 1998), es decir, situaba el objetivo de defensa en la lucha contra un enemigo interior. El servicio militar tenía una función de adoctrinamiento (o atemorización) colectivo para sustentar la legitimación de una dictadura militar. Por mucho que después los militares se hubieran asimilado a los civiles y se hubieran tomado su profesión como una simple ocupación, hoy en día todavía forma parte del ejército una buena proporción de oficiales formados en aquel otro momento. Además, algunos hechos evidencian que estos procesos han sido mucho más lentos que en otros países: así, desde diciembre de 1980 hasta febrero de 1999 (El Mundo, 11 de febrero de 1999) el Juramento de la Bandera no sólo incluía la defensa de la democracia sino también de las esencias patrias, por cuanto se juraba defender "la soberanía e independencia de la patria, su unidad e integridad territorial y el ordenamiento constitucional"; o bien, la justicia militar contiene lagunas de indefensión legal de los soldados incluso hoy, en el momento de la profesionalización (v. Informe Legal).
Por otra parte, aunque llegase a producirse en un futuro mediato una eventual homologación "cuantitativa" del ejército español según los parámetros de Janowitz y de Moskos, una segunda cuestión permanecería abierta. Una buena parte de la cohesión institucional que necesitan los ejércitos, de acuerdo con Moskos, proviene de su incardinación en la estructura social, y esta incardinación es muy problemática en España. En países como los Estados Unidos e Israel la milicia se ha convertido en una vía de promoción social de las minorías étnicas, al tiempo que sus militares tenían que involucrarse en varias guerras de envergadura. Esta posibilidad sin duda ha contribuido notablemente a legitimar a estos ejércitos. Sin embargo, la economía de servicios lamina sistemáticamente el potencial transferible de las cualificaciones militares, lo cual ha redundado en un claro cierre social para los ex-militares de estas minorías que llegaron los últimos a esta vía de ascenso en aquellos países (Levy, 1998). Cuando en la vida militar podían formarse buenos mecánicos, albañiles, electricistas, mozos de almacén, conductores, aviadores, etc., cuya demanda se ampliaba en los mercados laborales de la época industrial, los exmilitares negros americanos u orientales israelíes tenían ante sí muchas oportunidades. Hoy en día, pueden necesitarse también estos empleos, pero su peso relativo decrece ante el avance de los servicios. Y la formación militar no compensa tan fácilmente la importancia de las titulaciones superiores en estos otros mercados de trabajo.
Queda por ver hasta qué punto las carreras de los exmilitares profesionales futuros encajan en el mercado laboral. Las posibilidades son varias según una amplia panoplia de factores. Pero no cabe duda de que será muy complicado dotar de verdadero sentido ocupacional a las carreras militares que deban acabar saliendo al mercado civil. Algunos datos invitan al pesimismo. En 1999 un treinta por ciento de los/as soldados y marineros/as profesionales sólo ha llegado al Graduado Escolar, y un 26,6% ha finalizado el primer grado de Formación Profesional (MDE, 1999). Esta proporción, cercana al sesenta por ciento, recoge al personal de tropa que apenas ha obtenido la nueva credencial educativa básica, el Graduado de Enseñanza Secundaria, y se encuentra por tanto fuera de los nuevos circuitos de formación profesional. En tales condiciones no es muy segura su inserción en un mercado de trabajo que registra los mayores índices de paro, de paro juvenil y de eventualidad de toda la Unión Europea.
En suma, no parece convincente la tesis de que la orientación ocupacional se extienda irremediablemente entre el personal del ejército español. Esta actitud gana terreno, por supuesto, a pesar de las reminiscencias pretorianas; ahora bien, tiene que afrontar problemas laborales mucho más complejos que en los otros países de la OTAN para tener éxito. Las tendencias evolutivas de Gil (1989) y los datos de la opinión pública no proporcionan una evidencia suficiente para determinar si las actitudes ocupacionales van a universalizarse, o bien, si va a permanecer un poso de actitudes institucionales que den sentido a la situación de muchos militares y de muchas unidades ante eventuales bloqueos organizativos y laborales futuros. Este balance empírico de la explicación evolucionista acrecienta las dudas de que cualquier manifestación de la violencia paralela esté condenada a desaparecer; además, no precisa ningún factor concreto que explique este fenómeno más allá de la creencia de que el progreso contrarrestará los efectos perversos del pasado.
La explicación simbolista
Una segunda explicación del sufrimiento en la milicia se ha inspirado en el interaccionismo simbólico. De acuerdo con ella, los soldados sufren porque se someten a un rito que les introduce en las esencias patrióticas, recogidas en los ritos militares. La estructura simbólica del servicio militar se ha convertido en la principal prueba de esta otra hipótesis. Zulaika (1989) observó cómo este proceso cultural adopta la pauta de un rito de iniciación. El recluta es apartado de sus circunstancias corrientes, se somete a un entrenamiento que le obliga a cumplir órdenes automáticamente --el orden cerrado es el ejemplo paradigmático de dicho entrenamiento--, atraviesa el umbral simbólico en la Jura de Bandera, soporta las condiciones más o menos penosas durante un año o nueve meses, y por último retorna "cambiado" a aquellas circunstancias originales. Rambla (1994) efectuó un análisis parecido mediante la observación de las prácticas sociales dentro de un cuartel. Si bien el análisis de los ritos horarios le conducía a las mismas conclusiones que Zulaika, el análisis de la vigilancia, los ejercicios bélicos y la escala informal introducía algunos matices. En esencia, no todos los soldados atravesaban el rito iniciático de un mismo modo, sino que algunos lo vivían como un rito en el que creían, mientras que otros se distanciaban claramente de los roles militares.
Desde esta perspectiva, la disciplina militar comporta necesariamente un sufrimiento por cuanto anula, al menos parcialmente, al individuo premilitar. Conservaremos en este estudio el grueso de esta argumentación, pero la puntualizaremos con dos comentarios que nos parecen fundamentales.
En primer lugar, el síndrome postfranquista, que en los ochenta se descifraba tras la simbología militar, se ha amortiguado notablemente en los noventa. El cambio del texto con que se jura la bandera quizá sea el ejemplo más claro, sobre todo si se tiene en cuenta que lo ha aprobado un gobierno de derechas. De hecho, entre la explicación simbolista y la evolucionista media un punto de discrepancia cuya virulencia sin embargo se va apagando con el tiempo. Los evolucionistas buscaban datos para aducir que el vaso de la democratización de los ejércitos estaba medio lleno diez años después de la transición política, mientras que los interaccionistas echaban mano de informaciones cualitativas para mostrar que aquel vaso seguía estando medio vacío. Si el análisis se reduce al sentido de la milicia para los participantes, muy probablemente haya que convenir que hoy en día los resabios postfranquistas se han atenuado, es decir, que el vaso todavía se ha llenado un poco más.
En segundo lugar, la explicación simbolista deja abierta una pregunta especialmente relevante para el estudio de las violencias paralelas. Asumamos con la misma seguridad que Gil (1989) que la regionalización, el acortamiento de la prestación, y seguramente la profesionalización, secularizan la disciplina militar. El rito ya no vincula tan directamente las prácticas castrenses con las esencias patrias trascendentales; no ha desaparecido, ya que toda legitimación nacional requiere de un cierto ritualismo, pero no es la pauta de toda la vida militar. En estas condiciones, el nuevo ejército profesional necesita atraer a ese 11% de jóvenes que son proclives a enrolarse. Dispone sin duda de recursos estrictamente laborales, como es el de convertir el expediente militar en un mérito para acceder a varias escalas funcionariales, o el de especificar sus vínculos con determinados sectores económicos. No obstante, a estos/as eventuales candidatos/as no les mueve tan solo el interés económico, sino la "vocación personal" (Secretaría de Defensa, 1998; Battistelli, 1997b, 1998). Ante ello muy probablemente sea necesario poner en práctica estrategias publicitarias que destacan el valor de la aventura militar, la posibilidad de viajar, o como en el caso británico, la capacidad de probarse a uno mismo (Secretaría de Defensa, 1998). Entonces, ¿no será toda la simbología asociada con el rito de iniciación la "materia prima cultural" del nuevo ejército profesional?. El escaso número de mujeres entre las nuevas candidaturas a soldado (MDE, 1999), así como la experiencia de la Guardia Civil en la incorporación del personal femenino (Jar, 1992), así lo sugieren.
Por tanto, es muy arriesgado prolongar la explicación simbolista de la mortificación militar en los años ochenta hacia la situación actual, y aun más para la futura situación de los soldados profesionales. En 1999 en España la disciplina militar no responde básicamente a un pasado pretoriano, sino a las dificultades de asentar una relación estable entre el ejército y el mercado laboral. ¿Puede atraer este ejército a los jóvenes que buscan empleo con promesas laborales inciertas? ¿Puede atraer a los jóvenes motivados por la "vocación personal?". ¿Y a los que combinan ambos motivos?. Para nuestro interés, a diferencia de la explicación evolucionista, el enfoque simbolista determina un factor concreto del sufrimiento registrado por la IDS, ya que es probable que el rito iniciático conserve buena parte de su significación y de su funcionalidad, pero no acaba de interpretar algunos cambios estructurales especialmente relevantes.
La explicación organizativa
Asumiremos una tercera explicación basada en la sociología de las organizaciones. Desde esta perspectiva, una organización es un conjunto de relaciones sociales dispuestas con el fin de alcanzar un objetivo explícito. Las organizaciones se pueden analizar en conjunto, como sistemas con propiedades específicas, o bien se pueden desmontar en prácticas sociales que no siempre buscan o consiguen los objetivos explícitos (Friedberg, 1993). Vista la organización militar en conjunto, la violencia impregna todas sus facetas, puesto que se trata de una organización disciplinaria que debe entrenar a la tropa para el combate. De este modo, no es sorprendente que la violencia trascienda el sentido oficial estricto. De otra parte, las experiencias individuales de las relaciones sociales castrenses dan por sentado que éstas contienen una elevada dosis de violencia paralela, y los soldados llegan a identificarse en ocasiones con esta violencia. El sufrimiento militar, en consecuencia, es una propiedad más de este tipo de organización.
La explicación organizativa se desglosa en dos argumentos: un análisis sistémico y un análisis de las interpretaciones cotidianas.
1. El análisis sistémico de la organización militar proviene de los estudios llevados a cabo por el ejército norteamericano durante la Segunda Guerra Mundial (Battistelli, 1990). En aquel momento un grupo de investigadores se dedicó a buscar exhaustivamente los factores por que los soldados combatían. Sus conclusiones, presentadas en los cuatro tomos del estudio "The American Soldier", dirigido por Stouffer, evidenciaron que el odio al enemigo era un factor secundario en el combate. A partir de centenares de entrevistas y de amplias encuestas, demostraron que estos factores de la beligerancia eran el temor a ser herido, la experiencia de la solidaridad entre el grupo de compañeros, el hecho de seguir unos objetivos claros, la dependencia mutua entre soldados, y las sanciones (Battistelli, 1990: 104-5). Además, observaron que los oficiales desarrollaban una notable capacidad de liderazgo informal en situaciones de combate (Battistelli, 1990: 108). Años más tarde Shils y Janowitz reanalizaron las entrevistas efectuadas a los prisioneros alemanes durante la contienda, y hallaron que el grupo de compañeros era también el factor crucial (Battistelli, 1990: 118). Por último, Moskos repitió el mismo estudio con respecto a los soldados norteamericanos destacados en Vietnam, reconoció de nuevo que la solidaridad grupal era un factor determinante, y añadió que algunos valores ideológicos, como la adhesión al "American way of life" ejercían con todo una influencia relevante (Battistelli, 1990: 122-4).
Battistelli ha hecho el balance de esta línea de investigación y de su validez para el presente. De acuerdo con su lectura, los norteamericanos menospreciaron la influencia de la coerción en sus estudios (1990: 108), pero hoy en día este factor pierde peso con respecto a los motivos personales de experimentar aventuras en las misiones internacionales (1997). En otro sentido, se puede concluir que durante la instrucción el soldado encuentra en el grupo primario con el que sufre la mortificación castrense una compensación psicológica similar a la que Stouffer encontró al estudiar el combate (1990: 108).
Por consiguiente, la organización militar requiere que los soldados sufran. Este sufrimiento es el efecto de dos componentes de esta organización. En primer lugar, la disciplina
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"Sustancialmente no es sino la realización consecuentemente racionalizada, es decir, metódicamente ejercitada, precisa e incondicionalmente opuesta a toda crítica, de una orden recibida así como la íntima actitud exclusivamente encaminada a tal realización. A esta característica se añade otra: la uniformidad de la acción ordenada" (Weber, 1974: 882).
En segundo lugar, el carácter de institución total (Goffman, 1961). Este tipo de organizaciones aparta a un colectivo del exterior, anula su individualidad mediante una mortificación sistemática, y le permite ulteriormente una adaptación a los estrechos espacios de la vida interior. Si bien esta adaptación supone una restricción considerable a su libertad, implica también una mejora relativa con respecto al periodo de mortificación sistemática. En términos gráficos, Goffman definió este proceso como la carrera moral del interno.
La disciplina militar y la institución total castrense son las dos caras de la misma moneda, que no es otra que la preparación para el combate. Los módulos básicos del entrenamiento militar consisten en una mortificación sistemática al tiempo que se ejercita la disciplina absoluta del orden cerrado. De ellos se pasa en los cuerpos operativos a ejercicios bélicos mucho más contundentes, mientras que en los cuerpos de apoyo esta fase previa basta como entrenamiento específico para interiorizar las normas. Todo el proceso se tiñe de los colores rituales que Zulaika (1989) y Rambla (1994) descifraron, pero éstos no responden sólo a la lógica de una legitimación nacional más o menos autoritaria. Responden también al simple hecho de que han demostrado su funcionalidad. En el orden cerrado el grupo de compañeros es crucial para la correcta realización de un desfile, como lo es para superar el conjunto de las pruebas militares. Las acciones sociales del pasado (el orden cerrado proviene de las guerras de los siglos XVII y XVIII, la conscripción mortificaba en el siglo XIX a los jóvenes campesinos que descubrían de este modo su nacionalidad, etc.) y sus efectos "funcionales" para algunos intereses presentes (la docilidad de los ejércitos de masas en las guerras mundiales y bajo las dictaduras, su eficacia en inducir al combate, la generalización de los manuales de instrucción, etc.) se aúnan para imprimir este sello en la organización militar.
La cuestión no es tanto si los soldados dejarán de sufrir una vez que el ritualismo militar se secularice en los ejércitos más globales y menos nacionales; al contrario, la cuestión decisiva radica en los límites de esta violencia oficial. Ésta es institucional desde el punto de vista de Moskos, y por tanto estructural, o intrínseca a la organización militar. ¿Se restringe esta violencia a lo que los reglamentos explicitan?.
2. El análisis de las interpretaciones cotidianas de la milicia sugiere que ésta enciende un fuego cuyas brasas cuestan de apagar por una razón cultural. La violencia militar traspasa los límites de la violencia oficial porque encuentra buena parte de su legitimación social en la configuración del género masculino. Éste le proporciona la materia prima cultural que aquella transforma en la generación de unos combatientes aguerridos. El sentido que el entrenamiento militar adquiere en la vida cotidiana de los soldados, internos en un cuartel durante un periodo de tiempo, conecta con el sentido que la masculinidad ha adquirido en el mundo contemporáneo. De este modo el entrenamiento se naturaliza y la identidad puede exhibirse.
El concepto sociológico de masculinidad, o de género masculino, no hace referencia a una lista de rasgos sociales "viriles" y estáticos, sino que alude a las construcciones históricas y culturales variables que las relaciones sociales montan a partir de las diferencias sexuales. En este sentido, una larga serie de investigaciones han demostrado que las formas de la masculinidad se estructuran en torno a los distintos tipos de competencia por ocupar posiciones centrales en espacios sociales definidos como homogéneos en contraposición a los espacios y rasgos supuestamente femeninos (Bourdieu, 1990, 1998; Kimmel, 1997). Existen por tanto distintas identidades masculinas y algunas de éstas consiguen ser hegemónicas y relegar a las otras (Connell et al, 1997).
Las manifestaciones de la masculinidad en las prácticas sociales entroncan fácilmente con las manifestaciones de la violencia. En un primer sentido,
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"el género dominante es, abrumadoramente, el que sostiene y usa los medios de violencia. Los hombres están armados muchísimo más a menudo que las mujeres". (Connell et al., 1997: 44)
Y por otro lado,
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"la mayoría de los episodios de violencia mayor (considerando los combates militares, homicidios y asaltos armados) son transacciones entre hombres" (Connell et al, 1997: 44)
La organización militar cataliza estas prácticas. El rito de iniciación en que se ha convertido el servicio militar, al menos en algunos países, constituye un criterio social para jerarquizar estos espacios "masculinos". Por supuesto, su legitimación es contradictoria y objeto de tensiones continuas (p.ej. el estatus social proporciona elementos para desafiarla), pero conserva una importante ascendencia.
La violencia militar trasciende la violencia oficial gracias a su encarnación en las identidades masculinas. En ellas se apoya la organización para formar los grupos primarios que necesita. De este modo, a pesar de la entrada de las mujeres, la organización militar les atribuye papeles distintos que a los hombres, y en particular las aleja del combate (Herbert, 1996; Yuval-Davies, 1997). Genera también un código homofóbico de insultos para regular los comportamientos (Rambla, 1994). Induce a los soldados a que asocien el buen servicio militar con la verdadera virilidad, así como el combate con el control psicológico y la agresión directa (Eisenhart, 1975). Además, la tecnología y el entrenamiento militares refuerzan la unidad entre los hombres y las distancias sociales entre hombres que ocupan distintas posiciones de poder, tal como se ha podido demostrar comparando distintas sociedades (Kovitz, 1998).
Según varios estudios, esta conjunción de las orientaciones oficiales y masculinas expande la violencia mucho más allá de los ejercicios bélicos. Matsakis (1996) ha demostrado que el trastorno conocido como el estrés postraumático (reproducción de la angustia experimentada por un peligro de aniquilación en condiciones de ausencia de este peligro) ha perturbado la vida de los veteranos del Vietnam hasta convertir a sus esposas en las segundas víctimas de la guerra. Schwarz-Watts, D.; Morgan, D.W. & Barness, C.J. (1997) han encontrado que el entrenamiento militar se inscribe entre los factores del acoso sexual mediante la persecución por la calle. Dean (1998) ha comparado la documentación sobre la Guerra Civil norteamericana con los estudios clínicos de los veteranos de Vietnam, y ha demostrado que en ambos casos mostraron los exsoldados los mismos problemas de depresión, ansiedad y recuerdos repentinos, con los mismos efectos de suicidios, alcoholismo y violencia doméstica.
En suma, los soldados sufren durante su servicio en filas porque la misma organización militar les expone a situaciones amenazadoras, y porque esta disciplina ha arraigado en las configuraciones más violentas de las identidades masculinas contemporáneas. Esto no significa, evidentemente, que todos los militares experimenten su carrera moral de una misma manera, ni que articulen su identidad de un mismo modo, sino tan solo que es elevada la probabilidad de que la violencia castrense se extienda más allá de las prácticas sociales estrictamente orientadas a la preparación de la guerra.
Si las metáforas pueden ayudar a resumir las ideas, concluimos que nuestro argumento rechaza la interpretación de que las violencias paralelas observadas en la milicia sean un poso de otros tiempos, o que sean únicamente una práctica ritual. Desde nuestro punto de vista, la organización militar es uno de los contenedores de la violencia cuyo monopolio legal se atribuye al estado burocrático (Weber, 1974), pero este contenedor está construido con un material poroso que incorpora y relanza continuamente las semillas de otras formas de violencia que mantienen una relación directa con la violencia militar. Si estos poros se obturasen, difícilmente podría sobrevivir la organización.
2. La información sobre la violencia paralela
Para corroborar las hipótesis sobre la violencia paralela o el sufrimiento de los soldados se requiere de una información específica. De acuerdo con la explicación organizativa, es imprescindible comprobar si efectivamente la violencia paralela arraiga en las estructuras organizativas del ejército, tanto formales como informales, y si adquiere un sentido para los soldados.
Ha sido imposible obtener unos datos cuantitativos que reflejasen adecuadamente este objeto de estudio. Ciertamente, sería conveniente saber los niveles de violencia en las Fuerzas Armadas y ponderarlos por el número de reclutas. Se conseguiría por este medio confirmar o refutar las intuiciones de Gil (1989), y podría indagarse en qué tipos de situaciones es más o menos probable que se manifieste la violencia paralela. Pero las fuentes no permiten apoyar unas conclusiones fiables.
Disponemos de dos fuentes que podrían suministrar datos sobre los niveles de violencia en el Ejército. En primer lugar, el número de accidentes sufridos por la tropa durante el servicio en filas sería un indicador bruto del monto total de víctimas del entrenamiento militar en España. Este número suscitó un cierto debate político a principios de los noventa, y desde entonces su registro ha experimentado algunos cambios. A grandes rasgos, incluye las víctimas derivadas del uso de vehículos o de armas, de relaciones abusivas entre mandos y soldados como entre soldados mismos, o bien de suicidios derivados del sufrimiento militar. A raíz de aquella discusión los registros oficiales empezaron a distinguir los accidentes in itinere de los accidentes en el cumplimiento de funciones estrictamente castrenses. Por otro lado, los procesos judiciales seguidos en torno a las denuncias de abusos son una prueba palmaria de que la clasificación estadística de éstos sigue caminos tan intrincados que no se pueden contar. Por último, en atención a las dificultades que presentan las estadísticas generales de suicidios, aun es más difícil apoyar cualquier conclusión sobre las estadísticas militares de suicidios.
En segundo lugar, el número de arrestos podría medir el peso conjunto de la mortificación oficial y paralela que sufre la tropa como consecuencia del Régimen Disciplinario de las Fuerzas Armadas. Si además se pudiese sumar y desagregar por cuarteles el número de sanciones menores, como la privación de salida, se obtendría un cuadro más completo. Sin embargo, los problemas de registro se reproducen en este punto. La tipificación legal de las sanciones ha cambiado durante los noventa, los únicos datos disponibles sobre arrestos presentan una agregación general, con fuertes oscilaciones en algunas categorías, y los registros de las sanciones menores pueden variar según muchas circunstancias. Por tanto, obtener una medida fiable de las sanciones prácticamente exige que se efectúe una auditoría de organización al conjunto del Ejército español.
Por último, la base estadística sobre la que se deberían ponderar estas magnitudes es también problemática. Las fuentes oficiales no ofrecen datos conjuntos sobre la plantilla de las Fuerzas Armadas. La Encuesta de Población Activa suministra el indicador más fiable en la variable de "relación con la actividad", pero el número resultante no deja de ser una categoría residual dentro de una encuesta. Por otro lado, esta Encuesta también indica la serie histórica de la Población Contada Aparte, donde se incluyen los reclutas; sin embargo, en esta categoría se agregan también los objetores que están prestando los servicios civiles sustitutorios.
Así pues, son tan grandes las dificultades de establecer un registro contable que desaconsejan todo intento de apoyar conclusiones empíricas en datos estadísticos, o más bien, reducen éstos a los sondeos de opinión pública elaborados por el Centro de Investigaciones Sociológicas y comentados en el apartado anterior. La casuística de los primeros anula las generalizaciones, y el carácter indirecto de los segundos no deja de ser un obstáculo.
El estudio que presentamos se ha apoyado en informaciones cualitativas recogidas por medio de la entrevista individual. La técnica se ajusta a los requisitos de validez interna y externa del estudio.
La validez interna de las entrevistas
Hemos elaborado un guión de entrevista sobre las etapas del servicio, las comparaciones intergrupales y la motivación para hacer el servicio militar (v. anexo I). De este modo la entrevista hacía referencia a los aspectos formales e informales de la organización militar, así como a la experiencia cotidiana de los soldados.
De cada entrevista se han analizado las alusiones a la burocracia militar (horarios, sanciones, división del trabajo, regímenes de salida, etc.) y a los ritos militares (ejercicios bélicos, vigilancia, escala informal entre reclutas). Se ha distinguido asimismo cuál era la motivación individual para elegir el SMO, qué cambios decían los entrevistados que habían experimentado en él, cómo percibían a sus compañeros y cómo percibían a los mandos. Se ha indagado si en cada una de estas categorías aparecían menciones a las formas oficiales o paralelas de la violencia militar, y se han sistematizado estas menciones para cada uno de los informantes (v. Anexo II).
Varias razones justifican que se hayan tomado estas decisiones para generar las informaciones pertinentes.
1. Los entrevistados han narrado su "mili". Han contado sus recuerdos y han incluido libremente entre ellos la referencia a circunstancias de violencia. El contexto, por tanto, ha sido un discurso significativo para ellos en cuanto se le atribuyen unas interpretaciones sociales conocidas.
2. Los entrevistados han desarrollado su propia opinión sobre el servicio militar. Han argumentado su adhesión o su rechazo a los valores militares, han recordado el momento en que decidieron hacer la "mili", y han expresado como han querido su imagen del servicio militar y del ejército.
3. Cuando han aparecido circunstancias de violencia en las narraciones, se han relanzado las preguntas para averiguar los varios niveles de significación que se les atribuían. Y por cierto, se han detectado variaciones importantes entre estos niveles, sobre todo en lo que respecta a las novatadas.
4. Con el fin de avivar el recuerdo se utilizó un guión de entrevista de tipo estructurado. Buena parte de las cuestiones se inspiraban en la experiencia etnográfica de Rambla (1994), en la revisión de los registros de la Informació per a la Defensa del Soldats, en la lectura de varias noticias de prensa sobre incidentes en las Fuerzas Armadas, así como de las distintas páginas web donde se presentan distintas interpretaciones e informaciones del ejército (v. bibliografía). En este sentido se ha dirigido un breve cuestionario electrónico a algunos de los autores de estas páginas.
Estas entrevistas, por tanto, recogen los discursos con los que el servicio militar obligatorio se introduce en la vida cotidiana de muchas personas. Estos recuerdos y estas interpretaciones son el caldo de cultivo de las opiniones sobre las Fuerzas Armadas, de las actitudes hacia ellas, y la fuente de información de muchas personas, entre ellas los futuros soldados profesionales.
Se puede discutir su veracidad como la de cualquier información. La información, evidentemente, siempre surge de unos intereses sociales concretos que generan las preguntas a las que aquélla responde. En este sentido queremos ponderar la crítica de que nuestros entrevistados pueden haber mentido. De entrada, hemos visto que ésta es una posible reacción ante cualquier referencia a la violencia paralela en las Fuerzas Armadas, aunque cabe recordar que en un sentido estricto tan frágil es una afirmación genérica como la negación del fenómeno.
Con todo, la técnica de la entrevista proporciona dos garantías contra la eventual doblez de los informantes. En primer lugar, si sus respuestas articulan de un mismo modo una serie de significados culturales, es difícil que éstas sean el fruto de una suma de invenciones individuales. Al menos, dado el caso de que las conexiones establecidas por nuestros informantes entre las varias connotaciones del servicio militar son parecidas, parece razonable concluir que estas narraciones son reales en sus efectos: la gente cree que este entrenamiento militar es así, y los reclutas lo creen también al entrar en un cuartel.
En segundo lugar, estas respuestas han rebasado con mucho el punto de saturación. Las metodologías cualitativas de las ciencias sociales asumen que el punto de saturación es aquel en que se repite tanto la información proporcionada por las fuentes que difícilmente puede añadirse algo más. La mayoría de las treinta y tres versiones recogidas ha coincidido en señalar manifestaciones de la violencia paralela en la experiencia del servicio militar obligatorio.
Por último, es obvio que no se pueden extrapolar estos resultados para predecir lo que va a ser el servicio en un ejército profesional. De hecho, ni siquiera las entrevistas con los actuales soldados profesionales garantizarían en este momento un pronóstico seguro. Nuestros informantes han coincidido en apuntar que los soldados profesionales gozan de unos privilegios relativos en lo que respecta a las instalaciones y la consideración de los mandos, pero esta situación desaparecerá en el momento en que desaparezca la conscripción y estos soldados pasen de ser el penúltimo a ser el último eslabón de la cadena jerárquica. Sin embargo, es importante anotar que las versiones de los soldados que manifiestan una adhesión a los valores militares, y en particular las de los que manifiestan una adhesión individualista, podrían ser un preludio de las que expresen los futuros soldados profesionales.
La validez externa de las entrevistas
Las técnicas cualitativas de investigación social captan los matices simbólicos de unas versiones de la realidad, o de unas prácticas en el caso de la observación, pero evidentemente estos matices no se pueden sumar. ¿Son generalizables entonces estos resultados?
La mejor manera de responder a esta exigencia metodológica habría sido la utilización de la técnica de los grupos de discusión. Este procedimiento obtiene resultados de enorme validez general en el momento en que se repiten los denominadores comunes de varias de estas discusiones colectivas.
No obstante, dos razones nos han llevado a desestimar esta solución. En primer lugar, todas las primeras exploraciones y los intentos de encontrar jóvenes dispuestos a conceder una entrevista sobre su "mili" fueron un fracaso, como se comentará más tarde. Por tanto, en el momento en que se pudo acceder a una serie de informantes resultaba doblemente arriesgado someterles a la doble prueba de dar sus datos y de convocarles días más tarde a un grupo de discusión.
En segundo lugar, las entrevistas facilitan más el recuerdo individual que no las discusiones. En grupo se recoge la imagen colectiva del servicio militar, y la información general sobre las acciones violentas que se pueden experimentar o conocer durante su realización, pero se desdibujan las interpretaciones individuales. Se han realizado algunas entrevistas simultáneas a dos personas, y el esfuerzo necesario para controlar que todo el mundo disponga del mismo tiempo y exponga sus opiniones sobre todos los aspectos han desaconsejado cualquier incremento del número de informantes en una misma sesión por encima de este umbral. Por ello, sin desmerecer la posibilidad del grupo de discusión, se ha optado finalmente por un trabajo de campo basado en entrevistas.
La entrevista asegura una mínima capacidad de generalización de los resultados de acuerdo con los criterios con que se haya controlado la selección de entrevistados. Ante las dificultades para encontrar entrevistados, esta selección ha utilizado cuatro procedimientos, que han dado lugar a la selección que se detallará más abajo.
1. El primer procedimiento ha consistido en la explotación de las redes personales del equipo de investigación y de los colaboradores. Se han buscado soldados y exsoldados en varios medios universitarios catalanes, en la ciudad de Barcelona y en varias localidades. Por esta vía se han encontrado 8 entrevistados.
2. El segundo procedimiento ha consistido en una campaña de anuncios públicos. Se han buscado los medios de comunicación local que permitían la colocación gratuita de los anuncios, y de entre ellos se ha conseguido publicar un anuncio en el Primeramà de Barcelona durante varias semanas. Asimismo, se han colgado carteles en varias estaciones de ferrocarril y de autocar frecuentadas por los reclutas. Por último, se han repartido doscientos folletos informativos entre los reclutas que descendían o montaban en los autocares que parten de los alrededores de la Estación de Sants en Barcelona. No se ha logrado convencer a ningún entrevistado por este medio.
3. El tercer procedimiento ha consistido en el acuerdo con varias personas que han servido de enlaces. Estas personas han proporcionado contactos en varias localidades de Cataluña, la Comunidad Valenciana y de Castilla- La Mancha, aunque no lo han conseguido en Aragón. Por esta vía se han obtenido 25 entrevistas.
4. El cuarto procedimiento ha consistido en una petición escrita a las autoridades militares. Por esta vía se pretendía acceder al personal de tropa que cumplía el servicio militar, como también a los/as soldados profesionales y mandos. Sin embargo, la petición no ha obtenido respuesta.
En todos los casos se han pagado cinco mil pesetas a los informantes, tal como prometían los anuncios públicos. El pago ha sido un poco forzado en alguna ocasión, debido a los vínculos personales, pero de hecho ha sido el principal factor que ha atraído al mayor número de informantes.
De acuerdo con las razones aducidas para rechazar la entrevista, puede destacarse dos motivos de reticencia. En primer lugar, cuando los reclutas prestan el servicio militar no disponen de mucho tiempo libre los fines de semana como para decidirse a conceder una entrevista. En segundo lugar, cuando han terminado la prestación, se les hace difícil explicarla con detalle ante un extraño. En este sentido los enlaces han proporcionado una mínima base de confianza sin la cual habrían sido mucho más difíciles los contactos. El temor a eventuales peligros por criticar la "mili" no ha justificado la mayoría de los rechazos de los que el equipo ha tenido conocimiento. Una vez se ha finalizado el análisis, el factor de confianza cobra su sentido, puesto que para muchos soldados la "mili" es una "experiencia" deseada, o al menos preferida a la prestación social sustitutoria, y para narrar una situación de este tipo hace falta una cierta dosis de confianza.
La selección final abarca a treinta y tres personas que han terminado su servicio militar entre 1997 y 1999 (sólo uno lo había realizado antes). Se les puede clasificar de acuerdo con dos criterios de control.
1. Haber servido/ no haber servido en un cuerpo operativo. Se ha entrevistado a varios chicos que habían servido en cuerpos directamente relacionados con los ejercicios bélicos. Se trata en concreto de la Legión, los Cuerpos de Operaciones Especiales, las Fuerzas de Acción Rápida y los Esquiadores. A todos ellos se accede por petición voluntaria, y en ocasiones después de superar una prueba de selección. El resto de entrevistados había formado parte de cuerpos de apoyo (transporte, servicios, transmisiones, servicios, plana mayor, etc.), adonde se llega sin petición expresa, y donde las prácticas bélicas son mucho más escasas. Se buscaron entrevistados de ambos tipos, aunque el menor número justifica la mayor dificultad para encontrar los del primero, con el fin de comparar estas dos situaciones, en que la violencia oficial se manifiesta con intensidades tan distintas.
2. Proceder de comunidades autónomas distintas. La vinculación histórica del ejército español con el nacionalismo de estado, la pervivencia de alusiones expresas en este sentido en el Juramento de la Bandera hasta 1999, la opaca situación de las lenguas catalana, vasca y gallega en el servicio, etc., en fin, una serie de razones desaconsejaban que los entrevistados proviniesen sólo de Cataluña, a pesar de que éste es el ámbito de actuación de la Informació per a la Defensa dels Soldats. Por otro lado, los problemas para encontrar soldados y la necesidad de una cierta confianza previa redoblaban las dificultades para extender la selección por distintos territorios. Para garantizar que se mantenía este criterio de control se establecieron contactos con enlaces en Castilla- La Mancha, la Comunidad Valenciana y Aragón. De los tres, como se ha comentado anteriormente, fructificaron los dos primeros. Por otro lado, se ha procurado que entre los entrevistados de Cataluña y la Comunidad Valenciana figurasen tanto catalano-hablantes como castellano-hablantes, y estos últimos han resultado ser mayoría.
El resultado final se resume en el cuadro siguiente
Cuadro I. Composición de la muestra de entrevistados
Por residencia de los entrevistados |
Cuerpos operativos (Legión, COE, FAR, esquiadores) |
Cuerpos de apoyo (transportes, transmisiones, servicios, seguridad) |
Cataluña |
3 |
17 |
Alicante |
2 |
9 |
Castilla- La Mancha |
2 |
|
Por destino militar |
||
Madrid |
1 |
5 |
Andalucía |
1 |
1 |
Aragón |
1 |
5 |
Comunidad Valenciana |
4 |
|
Ceuta |
1 |
|
Murcia |
3 |
|
Canarias |
2 |
|
Castilla- León |
1 |
|
Cataluña |
1 |
6 |
Islas Baleares |
1 |
3. La violencia oficial y la violencia paralela
La violencia es uno de los fenómenos sociales más difíciles de definir. Los diccionarios acostumbran a mezclar elementos descriptivos con elementos normativos al designarla como el "uso excesivo de la fuerza". Esta cláusula complica sobremanera cualquier investigación empírica al respecto, ya que la distinción unívoca entre los niveles aceptables o excesivos de la violencia es una entelequia. Por esta misma razón, las tipologías inductivas que pretenden agrupar formas de violencia a partir de su significado espontáneo pueden llevar a discusiones interminables.
Toda definición de la violencia, como la de cualquier concepto, implica una toma de posición, pero debe especificar los criterios por los cuales se puede hacer empíricamente operativa. Desde nuestra perspectiva, la violencia es una propiedad de las relaciones sociales que se puede manifestar de muchas maneras. Es violenta toda acción social que anula la capacidad de acción de otra persona, es decir, que vehicula una relación de poder. Casi todas las relaciones entre personas contienen por tanto algún ingrediente violento. Sin embargo, la violencia no tiene por qué presidir estas relaciones, y de hecho siempre establece un equilibrio tenso con la comunicación, la cual es una propiedad mucho más universalizable. De antemano no parece razonable suponer que existan factores presociales que condicionan a los humanos a ser más violentos o más pacíficos y comunicativos (Rojas, 1995).
Aun y así, en nuestro estudio vamos a concentrarnos en la violencia intencionada, y a desestimar por tanto la violencia estructural. Se podría tener en cuenta la estructuración social del servicio militar obligatorio explorando las desigualdades entre clases sociales, entre géneros y entre grupos étnicos que reprodujo, aumentó o contrarrestó; o se podría analizar cómo excluyó unas determinadas opciones colectivas de la cultura establecida. En ambos casos se analizarían aspectos estructurales de la violencia militar que guardan una relación muy indirecta con los planes de acción de las personas que interactúan en un cuartel.
En cambio, la violencia intencionada abarca el conjunto de acciones sociales destinadas conscientemente a restringir el margen de acción de una persona o de un grupo. Estas acciones intentan que alguien se "humille", agache la cabeza, deje paso y renuncie a sus planes. De algún modo, entendemos que una persona reduce a otra a la categoría de objeto cuando ejerce la violencia intencionada, porque esta acción niega la expresión de la subjetividad de la víctima.
Con esta definición distinguimos entre la vertiente analítica y la vertiente normativa de la violencia. Abrimos tanto como es posible el abanico de fenómenos a considerar con el fin de especificar concretamente cuáles son los que hacen sufrir a alguien, en este caso a los soldados. Por otro lado, asumimos muchas de las propuestas que pretenden contrarrestar los fenómenos violentos, como la ética de la comunicación o la idea de que la paz debe ser armonía y no una prevención disuasoria, pero evidentemente no es éste el lugar para desarrollarlos. Algunos de los argumentos expuestos en las conclusiones remitirán a estos valores más adelante.
Es necesario especificar algunas implicaciones de la noción presentada de la violencia.
En primer lugar, la violencia es una relación social. Alguien tiene que humillar a alguien para que haya una humillación. Incluso es verosímil que la inmensa mayoría de acciones de auto-agresión respondan a la interiorización de relaciones sociales (Rojas, 1995).
En segundo lugar, en una circunstancia la violencia puede ser inmediata o mediata. Alguien puede humillar a alguien que tiene delante, o puede haber asentado unas reglas sociales que humillan a alguien aunque las dos personas no estén cara a cara. La violencia mediata, por tanto, es más estructurada que la inmediata, por cuanto es más autónoma con respecto a los planes de acción presentes, aunque esta autonomía es mucho menor que la de la violencia estructural en el sentido apuntado anteriormente. En este punto el análisis se va a concentrar en unos reglamentos concretos aplicados en una organización, y obviará las raíces históricas o culturales de estos reglamentos así como sus implicaciones para el conjunto de la sociedad.
En tercer lugar, la violencia puede parecer legitimada o no para las personas que intervienen en la relación (Bourdieu, 1994). En el primer caso puede hablarse de violencia simbólica, y en el segundo de violencia material, pero en ambos se trata de violencia. Por mucho que la víctima acepte la humillación, es posible afirmar desde fuera que ésta existe.
Simmel resumió estas especificaciones al argumentar que la relación social subsistía incluso en circunstancias de máxima coacción, mediata o inmediata, legitimada o deslegitimada
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"Estrictamente hablando, la relación de subordinación no aniquila la libertad del subordinado, sino en el caso de coacción física inmediata. En los demás casos, se limita a exigir por nuestra libertad un precio que no estamos dispuestos a satisfacer; puede estrechar sin duda más y más el círculo de condiciones exteriores para que se realice esta libertad, pero no llega nunca a aniquilarla totalmente, salvo en el citado caso de violencia física. No nos interesa aquí el aspecto moral de estas consideraciones. Sólo nos importa el sociológico: que la acción recíproca, es decir, la acción mutuamente determinada, que parte de ambos centros personales, subsiste aún en los citados casos de subordinación completa, y hace de esta subordinación una forma `social’, aun en los casos en que la opinión corriente considera que la `coacción´ de una de las partes priva a la otra de toda acción espontánea y anula por tanto uno de los lados de la acción recíproca" (Simmel: 1986: 148-9).
En cuanto a la violencia militar, distinguiremos entre la violencia oficial y la violencia paralela. Ambas se concretan en relaciones sociales, pueden ser más o menos inmediatas y se apoyan en fuentes diferentes de legitimación y deslegitimación social. La violencia oficial remite a la preparación para la guerra, es decir, la lucha contra un enemigo externo al grupo militar. Simula la relación social entre el grupo de soldados y un eventual enemigo; constituye el sentido último de todos los ejercicios bélicos, desde los más parecidos al combate real, como las maniobras, hasta los más simbólicos, como el desfile; y se legitima con la idea de que los combatientes defienden su sociedad. La violencia paralela, en cambio, perjudica a algunos miembros del grupo de soldados sin que sirva explícitamente para preparar su defensa contra ningún enemigo. En este caso la relación entre agresores y víctimas es más directa, puesto que no recurre a ningún simulacro, pero puede presentar distintos grados de inmediatez según se trate de una novatada, una pelea, una decisión arbitraria, etc. Más adelante detallaremos sus manifestaciones. La violencia paralela además se legitima gracias a una serie de reglas culturales que los soldados han incorporado antes de entrar en el ejército, y que esta organización ratifica.
En los cuarteles hemos encontrado una serie de manifestaciones de la violencia que se orientan en una dirección predominantemente oficial, y otras que siguen una dirección paralela a ésta. Estas dos orientaciones se entrecruzan continuamente en la vida militar, ya que muchas manifestaciones de violencia castrense reflejan implicaciones principales de una orientación y secundarias de otra. Por tanto, la hipótesis de nuestro análisis apunta que las dos formas de violencia acaban constituyendo un mismo conjunto de relaciones sociales en que se intercalan la una con la otra.
Ordenaremos las manifestaciones detectadas de la violencia según el predominio de una u otra orientación, e intentaremos precisar cómo se han observado y las implicaciones de cada una. El cuadro II presenta el esquema general de este análisis.
Cuadro II. Manifestaciones de la violencia militar
Manifestaciones de la violencia militar (orientación principal) |
Sentido con respecto a la preparación de la guerra (implicaciones oficiales) |
Implicaciones paralelas |
a. aplicación de normas explícitas (violencia oficial) |
Sanciones y premios Controles Apartamiento Clasificación de los soldados Estrategias de adaptación Persecución de novatadas Aprendizaje bélico Arrestos de cosas |
Implicación secundaria: es un grado de mortificación, junto con los márgenes de transgresión (oficiales) y las arbitrariedades (paralelas) |
b. márgenes de transgresión tolerados (violencia oficial) |
Transigencia con los soldados en general Transigencia con los veteranos Transigencia con ciertos grupos y cuerpos Conductas positivas de los mandos Conductas negativas de los mandos |
Implicación secundaria: es un grado de mortificación, junto con el cumplimiento de normas (oficial) y las arbitrariedades (paralelas) |
c. ejercicios bélicos (violencia oficial) |
Maniobras Tiro Competiciones Guardias Excesos con armas Orden cerrado |
Implicaciones secundarias: estas actividades "sellan" ritualmente la violencia oficial al manifestarla dentro de simulacros muy estipulados, pero se producen algunos excesos por el uso de las armas |
d. arbitrariedades castrenses (violencia paralela) |
Implicaciones secundarias: es el grado máximo de mortificación, si se compara con la mortificación oficial (a. y b.) |
Sanciones injustificadas Humillaciones y agresiones Poner en peligro la integridad física de los soldados Irregularidades de los mandos en perjuicio de los soldados Repercusiones de las arbitrariedades para los soldados |
e. abusos entre soldados (violencia paralela) |
Implicaciones secundarias: las agresiones extreman la mortificación oficial, mientras que los derechos institucionalizan informalmente los grupos primarios |
Obligación de aguantar agresiones de los veteranos Obligación de conceder derechos a los veteranos |
f. privilegios de veteranía (violencia paralela) |
Implicaciones secundarias: constituyen equilibrios informales a raíz de la jerarquía o de la división del trabajo, y de este modo acaban reforzando a veces la carrera moral |
Favorecer a los veteranos al conceder pases, permitir que los novatos asuman más servicios, etc. |
g. novatadas (violencia paralela) |
Implicaciones secundarias: los soldados reproducen el ritualismo de los ejercicios bélicos en las novatadas que inventan |
Ensuciar con espuma, orinarse encima de novatos, hacer representaciones, etc. (v. Anexo) |
h. peleas (violencia paralela) |
Implicaciones secundarias: reproducen la jerarquía de grupos |
Entre cuerpos, con los autóctonos de la ciudad, etc. |
i. conflictos jerárquicos entre soldados (violencia paralela) |
Implicaciones secundarias: surgen de los equilibrios informales establecidos por los privilegios de veteranía |
Varias fricciones entre cabos y veteranos, o entre novatos y veteranos |
j. sexismo contra las mujeres militares (violencia paralela) |
Implicaciones secundarias: compromete el objetivo oficial de abrir las profesiones militares a las mujeres |
Bromas continuas |
Así pues, en todas las manifestaciones de la violencia militar se pueden detectar una orientación principal hacia la violencia oficial o la paralela, pero también una serie de implicaciones secundarias en el otro sentido.
En primer lugar, los márgenes de transgresión de las normas (b.), la aplicación estricta de éstas (a.) y las arbitrariedades castrenses (d.) configuran tres grados distintos de la mortificación que sufren los soldados. Todos ellos viven apartados de su posición en la vida civil, y sometidos a unas normas específicas de la vida militar, que anulan buena parte de su identidad para enseñarles a responder rápidamente en situaciones bélicas, a obedecer a sus mandos, a desenvolverse en un entorno extraño, etc., en suma, todos ellos viven en unas circunstancias que se parecen a la guerra en la medida en que son excepcionales con respecto a la vida civil. Las normas castrenses generan esta situación regulando casi todos los actos dentro de un cuartel, hasta el punto de que es difícil desempeñar cualquier función militar sin vulnerar algún aspecto de alguna norma. Ahora bien, muchos mandos permiten estas desviaciones en unas circunstancias, lo cual suaviza el control disciplinario, sin anularlo, por supuesto. Otros mandos, o los mismos en otras situaciones, aplican las normas a rajatabla apoyados por la legitimidad que los códigos les atribuyen. Por último, otro tipo de mandos, o también los mismos en otros momentos, pueden negar un permiso sin razón, insultar, malversar parte del dinero que deberían pagar a los soldados, efectuar arrestos injustificados, o encargar tareas extramilitares, y los soldados sólo podrían apelar contra estas decisiones acogiéndose al "conducto reglamentario", que les obliga a exponer su queja ante el mando directo aunque sea quien ha perpetrado la arbitrariedad(1).
Por tanto, cualquier soldado puede estar sometido a grados de mortificación distintos según unas circunstancias que no controla. Esta presión remite a la presión parecida que se puede experimentar en caso de guerra, donde evidentemente los guerreros no controlan su entorno. En este sentido su orientación oficial (a. y b.) de preparar la guerra es clara. Sin embargo, para consolidar esta sensación de amenaza permanente --"siempre tienes que estar al acecho", decían algunos entrevistados-- a menudo se recurre a la violencia paralela que significan las arbitrariedades (d.). Sin duda, el reglamento sanciona al mando que se extralimita como al soldado que incumple una orden, pero sus disposiciones dejan mayor margen al primero, lo cual redunda en una mayor presión para los segundos. Las violencias oficial y paralela, por tanto, se encabalgan en la práctica castrense.
En segundo lugar, los abusos entre soldados (e.) reproducen la jerarquía y extreman la mortificación de los novatos. Así como el mando dispone de muchas "zonas de oscuridad" donde puede excederse, el soldado veterano dispone de "zonas" donde puede maltratar al novato. Incumple con ello las normas, y corre mayor riesgo de sanción, puesto que la víctima en este caso puede saltarse al agresor para seguir el conducto reglamentario, pero puede aprovechar la ausencia de mandos para cometer el abuso y apelar a la solidaridad de la tropa para legitimarlo. Se trata de una manifestación de la violencia paralela en tanto que sus referentes directos se sitúan más en el aburrimiento o en la diversión que en prepararse para contingencias inesperadas; con todo, estos comportamientos reconstruyen en la sombra el poder de la jerarquía oficial, y sobre todo, consiguen extremar la mortificación de los novatos.
En tercer lugar, al articularse los abusos entre soldados con los privilegios de veteranía (f.) y los conflictos jerárquicos entre soldados (i.), todos ellos constituyen equilibrios informales alrededor de la división del trabajo. Con ellos los veteranos marcan su poder y logran ventajas relativas. Así, en algunos cuarteles se atribuyen el derecho a llevar la gorra levantada o de llevar accesorios en el cinto a fin de señalar su posición. Pero lo más corriente es que utilicen su derecho para obtener más pases de horas, trabajar menos, colarse en el comedor, dar órdenes a los novatos, hacer menos imaginarias o bien reservarse puestos más cómodos en los espacios de recreo. Por medio de estas implicaciones estratégicas estos privilegios paralelos enlazan con la escala de mando oficial, ya que se convierten de hecho en el último escalón de ésta, el cual facilita en mucho la realización de las tareas. Por ejemplo, en muchas ocasiones los mandos se ahorran las complicaciones de repartir los servicios de guardia ellos mismos, o de dirigir una tarea de limpieza, porque saben que las reglas sociales de la veteranía están lo suficientemente arraigadas como para que a los veteranos les correspondan menos guardias que a los recién llegados, o bien el derecho implícito de organizar la tarea de los novatos y decidir por su cuenta si colaboran con ellos.
De otra parte, en los conflictos jerárquicos entre soldados se entremezclan las escalas de mando, de veteranía y de cuerpo. Los cabos siempre tienen que vencer la reticencia de los veteranos a verse en las mismas situaciones que los novatos, reticencia que se agrava si el soldado es más veterano que el cabo. Pero además, los novatos y los veteranos se enfrentan en muchas ocasiones en que los primeros no aceptan la prepotencia de los segundos. Otro tanto puede ocurrir entre distintos cuerpos, sobre todo entre cuerpos operativos y de apoyo, puesto que la solidaridad de grupo de los primeros suele proyectarse en las peleas callejeras o en la ocultación de transgresiones.
En cuarto lugar, en las novatadas (g.), las peleas entre soldados (h.), y los conflictos jerárquicos entre ellos (i.) se refleja el mismo ritualismo que en los ejercicios bélicos (c.). Estos ejercicios necesitan repetir unas prácticas establecidas que remiten a un referente remoto, ya que para preparar la guerra se requiere simular la existencia de un eventual enemigo. Todos estos ejercicios, por tanto, se ejecutan en situaciones especiales dentro de la vida del cuartel, es decir, en el campo de tiro, en la montaña, por la noche o en otra región. Incluso en las guardias, los soldados sólo pueden tocar el arma después de haber formado y para estar en unas áreas determinadas. De este modo se marca un espacio circunscrito para la guerra, que no debe extenderse al resto de la vida social --si el estado monopoliza los recursos de coerción--. No obstante, los soldados aplican este mismo esquema simbólico a otras situaciones mucho más cotidianas.
Así, las novatadas y las peleas no responden a una motivación inmediata. Un veterano no agrede a un novato para obtener un beneficio, ni tampoco suele limitarse a una simple burla de su poca experiencia (sólo se ha registrado esta intención en el caso de mandar a los novatos a pedir cosas absurdas a otras compañías). La mayoría de novatadas son calcos esperpénticos de la jerarquía y de las pruebas oficiales (formar bajo las órdenes del veterano, jurar el gayumbo(2) o la fregona, leer los mandamientos del bisabuelo, obligar a correr por la noche, estar dos horas en una piscina sucia, etc.), o bien simples agresiones más o menos contundentes (ensuciar la cara con espuma, obligar a poner un huevo o hacer el patito, echar heces a los novatos, tirarles gas del encendedor para despertarles, orinar en su cama o en sus botas, etc.). Otro tanto ocurre con las peleas con grupos de jóvenes externos, que de acuerdo con nuestros entrevistados se pueden entablar entre legionarios y regulares, entre soldados y autóctonos, o bien contra una manifestación de insumisos. En ambos tipos de violencia paralela el ritualismo bélico oficial reaparece en la vida cotidiana de los soldados y el mismo ejercicio de representar un conflicto imaginario se repite.
En quinto lugar, y por último, el sexismo contra las mujeres militares (j.), y los insultos homofóbicos contra los novatos (e.), indican que el entrenamiento militar acaba reafirmando manifestaciones violentas de la masculinidad. En cuanto a las mujeres militares, los entrevistados suelen mencionar un clima de broma y burla, que llega al extremo de reírse de los mandos femeninos estando en formación. De hecho, como han reflejado varios estudios (Jar, 1992; Yuval-Davies, 1997) la presencia de mujeres en los cuarteles altera las solidaridades masculinas en que se apoya el entrenamiento militar, lo cual puede hipotecar el objetivo oficial de abrir esta profesión a las mujeres. Los insultos homofóbicos son moneda corriente en la instrucción para corregir los errores del desfile, sirven también para denigrar a los cuerpos de apoyo desde la perspectiva de los cuerpos operativos, así como para justificar la persecución de un recluta sometido a un plus de arbitrariedades por un mando o de novatadas y abusos por un veterano.
Los siguientes apartados indagarán qué factores favorecen esta intersección entre las formas oficiales y paralelas de la violencia militar.
4. La violencia de la organización militar
El ejército es una organización que prepara para la guerra concentrando armamento y entrenando a unas personas en su uso. A pesar de que no es la única organización estatal que realiza estas actividades, ya que la policía también es una organización armada, su funcionamiento es peculiar por cuanto debe desarrollarse fuera de la vida civil. Si los militares defienden a los civiles contra eventuales enemigos, sean los militares y los civiles quienes sean, los primeros deben monopolizar y concentrar unas formas de violencia, ya que de otra manera el potencial de ataque se multiplicaría. Por supuesto, esta regla institucional no se cumple empíricamente al cien por cien, pero imprime unos rasgos vertebrales en la organización del ejército.
La milicia es una vida social explícitamente distinta de las otras, con las que debe mantener sin embargo un vínculo constante para obtener recursos humanos y materiales. Las formas históricas de esta diferenciación han variado notablemente, y hoy en día parecen experimentar otro de estos cambios sociales. La consolidación de un sector económico armamentista o la vinculación de los militares de graduación con los empresarios y los técnicos han ampliado significativamente las redes de poder que hace años tan solo les vinculaban con los políticos. Igualmente, en la Europa continental (la historia es distinta en el mundo anglosajón) la profesionalización de la tropa modela estas formas con que se diferencia la organización militar.
Dentro de los cuarteles, este monopolio de la fuerza y esta diferenciación social han configurado una red de relaciones sociales específica en torno a una jerarquía de grupos primarios y a una carrera moral de los soldados. Los soldados viven su entrenamiento y su situación inmersos en el grupo de compañeros, el cual suele incluir a personas que han entrado juntas en el ejército y acabarán juntas su servicio. Se trata, como ha demostrado la sociología militar, de una circunstancia análoga, salvando las distancias, a la del combate. Estos grupos son primarios en la medida en que se desarrollan a partir de las interacciones cotidianas. Entre ellos se establecen, además, posiciones desiguales en cuanto al mando formal, a la veteranía o al cuerpo militar. Por otro lado, todos los miembros del grupo siguen un proceso parecido, más aún cuanto más coincidan su ingreso y partida del servicio. En unos primeros momentos a los soldados se les mortifica hasta el punto de constreñir al mínimo las oportunidades para presentar su yo ante los otros, pero más adelante se les conceden unos relativos márgenes de maniobra que parecen una ventaja relativa inestimable con respecto a la situación anterior. Esta jerarquía y esta carrera moral se expresan normalmente por medio de la violencia, cuando no se confunden directamente con ella.
La violencia en la jerarquía de grupos primarios
La jerarquía de grupos primarios ejerce unas funciones sociales de tipo burocrático y de tipo ritual. Para sostener esta tesis asumimos que las funciones sociales son los efectos de unas prácticas que integran o equilibran varias vertientes de una institución; que en una organización estas funciones son burocráticas si requieren el cálculo abstracto de procedimientos; y que en cambio adquieren un carácter ritual si, mediante la repetición, otorgan a las prácticas sociales que las generan un sentido trascendente(3).
Puesto que la violencia militar se ejerce mediante unas prácticas sociales que cumplen funciones burocráticas o rituales, sus manifestaciones se pueden clasificar de acuerdo con este criterio. Además, cabe establecer una distinción transversal entre aquellas manifestaciones violentas en que los soldados son víctimas de una orden o de una norma y aquellas otras manifestaciones en que unos soldados son agresores y otros son víctimas. De este modo se perfilan cuatro tipos de violencia militar.
I. La violencia militar burocrática entre mandos y soldados, o bien entre normas y soldados. Abarca el cumplimiento explícito de disposiciones (a.) y los márgenes de transgresión tolerados discrecionalmente (b.), pero también deja un amplio margen a la arbitrariedad de los superiores (d.). Contra esta arbitrariedad sólo se puede protestar siguiendo el conducto jerárquico, que obliga a presentar la reclamación ante el superior inmediato. La violencia oficial (aplicación de normas con transgresiones toleradas) y la paralela (arbitrariedad) se intercalan por tanto.
Las normas (a.) agrupan a los soldados unilateralmente, sea mediante la diversificación de los tipos de entrenamiento entre cuerpos distintos, sea mediante una asignación de destinos difícil de predecir según los entrevistados. De este modo todo cuartel se configura como una trama de servicios y de compañías a cada una de las cuales corresponde un grupo de soldados que conviven en el lugar de trabajo o en el dormitorio. A cada servicio se suelen asignar unos pocos soldados, que se reparten las tareas de una oficina, del transporte y mantenimiento de vehículos, o del mantenimiento de las instalaciones. Las compañías son unidades de trabajo para todo el mundo durante la instrucción, y continúan siéndolo durante todo el periodo militar en los cuerpos operativos. Se trata de dos situaciones en que se efectúan muchos ejercicios bélicos, donde el grupo es la unidad de la mayoría de actividades. Pero las compañías vienen a ser también las unidades de residencia, que se subdividen en camaretas donde conviven unos pocos soldados.
Los mandos bien valorados son los que saben ser tolerantes (b.), y este saber hacer depende en buena medida de su capacidad para reforzar la cohesión del grupo. Los mandos legionarios pueden apoyar a un soldado deprimido, otros invitan a los soldados cuando les encuentran fuera del cuartel, otros cambian el destino de los que no aguantan, y otros levantan un castigo si el culpable confiesa en público. Asimismo, la posibilidad de esquivar una tarea (el "escaqueo") depende del destino, pero suele manifestarse en grupo. Cuando el grupo de pintores o de limpieza trabaja en ausencia de un suboficial que les controle, autorregula su rendimiento. Puede hacerlo en beneficio de unos veteranos que desaparecen dejando a los novatos, pero también puede hacerlo colaborando todo el mundo para dejar espacios a la charla o a un partido de fútbol. Algunos cuerpos, como los policías militares, los conductores o los sanitarios disfrutan oficialmente de ciertas descargas.
Así como los márgenes de las normas se disfrutan colectivamente, las arbitrariedades (d.) suelen sufrirse en grupo. Ciertamente, algunas, como la negación de un permiso o un arresto injustificado, son individuales; pero la inmensa mayoría se dirigen al colectivo: la dureza física, muchos de los insultos de los mandos a la tropa, las malversaciones, las desigualdades en las instalaciones, o la simple amenaza de arrestos discrecionales y de sanciones con agresión física.
La división del trabajo militar, pues, apoyada por el reglamento, establece que la mayor parte de las tareas se ejecuten en grupo. En consecuencia, es corriente que la desviación de estas tareas, la sobrecarga o el control extremo establezcan una relación entre un grupo de soldados y un mando dotado de poder para mortificarles en distinto grado.
II. La violencia militar burocrática entre soldados. Los privilegios de veteranía (f.) o los conflictos jerárquicos entre soldados (i.) componen este tipo. Puede discutirse si un privilegio de veteranía responde al interés de mejorar la preparación, o bien si es el resultado de una situación de hecho que beneficia a unos; en todo caso, el novato siempre sufre la "humillación" de descubrir que no todos los soldados son iguales. Por otro lado, la promoción de los soldados en la cadena de mando genera múltiples posibilidades de revocar el principio de mando en la práctica, como podrían ser la relación de un cabo con un soldado más veterano que él, de un cabo perteneciente a un cuerpo de apoyo frente a un soldado perteneciente a un cuerpo operativo, de un cabo frente a un soldado especialista en el uso de una tecnología, etc. Esta misma posibilidad está siempre abierta entre secciones (operativas y de apoyo, policías y otros soldados, etc.), por el simple hecho de que les novatos se enfrenten a los veteranos, o de que los cabos intenten mantener jerarquías internas de veteranía.
Ambas categorías de violencia llevan la contraposición entre grupos de soldados más allá de las tareas militares. En general, en estas circunstancias se dirimen intereses con respecto a ventajas relativas, pero también puede ser que unos grupos intenten imponerse sobre otros sin mayor intención material que la de mostrar su superioridad. Se abre una gran variedad de conflictos que pueden abrir unas u otras brechas según qué tipo de clasificación activen los grupos de soldados al interactuar.
III. La violencia militar ritual entre mandos y soldados, o bien entre normas y soldados. Los ejercicios bélicos (c.) son intrínsecamente rituales, puesto que siempre deben representar una situación eventual como si ésta fuese cierta. Así, desde el ejercicio más estético, el orden cerrado, hasta los más semejantes al combate, las maniobras nocturnas o el tiro, pasando por el deporte o las marchas, en todos los casos se depende del grupo: para desfilar, para tomar la posición, para evitar accidentes si alguien se gira con el arma cargada, para ganar un partido o para aguantar en un ascenso.
El control interno en las formaciones de orden cerrado, la preocupación por que nadie deje de apuntar hacia delante, o el apoyo a los rezagados en una marcha, se han mencionado a menudo en las entrevistas. Los soldados refuerzan activamente, pues, la solidaridad necesaria para superar estas pruebas. Por otro lado, la emoción ante los desfiles de la Jura de Bandera, o la sensación de que en las prácticas de combate la fuerza acaba saliendo de dentro, indican que el rito se acaba interiorizando en muchas ocasiones.
Pero en todas estas ocasiones la institución pretende sellar los espacios de la violencia oficial. El entrenamiento militar debe enseñar a matar en unas circunstancias especiales, fuera de las cuales la guerra debe cesar, al igual que el tiro, la marcha, las maniobras o el desfile constituyen unas circunstancias especiales donde se puede manejar las armas, pero éstas deben ser inaccesibles en otros momentos.
Este intento de aislar el uso de las armas no acaba de conseguirse. En muchas entrevistas los exsoldados han comentado su afición por usarlas, y su capacidad de maravillarse ante ellas, por su valor intrínseco. En un cuartel, por ejemplo, se premiaba a la tropa permitiéndole ejercitarse en el uso de ametralladoras con balas incendiarias, a pesar de que el único cometido de esta tropa fuese el mantenimiento y la vigilancia de una base aérea. El entrevistado contaba aquellos ejercicios por el mero placer de disparar, sin preocuparse en absoluto de su relación con su entrenamiento para hacer guardias con el subfusil. Otro entrevistado (25: 987-1000) explicó de pasada, como una anécdota final, que uno de los últimos días de servicio hirió a un compañero con un arma de fuego. Según su versión, había apretado el gatillo mientras jugaban pensando que no estaba cargada. Afortunadamente, pudieron disimular la herida en enfermería explicando que era consecuencia de un golpe con la taquilla. Les interrogaron por separado pero mantuvieron su versión y salieron indemnes (A pesar de que la entrevista no lo aclara, parece que el incidente debió de ocurrir fuera del cuartel, y probablemente con una escopeta de perdigones).
Aunque sean escasas, se encuentran algunas alusiones al mal uso del armamento por parte de los mandos. Es el caso del capitán que dispara a los perros dentro del cuartel al grito de "¡un moro!", o el del sargento que amenazó a un soldado con una pistola porque le había ganado al parchís en el cuerpo de guardia. Para los soldados se trata de mandos alterados psicológicamente, un "yonqui" decía el entrevistado con respecto al perdedor de la partida (25: 862-871), pero una parte relativamente normal de la vida militar.
IV. La violencia militar ritual entre soldados. Las novatadas (g.) son la expresión paradigmática de este tipo de violencia militar. Su orientación paralela es clara, todavía más cuanto las normas prevén que sean perseguidas su perpetración y su aceptación. En este sentido la violencia oficial y la paralela se intercalan de un modo distinto a los casos anteriores, ya que aquí la primera persigue a la segunda. Cuando la explicación evolucionista del sufrimiento castrense sugiere que la violencia paralela tiende a desaparecer, su tesis se apoya en la novedad de este tipo de persecuciones y restringe el concepto de "violencia paralela" al de novatada. Con todo, la violencia ritual entre soldados se manifiesta de otras maneras, tales como las peleas entre soldados (h.), la homofobia(4) (d y e.)o bien el sexismo contra las mujeres militares (j.). De entrada, éstas son formas de violencia paralela, puesto que en ellas unos soldados pretenden humillar a otros/as al margen de toda referencia al combate. Sin embargo, al pelearse entre sí los soldados recurren a un juego simbólico tan ritual como el de los ejercicios bélicos, puesto que demuestran una gran habilidad para tensar su comportamiento ante cualquier enemigo ficticio. Es análogo el papel de su misoginia y de la homofobia, que adoptan una clasificación extramilitar para defenderse ante una "intrusión" o para reforzar una orden. En suma, el ritual de repetir unos comportamientos y remitirlos a un referente lejano da tanto sentido a los simulacros bélicos como a las peleas o el sexismo de los soldados, y de nuevo los grupos actúan como sujetos u objetos de estas acciones.
Cuadro III. La violencia militar y la jerarquía de grupos primarios
violencia entre mandos y soldados, o entre normas y soldados |
violencia entre soldados |
|
funciones burocráticas |
a. aplicación de normas b. transgresiones toleradas c. arbitrariedades |
f. privilegios de veteranía i. conflictos jerárquicos entre soldados |
funciones rituales |
c. ejercicios bélicos |
e. abusos entre soldados g. novatadas h. peleas entre soldados j. sexismo contra mujeres militares |
Así pues, las piezas de la organización militar se articulan gracias a las relaciones entre unos grupos primarios dispuestos a lo largo de una jerarquía. Estos grupos atraviesan a menudo la demarcación que separa las violencias oficiales de las paralelas al ejecutar los procedimientos burocráticos militares y al representar los ritos bélicos.
Dos ejemplos resumirán estos procesos. Un entrevistado explicó cómo la violencia oficial de las normas explícitas y la paralela de los privilegios se confundían de este modo en las tareas burocráticas:
"Mira, allí hay dos tipos de manos así piratilla: el del bisa[buelo] sobre el pardillo, y punto, y el del cabo primera sobre el bisa (ríe) y el bulto. Entonces, claro, el que raramente puede y no puede es el cabo, y nada más. Y luego el bisa, que es el que va de listillo, y como se entere el cabo, se la lleva. Si se entera el mando de que el cabo hace lo mismo, se la lleva. El bulto, el bisa, el cabo y el que venga" (3:1262-1267)
De acuerdo con esta versión, la tropa es un mismo grupo para el cabo primero, pero éste puede actuar como un `bisa’ en ocasiones. El papel del cabo es ambiguo según el grupo en que se inscriba. Si actúa como un mando, aunque no lo es plenamente puesto que no ha pasado por la academia, se impone sobre toda la tropa al margen de la veteranía. Pero también puede actuar como un `bisa’, puesto que normalmente es profesional y por tanto más veterano que cualquier recluta, y entonces corre un riesgo análogo de sanción.
La Bandera de Operaciones Especiales de la Legión muestra como las prácticas rituales también atraviesan la línea que separa los dos tipos de violencia. Entre ellos las novatadas son pocas, con excepción de la prueba paralela de tener a los nuevos durante dos horas en una piscina sucia, pero las agresiones contra los otros cuerpos proliferan. Sobre estos legionarios profesionales habla un legionario de reemplazo que cumplió su servicio en el mismo cuartel:
"Se metían sobre todo con otros cuerpos. Los que estaban con nosotros, legionarios, no se metían mucho, porque para nosotros allí la instrucción es compañerismo, es no meterse con nadie. Porque es una cosa que tienes que estar allí y tienes que sufrirla como los demás. Que allí la gente de la BOEL... huevos benditos. Se metían en un bar y a lo mejor se encontraban con los de la USAC [Unidad de Servicios]... Con nosotros [legionarios de reemplazo] no se meterían, porque más o menos hacen lo mismo, pero se metían con los soldados y bendito, montaban allí cada estrago...
(...) (Les decían) Pues de todo: que sois unos mierdas, que no sé qué, que vaya mierda de cuerpo, que no sé qué, que no sé cuánto, que vosotros no hacéis na, a ver si hacéis la comida mejor, que no sé qué.
(...) Eran broncas de grupo. Allí de uno en uno no se veían mucho. Por lo menos yo no vi ninguna. Pero las veces que lo vi yo, que vi tres o cuatro, en grupos. Pero eran más grupo los de la BOEL, porque a lo mejor había sentados en el pub dos o tres soldados normales, y ya pues a por ellos" (30: 465-489)
Estos incidentes parecen ser el resultado de aplicar el Credo Legionario, que algunos legionarios han expuesto orgullosamente en internet:
"Espíritu de Unión y de Socorro. A la voz `A mí la Legión', sea donde sea, acudirán todos, y con razón o sin ella, defenderán al legionario que pida auxilio" (www.arrakis.es/romarsa/legion/credo.htm)
En conclusión, la jerarquía de grupos satisface las funciones burocráticas y rituales del ejército amalgamando las manifestaciones de la violencia oficial con otras paralelas. La conexión entre ambas facetas de la violencia configura un todo donde el poder reglamentario, los privilegios, las prácticas de guerra y las agresiones entre la tropa adquieren sentido. Las normas se pueden cumplir porque a veces no se cumplen, pero siempre amenazan; las tareas se acaban gracias a una trama de sobreentendidos donde el privilegio o el abuso se yuxtapone al lado del carisma; y las prácticas de guerra inculcan un espíritu gregario que se proyecta más allá de los campos de combate simulados, en la vida cotidiana de las ciudades que albergan cuarteles.
La violencia en la carrera moral del soldado
Además de las posiciones de mando, de privilegio y las novatadas, el tiempo configura los grupos primarios porque todos los soldados del mismo reemplazo siguen simultáneamente su carrera moral dentro de la institución.
Esta carrera moral atraviesa unas fases de mortificación y de adaptación en todos los cuarteles. En los cuerpos de apoyo la instrucción y el destino deslindan nítidamente los dos momentos. Durante la instrucción los soldados aprenden los rudimentos de las funciones militares, es decir, a desfilar, a resistir marchas, a tirar, los reglamentos, la jerarquía de galones, o los componentes del fusil. Una vez han superado este momento, juran la bandera y entran en su destino.
Los entrevistados recuerdan esta fase como el periodo más duro, puesto que están todo el día corriendo, desfilando, o bien haciendo orden de combate. Siguen el horario normal, pero su jornada se concentra en estas actividades, con unos breves y discrecionales lapsos de descanso, y un ritmo imparable. Los entrenamientos pueden ser más duros si incluyen más horas de orden cerrado, o más maniobras, y más o menos arrestos por los errores cometidos. Después de este momento suelen comentar que se "quedaron más tranquilos" (1: 628-631) o que "es sólo al principio que es duro" (8). Otros muchos de ellos sólo realizan ejercicios bélicos durante la instrucción, con lo que la presión por el desfile o el agotamiento de las marchas enseguida dejan de agobiarles. Muchos, sin embargo, lamentan haber realizado pocos ejercicios de tiro, e incluso celebran las ocasiones esporádicas en que vuelven a participar en estas prácticas más tarde.
En la academia de oficiales de complemento destinados a la Marina la carrera moral es más compleja. A este destino acceden los universitarios por petición expresa si superan unos exámenes cuya puntuación media se pondera con la de la carrera (23: 590-647). Sus condiciones de instrucción son especiales con respecto a los soldados de reemplazo que no acceden a esta escala: sus brigadas de instrucción se dividen por profesiones, su horario de salida ser restringe a una hora y media diaria, no pueden salir de la provincia, tienen que vestir el uniforme de calle si salen del cuartel, sus instalaciones son mejores. Estos reclutas se convierten en estudiantes de una academia, donde los estudiantes a militares de carrera también cursan sus cinco cursos.
Su instrucción se divide en un "cursillo previo" y un "periodo de estudio". El cursillo se basa en el entrenamiento estándar de correr y desfilar durante largas horas. Pero el periodo de estudio combina estas actividades con asignaturas más densas que el simple aprendizaje de reglas y galones. Según su profesión y el cuerpo adonde optan tienen que seguir unas materias especializadas de las que se examinan. Si suspenden, deben ir a un cuartel normal; si aprueban, pasan a ser mandos y su nombramiento se publica en el BOE tras haber jurado la bandera. Entonces ocupan unos destinos donde pueden ejercer su profesión.
A la mayoría de cuerpos operativos se accede también por petición, lo cual suele conllevar una prueba. De este modo los legionarios ganan el "chapiri" en la Jura (30: 160-207) o los COE la "boina verde" (4: 462-7; 17:323-330). De estos COE (Cuerpos de Operaciones Especiales) menos aguerridos pueden ser relevados para destinarles a unidades menos duras (17: 238). Uno de nuestros entrevistados entró en las Fuerzas de Acción Rápida sin haberlo solicitado expresamente, pero se había presentado a un examen para ser COE (4: 48-50). Su instrucción es mucho más intensa que la de los cuerpos de apoyo: marchas más largas y con más peso, más ejercicios en la pista americana, aprender el uso de todo tipo de armas, ejercicios de resistencia, etc. De hecho, siguen realizando estos ejercicios durante todo el servicio.
La violencia oficial, por tanto, regula la secuencia del entrenamiento. Es más intensa, en la forma de arrestos o de ejercicios bélicos, durante el periodo de instrucción, cuando ningún recluta dispone del más mínimo margen de acción propia. Sólo se puede obedecer. Más tarde la Jura marca el momento en que se pasa a ser soldado de pleno derecho y se obtiene un puesto. En los cuerpos de apoyo este puesto, además de un destino, otorga una situación menos controlada, que permite adaptarse a la vida castrense con mayores libertades individuales, si bien no dejan de ser restringidas. En la Escala de Complemento se elige si el destino va a ser más técnico o más castrense, pero de todos modos éste es secundario con respecto al hecho de que la Jura marca el paso a la categoría de mando. En los cuerpos operativos la instrucción y el destino no son tan diferentes, pero éste lo ocupan sólo los que han pasado la prueba. Sea por la contraposición entre la presión y el alivio relativo, o bien por la superación de la prueba, la violencia oficial diferencia siempre estas dos fases.
Este paso de la instrucción al destino es objeto de una completa representación ritual en la Jura de Bandera. Desfiles, entrega de honores, juramento colectivo, presencia de las familias, permisos posteriores y uniforme "de bonito" atribuyen un sentido excepcional a la ceremonia. Es todo el reemplazo en grupo quien atraviesa este umbral simbólico que le otorga su categoría militar plena. Incluso se repite en varias entrevistas el comentario de que se facilita a los menos desenvueltos que puedan aprobar los ejercicios de la escala de complemento, o los de la COE, para que juren la bandera con sus compañeros de reemplazo. Sólo en casos excepcionales de enfermedad, o de errores y desidia graves, alguien se queda marginado en este momento. Por tanto, la carrera moral de los internos en la institución castrense, aunque pueda bifurcarse un tanto de acuerdo con la suerte y las experiencias de cada cual, no deja nunca de ser un proceso colectivo en que un grupo atraviesa el ritual simbólico de la Jura, y al final de la licencia, al mismo tiempo.
Entre esta secuencia y la escala informal que establecen los soldados se establece un vínculo muy estrecho. Los alumnos de la academia de oficiales reproducen en el bar o en la sala de televisión los grados que les atribuye su posición en los cursos: la inferior corresponde a los de primero, la inmediatamente superior a los estudiantes para la escala de complemento, y los cursos segundo a quinto se reparten correlativamente los grados siguientes. Se trata, pues, de grados oficiales que se corresponden con derechos paralelos; éstos no deben ser una imposición, sino una "gentileza" por parte de los inferiores, gentileza cuyo incumplimiento lleva a la sanción del grupo superior, ya que el ultraje a un miembro es un ultraje al colectivo (23).
En los cuarteles ordinarios la escala informal responde a unas razones menos caballerosas. En estos cuarteles suelen convivir soldados de tres reemplazos, aunque el tamaño y la función pueden alterar esta pauta. De entre ellos el más veterano recibe las denominaciones de "bisabuelos", "bisas", la "weiss", "wizard", "Willy Fog porque le quedan ochenta días", o "lavadora porque le quedan horas" (31; 8: 529-536; 1; 2: 430-450). El reemplazo intermedio es el de los "padracos", "patrapichas" o "abuelos"; y el más reciente es el de los "pollos", "bultos" o "quintos". Salta a la vista que la clave de la jerarquía es el tiempo de servicio, y que ésta encuentra una legitimación extramilitar en las referencias a la edad. De hecho, algún entrevistado (9: 915-938) ha comentado que la relación entre los veteranos y los quintos de mayor edad es claramente contradictoria. Por tanto, la violencia oficial encarnada en aquella carrera moral se torna en legitimación de la violencia paralela que unos soldados ejercen sobre otros según los cánones de los privilegios de veteranía o de las novatadas.
En este punto es importante señalar que el derecho de novatada también se regula entre colectivos. Todos los soldados no pueden someter a los novatos a una novatada, sino los más veteranos del cuartel. Los reemplazos intermedios deben limitarse a observar. Pueden participar en estos juegos si se lo permiten estos veteranos, o bien pueden encontrarse con que éstos exhiben su prepotencia con los novatos para recordarles que a ellos aún les queda más tiempo. En cambio, los veteranos de un momento no pueden abusar de los que fueron novatos de sus predecesores inmediatos. Asimismo, un veterano puede adscribirse la "propiedad" de un novato, al que nadie puede molestar sin su permiso ("porque sí": 3; "por ser del mismo pueblo": 1). El derecho de novatada, pues, es una mezcla cultural entre un parentesco simulado (los bisas tienen "sus" quintos, y conviven con los abuelos) y de patronazgo (intercambio de favores por protección). Ciertamente, estas reglas no se cumplen siempre con la misma nitidez (p.ej. no es lo mismo que un veterano proteja a cualquier novato que proteja a los de su pueblo), pero establecen una dominación directa de unos sobre otros.
En consecuencia, la carrera moral se estructura de tal manera que acaba pautando ambas formas de violencia. La violencia oficial establece la división más visible entre el periodo de mortificación y el de adaptación, y abre paso a la violencia paralela que los veteranos ejercen sobre los novatos. El momento de las novatadas más duras es el de la entrada de los novatos en los destinos una vez han jurado bandera, ya que en aquel momento "sus" veteranos se estrenan en el disfrute de esta categoría informal, y pueden mostrar su paso colectivo de este penúltimo umbral simbólico ejerciendo precisamente el derecho de novatada.
En suma, la información empírica recogida avala la hipótesis de que las violencias oficial y paralela se confunden debido a la institucionalización de una jerarquía de grupos informales y de una carrera moral de los soldados. La primera satisface funciones rituales y burocráticas combinando ambas violencias, y la segunda obliga a los soldados a cruzar unas etapas que están reguladas justamente por el escaso derecho frente a la violencia oficial (instrucción), un relativo alivio, y el derecho implícito a la violencia paralela (veteranía).
5. La identificación de los soldados con la violencia militar
Es un lugar común en sociología la afirmación de que el entrenamiento militar consiste en un proceso de socialización secundaria. Los seres humanos se desarrollan mediante relaciones sociales que les protegen y les moldean a lo largo de la infancia, por lo que su consciencia puede desarrollarse incorporando una visión del mundo a través de estas relaciones. De este modo se cultivan, asumen unas creencias y unas prácticas que les proporcionan una seguridad cultural básica. Sobre este proceso primario, que los antropólogos denominan enculturación y los sociólogos socialización, pueden sobreponerse nuevas incorporaciones cuando los adultos viven en sistemas de relaciones sociales específicos. Esta socialización secundaria no altera las seguridades primeras, excepto en algunos casos de conversión religiosa o de anulación sociocultural, pero puede imprimir unas características específicas en las identidades adultas.
Según los entrevistados, el servicio militar a veces cambia a los soldados. En general, no les "hace un hombre", en el sentido tradicional de la palabra, pero les puede atemperar el carácter (30: 1130-4); les hace madurar, ser más sensible y cariñoso, o más responsable (9: 1187-1214); les enseña a pensarse las cosas dos veces (8: 1253-8); les despabila (6: 1000-1026; 13: 810; 15: 501; 16: 740-9; 27: 545); les endurece (4:1412-1427; 34: 609-617); les vuelve más agresivos (26: 616; 15: 537); les hace más sumisos en el trabajo (15: 544) y más disciplinados (13: 548; 29: 792); o bien les inculca una mayor autoestima (29: 596-615) y autoconocimiento (17: 497) porque les permite ser alguien (11: 265); les enseña a superar la timidez (13: 336), y también puede enseñarles a "ser más chico de ciudad" (29: 789). Se trata de un conjunto heterogéneo de cambios, susceptibles asimismo de una valoración distinta. La variedad de estas alusiones se debe a la variedad de los modos en que los soldados se identifican con los valores militares.
La reserva de rol
La socialización militar opera mediante el aprendizaje y la identificación, ya que requiere unas operaciones cognitivas y una cierta inversión afectiva en unos valores. No obstante, como todo proceso "secundario", permite a los adultos que se puedan reservar sus dudas cuando representan los papeles sociales que se les atribuyen. Probablemente, a la larga la profesionalización de los ejércitos excluirá de sus filas a la mayoría de soldados que pudieran "reservarse" de la milicia, aun formando parte de ella, limitándose a hacer un papel que no desean. En nuestras entrevistas, como que el servicio militar hoy en día sólo es parcialmente obligatorio, los soldados que se reservarían ante los roles militares escasean. Sólo unos pocos han mostrado abiertamente sus reservas.
Uno de ellos reconoce un juego de rol en la milicia (11: 184), y explica como intentaba escaparse a base de esperar el viernes (11: 512) y estudiar en los ratos libres entre semana (11:92-93). Es uno de los pocos universitarios que optan por esta vía antes que la objeción, en su caso porque el servicio militar le garantizaba una incorporación inmediata al acabar la carrera (11: 4-15).
Otro entrevistado, diplomado en una carrera sanitaria, también marcaba sus distancias rechazando las novatadas (24: 462). Optó por el ejército por la misma razón de ahorrarse problemas tras concluir sus estudios (24: 4-9), encontró la mili relativamente entretenida porque pudo ver varios cuarteles gracias a su condición de conductor de tanques, lo cual le permite establecer comparaciones sobre las distintas tradiciones de veteranía, más duras en unos sitios que en otros (24: 464). Reconoce sus diferencias con respecto al resto de soldados de su compañía, que eran todos "chalados tipo Rambo" (24: 73), y le condenaron a un cierto ostracismo porque el conductor se libraba de ciertos ejercicios bélicos (24: 450), o porque de hecho era el único que se "sentía tonto" al tener que asumir los ejercicios que le imponían (24: 409).
Un tercer "reservado", también estudiante universitario, prefirió la mili porque efectuó un cálculo de tiempo y de oportunidades, y sabía que se quedaría en su ciudad (27: 7). Reconoce algunos de los problemas que la vida militar puede causar, como la ruptura de pareja (27: 338) o el aprender a mentir para librarse del trabajo (27: 244). Para él, el servicio se parece bastante a sus relaciones laborales (27: 347).
Un cuarto entrevistado con este tipo de identificación prefirió igualmente entrar en el servicio militar por la rapidez con que se obtiene destino respecto a la prestación (34: 7). Aprendió, dice, a desconfiar, y que a todo el mundo se le puede tratar de cualquier manera (34: 609), se endureció por tanto (34: 617), y explica cómo perdió patriotismo más que ganarlo (34: 633).
Aunque otro soldado fue simplemente porque le tocaba ("pensé: cuanto antes me vaya, antes se acaba", 22: 16-17), descubrió su rechazo al ejército durante el servicio ("te vuelves más perro, eso es lo que se aprende, mucha gente deja de estudiar", 22). Para otro, la chulería de los soldados dieciochoañeros, él era mayor, le descubrió que la mili vuelve a la gente más violenta (15: 537) y sumisa en el trabajo (15: 544)
Otro caso es el del soldado que aprovechó la mili para estar en la montaña (10). Su afición a ella, que le llevó al punto de aprovechar algún fin de semana para irse solo a hacer travesías, le proporcionaron bastantes satisfacciones mientras hacía la mili en Castilla, lejos de su domicilio en Alicante. No se hizo esquiador porque no pasaron a reclutar esquiadores en aquella compañía (10:387-396). Sin embargo, esta adhesión es muy relativa, por cuanto su valoración de la experiencia es muy poco militar. Si se adaptó bien, fue porque le correspondió cuidar caballos y estarse solo con un semental en la montaña durante largas temporadas; y asegura que prefería esto al contacto con las armas (10: 576). Reconoce, además, que cambió en la mili, porque salió "con menos aguante", más irascible (10: 1156).
La particularidad de estos soldados se debe a su análisis relativamente distanciado de la vida militar, y por ello a un cierto balance de los perjuicios que ésta causa. De ellos algunos habían pasado por la universidad, pero otros no; en realidad, los estudios llevan a desvalorar esta vida, pero algunos licenciados han mostrado formas de adhesión muy explícitas.
La adhesión colectivista
Para estimular a los soldados a una cierta inversión afectiva, las instituciones militares apelan a su identidad, es decir, intentan que los rasgos sociales militares adquieran un sentido personal dentro del conjunto de otros rasgos personales que los soldados puedan haber adquirido. Y lo consiguen en muchas ocasiones. Esta es la razón por la que este informe únicamente acepta parcialmente la explicación simbolista de la violencia paralela, ya que los soldados no sólo representan con mayor o menor convicción la disciplina militar, sino que muchos de ellos se adhieren explícitamente a ella.
Esta identificación militar se forja en la práctica castrense, pero también se proclama por medio del discurso. Muchos soldados argumentan que han decidido cumplir con el servicio militar, en vez de ser objetores, porque era esto lo que sentían que les correspondía. Normalmente no dicen que sea un deber la defensa de su país, ni que les parezca importante prepararse para eventuales ataques enemigos en un futuro. Al contrario, sus razones son mucho más personales: siempre han sabido que deberían pasar por el ejército, y llegado el momento se limitan a seguir el camino.
No intentaremos improvisar una explicación de este hallazgo, que no es en sí mismo el objeto de nuestro estudio. Baste comentar que no disponemos de información suficiente para decidir si interpretamos esta adhesión como una consciencia de defensa o bien como la interiorización del militarismo; para ellos necesitaríamos la historia de vida de estas personas.
Habida cuenta de esta precaución, hemos denominado "adhesión colectivista" a este discurso. Es colectivista porque alude directamente a la posición del servicio militar dentro de la colectividad. Dado que sus padres fueron a la "mili", y hasta hace poco todo el mundo pensaba que sus hijos irían, a muchos reclutas les parece conveniente haber ido también ellos. En realidad, el carácter colectivista del ejército ha llamado la atención de algunos pensadores clásicos, como Smith, Ferguson o Saint-Simon. Era una contradicción estructural en las sociedades industriales y materialistas, y parece inherente a la milicia (Battistelli, 1990). Pero la discusión debe detenerse en este comentario, porque la génesis de este fenómeno no ha sido objeto de muchos análisis fundados empíricamente que añadan más argumentos al debate.
Los soldados colectivistas suelen limitarse a una narración de algo que les parece inevitable (1; "tenía que hacerla y la hice", 8: 17; 33). Destacan que han aprendido a convivir (1, 2), y que allí no se pegan palizas a todo el mundo como cree la gente (2). Remiten su experiencia a unos aprendizajes o símbolos concretos:
"aprendí a mirar si debajo tengo el neceser", "sirve para el currículum", (5: 1002);
"cuando vas, sólo piensas tonterías de crío, y cuando vuelves has cambiado", (8: 1216-1224);
y muy significativos:
"yo lloré al acabar la mili", (1: 810).
Otros combinan la idea de que es lo más cómodo hacer la mili con la de que se sentían obligados a hacerla (16: 3-11, 36):
"es una pérdida de tiempo, pero se tiene que hacer", (23);
"se tiene que hacer y cumplir", (20: 4-19);
"Siempre he querido ver qué se hacía allí... Y aguanté aguantando. Eso decía mi madre: ¿cómo aguantas?, pues aguantando, (30: 368).
Para ellos esta experiencia puede adquirir los tintes de una aventura de película, que a veces lleva a la frustración:
"Hice la mili porque no tenía otro remedio... La gente te contaba las fiestas tipo Porky's que te ibas a pegar, y la verdad es que no es tanto", (21: 3-14);
"Quería conocer lo que es la vida militar pero me decepcioné; nos hacían caminar marchas de cuarenta kilómetros", (31: 4-22);
"Lo que más me chocó fue hacer juergas con gente diferente", (32).
Para algunos el aprendizaje militar tiene valor en sí mismo, pero para otros lo adquiere por la experiencia vivida en el Ejército:
"Una vez hecha, la mili vale la pena haberla hecho, pero no de lo que te enseñan ni nada, sino de la experiencia que has tenido y de los amigos que has hecho", (33).
La adhesión individualista
Otros soldados declaran que les gusta la vida militar, o que les ha proporcionado alguna ventaja relativa. Todos ellos justifican su decisión a partir de una experiencia personal.
De acuerdo con nuestro análisis, es muy difícil trazar una línea que separe los intereses materialistas de los motivos post-materialistas de estos entrevistados. La mayoría de los que elaboran estas teorías personales aúnan la aspiración de cobrar un sueldo con la de vivir una experiencia. Battistelli (1996, 1998) sostiene la validez sociológica de esta clasificación de motivos, ya que a su parecer el nuevo soldado post-moderno, particularmente apto para la flexibilidad que requieren las intervenciones de pacificación (peace-keeping), se mueve más por el espíritu de aventura que por unos intereses laborales. Probablemente nuestra discrepancia proviene de una distinta ponderación de estos dos elementos del discurso.
Sea como sea, hemos denominado "adhesión individualista" a este discurso, ya que no se apoya en la posición del soldado dentro de la sociedad sino en los rasgos individuales de cada uno. Dudamos, como decíamos, que se trate de algo nuevo o post-moderno, ya que los aventureros, mercenarios y legionarios de hace cien años bien podrían incluirse bajo esta categoría. Pero tampoco conocemos investigaciones historiográficas sobre la adhesión militar de los soldados en el pasado, ni por ende tenemos una base para discutir este extremo.
Hemos obtenido bastante información sobre sus motivos. También pueden reconocer que se trata de algo inevitable lo de hacer la mili, pero explican que ellos buscaron algo. Por ejemplo, ser esquiador permite que no se pierda el tiempo del todo (3: 6-39) y proporciona algunas "aventurillas" que dan bagaje, aunque no lleguen a cambiarte (3: 1294-5). Otro, que "la quería hacer porque tengo familia militar" (4: 29-30), aprendió a despabilarse en un cuerpo operativo, para lo cual le parece necesario hacer la mili, si bien las humillaciones protagonizadas por los "chusqueros"(5) son innecesarias (4: 1412-1427). Solicitar el destino en Ceuta o en Las Palmas para estar fuera de casa una buena temporada, e ir con otros amigos del pueblo que piensan igual, es una verdadera experiencia para unos reclutas valencianos (6: 15-37; 7: 8-14). Es el mismo caso de los que aprovechan el servicio "para romper un poco, expandirme" (12:5). Y van más allá quienes aprovechan para "ponerme a prueba, por eso pedí fuera de Cataluña" (13:3-14), como también para "desconectar del trabajo y del estudio" en la COE, donde se hace "la mili de verdad" (17:41-48), o quienes volverían "a hacerla porque fue una aventura" (25: 7-12). Las aspiraciones laborales figuran a veces entre estos motivos individuales, y pueden provocar frustración ("da puntos para ser policía local o cosas así, pero no se me valoró porque no fui legionario", 9: 469-471), o bien la satisfacción de descubrir que la Escala de Complemento enseña a mandar (23). Aunque la estrategia laboral de acabar cuanto antes pueda ser una razón para decidirse (6: 7-14), también es probable que alguien la vincule con un cierto espíritu de defensa ("algo de amor a la patria se te queda; pero en caso de guerra yo iría a defender a mi familia, no a mi patria", 6: 645- 677). Quizá destaca entre este grupo el chico con aspiraciones intelectuales que en la milicia probó su capacidad de aunar las letras con las armas, como "los caballeros renacentistas" (29: 319).
El sentido institucional de la identificación militar
¿Cómo se producen estas adhesiones incluso entre conscriptos?. ¿Por qué se adhieren a los valores militares a pesar del sufrimiento que éstos les puedan infligir?. La sociología militar ha demostrado que la institución militar no recurre al patriotismo para llevar a los hombres al combate, ni parece que nuestros entrevistados se identifiquen con este valor. ¿Cuál es el recurso para que el ejército gane adeptos entre los exsoldados que fueron obligados y declaran haber vivido la violencia militar oficial y paralela?
Varios repertorios de canciones militares expuestos en internet proporcionan una información complementaria que contextualiza estas actitudes (v. Bibliografía). Aunque estas canciones incluyen algunas referencias al nacionalismo español, la mayoría de ellas deja este discurso en un segundo plano. Estas alusiones nacionalistas suelen implicar connotaciones franquistas, como el recuerdo de la Guerra Civil o de la División Azul. Sin embargo, muchas otras canciones adoptan referentes de países muy distintos: partisanos italianos durante la Segunda Guerra Mundial, los ejércitos aliados en esta contienda, guerrilleros castristas cubanos, canciones tradicionales alemanas, letras inventadas en ocasión de la guerra del Vietnam, etc.
La mayoría de canciones combinan imágenes remotamente nacionalistas con una apelación directa a la personalidad del soldado. En el caso de la Legión, inspirada en la Legión Extranjera francesa, el juego retórico entre colectividad nacional y personalidad es omnipresente, hasta el extremo de que algunas canciones ni siquiera aclaran que se trata de España(6). De un modo análogo, el legionario de la Bandera de Operaciones Especiales de la Legión se vincula con su grupo mediante sus rasgos personales. La proclama llega al orgullo por pertenecer al cuerpo después de haber esbozado un perfil de personalidad.
"El Caballero Legionario de la Bandera de Operaciones Especiales de la Legión reúne una serie de características tipo que pudieran enumerarse en:
- Gusta de enfrentarse a retos personales, y superar los hitos que aparecen como infranqueables.
- Le gustan las actividades que conllevan riesgo y aventura.
- No le importa la dureza de la instrucción (...)
(...)
- Se siente inmensamente orgulloso de pertenecer a la Legión (...)
- Exige de su Mando dedicación absoluta (...)
- Cuando se va de la Bandera, lleva una impronta de vida diferente, de sacrificio, de austeridad, de trabajo y esfuerzo, que le hace afrontar los problemas de la misma de forma muy diferente a como cuando entró, y sabe además que contará siempre de por vida con su otra familia LA LEGÍON" (www.geocities.com/Pentagon/9898/page18.html)
En el Ideario Paracaidista de nuevo la patria queda en segundo plano frente a lo personal: así, las glorias de Ifni (guerra por la anexión de esta ciudad a Marruecos en 1969) se conjugan con la salud física y la sangre religiosa y familiar(7).
Si la pertenencia nacional no es el blanco directo de las alusiones, tampoco el estatus vinculado con las clases sociales parece un referente muy común. Es cierto que en las Academias de Oficiales, de acuerdo con algunos de nuestros informantes, se conservan algunas señales de distinción militar entre cadetes y reclutas (salir de bonito en Marín, el sable en los desfiles, las instalaciones en Zaragoza, etc.), y es cierto que los legionarios se denominan "caballeros" a sí mismos. Sin embargo, estas alusiones hacen ninguna referencia a las categorías socioeconómicas civiles. En todo caso, los futuros cuerpos profesionales podrían apoyarse en correlatos laborales para establecer distinciones, pero entonces los técnicos probablemente pasen por delante de los combatientes.
La clave reside en el hecho de que la mayor parte de los soldados que declaran adherirse a los valores militares establece una conexión entre el sentido de éstos y su masculinidad. El género masculino del soldado es lo que otorga un sentido a las características militares que incorpora; es, en suma, lo que vincula su vivencia personal con el grupo (corporativo en primer lugar, y nacional en segundo) al que va a pertenecer después del entrenamiento.
De acuerdo con un simple análisis del contenido de las piezas épicas que proclaman los internautas para hacer propaganda de la milicia, se observa fácilmente que el ritual militar dificulta la posibilidad de que las mujeres participen en los ejercicios bélicos, ya que buena parte de estos textos vería su sentido completamente alterado si se cambiase el género de los sujetos gramaticales. Por ejemplo, la simbología legionaria se alteraría sustancialmente si aludiese a una posible "novia de la muerte"(8), como tampoco tendría sentido la biografía de una mujer legionaria que hubiese merecido el honor llevar "todas las medallas y todos los galones (...) colgando de los cojones"(9). Por otro lado, según Camilo José Cela, citado por los mismos internautas, quien no haya sido soldado de infantería quizá ignore su verdadero aguante físico, pero quizá lo ignore también quien no haya ejercido la responsabilidad de cuidar a un niño o a un anciano en casa. El mismo autor todavía hace un juego más explícito cuando a los ardores guerreros les atribuye connotaciones de incontinencia sexual, o a la infantería la convierte en una "novia"(10). El mismo bloqueo semántico se reproduciría en las canciones que halagan el espíritu guerrillero de los `boinas verdes’:
"En los tiempos de Viriato/ ya existían guerrilleros, / con valor y más coraje/ que el caballo de Espartero./ Sacudió Pelayo al moro/ al querer pisar su suelo, / pocos hombres, muchos huevos/ táctica del guerrillero" (www.ctv.es)(11)
Ocurre otro tanto en algunas piezas que entremezclan las alusiones a la veteranía o al esprit de corps con el sobreentendido de que el combatiente de verdad es un hombre.
"Canciones de la COE-82 de Lugo.
Guerrilleros de montaña/ lo forman unos chavales/ que no le temen al Tercio/ ni tampoco a Regulares.
Ni tampoco a Regulares/ le temen los guerrilleros/ porque tienen más cojones/ que el caballo de Espartero./
(...) El día que yo me entere/ que me van a licenciar/ le entrego la manta al quinto/ y el fusil al capitán.
Quinto lanar, que te quedas aquí,/ yo me voy, ¡al rollo! (...)/ Las chicas de la Cruz Roja/ se han quejado al coronel/ si se van los guerrilleros/ con quién vamos a joder./ Quinto lanar, que te quedas aquí, / yo me voy, ¡al rollo!/ Y el coronel les ha dicho/ callaros hijas de puta/ si se van los guerrilleros/ ahí os quedan los pistolos(12).
Quinto lanar, que te quedas aquí, / yo me voy, ¡al rollo!/ Pistolos no los queremos/ que son unos maricones/ queremos los guerrilleros/ que follan como leones" (www.ctv.es)
En suma, el sentido institucional de la identificación militar estriba en el mensaje que ésta dirige a unos receptores masculinos. Hemos avanzado en el primer apartado que la masculinidad es una interpretación sociocultural de las diferencias sexuales, la cual evoca las separaciones entre los espacios centrales habitados por los hombres y el resto de los espacios posibles. Nótese que éste es el sentido que adquieren el valor del legionario, la resistencia del infante o la salud del paracaidista en los textos analizados anteriormente(13).
Esta misma configuración de sentido emerge tras las adhesiones de los reclutas entrevistados.
En primer lugar, aunque ya no sea un punto de paso obligado para todos los hombres, los soldados continúan interpretando que la mili es un rito de iniciación. Tanto si la rechazan o se limitan a constatar la realidad para referirse a este paso, como si mencionan su experiencia, es decir, tanto si adoptan una adhesión colectivista como una adhesión individualista, todos coinciden en sugerir que con el servicio militar se atraviesa un umbral. Para ellos la mili es una "experiencia", algo en que se aprende, y este aprendizaje consiste en despabilarse, "ser más perro", anticipar los comportamientos laborales, descubrir lo que es la vida, etc. El sentido práctico del servicio militar depende, pues, de su capacidad para reeditar el rito de paso que todos los hombres debían atravesar en otro tiempo, y que ahora en todo caso sirve a algunos para ponerse a prueba.
En segundo lugar, para la mayoría (sino todos) los entrevistados el compañerismo es el principal beneficio que se obtiene del servicio militar. Convivir con alguien durante nueve meses y soportar conjuntamente la mortificación castrense crea unos vínculos muy estrechos. Sin embargo, estos no perduran normalmente fuera del periodo de prestación, y se recuerdan dentro de aquel paréntesis vital.
Los reclutas entrevistados encuentran sentido a los valores militares porque los conectan con sus identidades masculinas. Estas identidades se articulan con respecto a unas reglas sociales de separación y jerarquía de los espacios. En muchas circunstancias los hombres tienen que asumir estas reglas, ya sea para aplicarlas ya sea para distanciarse de ellas.
Por un lado, el entrenamiento militar justamente se convierte en una iniciación, una entrada a un estadio vital diferente del anterior, con respecto a la cual los soldados establecen una relación parecida. Lo valoren positiva o negativamente los soldados reconocen que atravesaron una línea en su vida, que dentro no pudieron ser como fuera. Esto es precisamente lo bueno y lo malo del servicio militar. Allí les humillaron, si por humillar entendemos que les obligaron a restringir su margen de acción, y esta humillación es el motivo de orgullo o de decepción.
Por otro lado, este paso lo dieron al unísono con otros hombres. Aceptan algunos que no tiene por qué ser diferente si los soldados son mujeres, pero acaban contando las tensiones que esto provoca. Este vínculo es otra de las características sociales de la masculinidad; emerge de la violencia sufrida, y puede ser el catalizador de otras manifestaciones violentas.
La violencia, pues, juega un papel en ambas facetas de la identificación militar. Ya sea mediante la mortificación oficial necesaria para prepararse ante el combate, mediante la mortificación paralela de las arbitrariedades y los abusos, ya sea mediante el espíritu guerrero de cuerpo, o la guerrilla paralela entre grupos primarios, los soldados acaban identificándose con unos valores militares que les apelan en tanto que son hombres quienes atraviesan el umbral en grupo. Este es el poso del servicio militar en la identidad de quienes lo han vivido. Sólo unos pocos señalan que mantuvieron una distancia, si bien aceptan que en algo también ellos cambiaron.
Este informe intenta responder una pregunta sugerida a raíz del servicio de asesoramiento a reclutas que la asociación Informació per a la Defensa dels Soldats viene prestando desde 1990. Su objetivo es explicar por qué los soldados son víctimas de la violencia paralela dentro del servicio militar.
Desde varias perspectivas sociológicas se han propuesto tres explicaciones a este fenómeno. Una: que este sufrimiento se debe a los últimos restos del militarismo del pasado. Dos: que los soldados sufren porque atraviesan un rito de paso. Tres: que la violencia paralela, y por tanto el sufrimiento de los soldados, es una característica de la organización militar. La investigación presentada se ha basado en este tercer análisis.
Desde esta perspectiva, se han distinguido dos facetas de la violencia militar, se ha constatado que estas dos facetas se entremezclan en la vida castrense, y se han señalado los factores de esta intersección.
Entendemos que la violencia es una relación social en la que una parte restringe las posibilidades de acción de la otra. En términos gráficos, esta definición se resume en la idea de que la violencia es una humillación, una circunstancia en que una persona debe agachar la cabeza ante otra.
Distinguimos una violencia militar oficial y una violencia militar paralela. La violencia oficial es necesaria para que los ejércitos satisfagan su función de preparar la guerra. A los soldados se les aparta de su entorno social, y se les somete a una disciplina, con el fin de conseguir que se motiven para luchar contra un enemigo posible. La violencia paralela, en cambio, es el conjunto de perjuicios que sufren los soldados sin que sirvan explícitamente para preparar esta defensa.
Hemos señalado unas manifestaciones concretas de cada una de estas violencias. Por un lado, la violencia oficial se encarna en la aplicación de normas explícitas, en los márgenes de transgresión tolerados de éstas, y en los ejercicios bélicos. Por otro, la violencia paralela se observa detrás de las arbitrariedades castrenses, los abusos entre soldados, los privilegios de veteranía, las novatadas, las peleas, los conflictos jerárquicos entre soldados y el sexismo contra las mujeres militares. Si se revisan las referencias a estas categorías recogidas mediante una muestra de entrevistas, se constata que las formas oficiales conllevan implicaciones paralelas y que las formas paralelas conllevan implicaciones oficiales. Así, la aplicación de normas, su transgresión y las arbitrariedades castrenses determinan tres grados de mortificación que sufren los soldados, a pesar de que las dos primeras categorías remiten a la violencia oficial y las últimas a la paralela. Del mismo modo, los abusos o los conflictos entre soldados suelen reproducir elementos de la jerarquía de mando, o bien las novatadas se inspiran en ritos parecidos a la jura de bandera o a los ejercicios bélicos.
Entre los factores más influyentes en esta intersección de violencias oficiales y paralelas se han destacado los siguientes:
1. La organización militar se estructura como una jerarquía de grupos primarios, es decir, de grupos unidos por la convivencia directa. Estos grupos sobreponen los mandos a la tropa, pero también unos reemplazos a otros, o bien los cuerpos operativos a los cuerpos de apoyo.
2. La "carrera moral" de los soldados dentro del ejército establece una pauta de las manifestaciones de ambos tipos de violencia. En particular, la mayor intensidad de la violencia oficial se da en el momento de la instrucción, mientras que la mayor intensidad de la violencia paralela ocurre cuando los reemplazos llegan a su destino definitivo. Todos los soldados atraviesan en grupo estos estadios (instrucción, incorporación a un destino como novatos, veteranía y licencia); por tanto, las violencias paralelas adquieren buena parte de su sentido como secuencias de este proceso.
3. Se espera, y se consigue, que los soldados asocien los valores militares con los rasgos socioculturales del género masculino. De hecho, aunque el servicio militar haya dejado de ser un rito de iniciación para todos los hombres del país, conserva unas connotaciones iniciáticas. Lo que atrae de la disciplina militar es la "experiencia" de haber sabido estar a la altura, de haber atravesado la prueba junto con un grupo de compañeros. Las violencias oficiales y paralelas refuerzan el sentido de esta prueba, y la solidaridad resultantes del paso conjunto las vehicula.
Estas conclusiones se apoyan en el análisis de una muestra de treinta y tres entrevistas mantenidas con jóvenes que han realizado su servicio militar entre 1997 y 1999, procedentes de Cataluña, la Comunidad Valenciana y Castilla- La Mancha. Sus destinos se reparten entre Canarias, Ceuta, Andalucía, Madrid, Castilla- León, Aragón, Cataluña y las Islas Baleares. Así pues, a pesar de las dificultades para encontrar entrevistados, y de la nula colaboración de las autoridades militares, se ha podido constituir una muestra variada. A estos jóvenes se les ha preguntado por el proceso que ha seguido su entrenamiento militar; se les ha solicitado que describan a sus compañeros de reemplazo, a los soldados profesionales, a los mandos y a las mujeres militares que encontraron en su cuartel; y por último se les ha pedido que valoren si el servicio militar les ha cambiado en algo.
Como sucede en toda investigación, los términos en que se han definido los fenómenos y analizado las entrevistas asumen en este estudio unos puntos de vista normativos. La filosofía de la ciencia ha argumentado repetidas veces que todo estudio de "lo que es" remite a una interpretación de "lo que debe ser". Las características propias de la investigación se han expuesto en los párrafos anteriores, y deben juzgarse en términos de su validez teórica y empírica. Pero esto no anula en absoluto sus implicaciones normativas.
La lectura de estos resultados sugiere las siguientes reflexiones. Un objetivo deseable de los ejércitos democráticos, sin lugar a dudas, es la eliminación de las violencias paralelas. Además, este objetivo es aún más inminente cuando estos ejércitos se comprometen a participar en operaciones de mantenimiento de la paz en regiones distintas del mundo, ya que la versatilidad y la complicación de estas operaciones requieren que los soldados sepan medir los límites de la violencia oficial para cumplir satisfactoriamente con su cometido. Sin embargo, el análisis de la organización militar indica que será extremadamente complicada la erradicación de esta violencia paralela, puesto que se ha convertido en un rasgo estructural de esta organización.
Incluso los soldados que niegan haber participado en acciones de violencia paralela acaban reconociendo que a la larga "aprendieron" a implicarse en ellas. Aún más, quienes reniegan de esta violencia con mayor vehemencia son los que menos comparten los valores militares, es decir, los que se acercarán menos a un ejército profesional. Por otra parte, todos los soldados distinguen las acciones violentas que son una "broma" de las que son una "putada", pero esta misma distinción es móvil y se puede convertir en un criterio para legitimar verdaderas agresiones.
Ante estas circunstancias, será muy difícil suprimir la violencia paralela del ejército. La organización militar necesita estos poros de violencia para funcionar. Sin ellos, se ahogaría, como se ahogaría un ser humano que no pudiese transpirar por los poros de la piel.
Pero la discusión política sobre el ejército ha puesto esta cuestión sobre la mesa. Hoy en día se propone que los ejércitos sustituyan su antigua misión defensiva por la de mantener la paz en las regiones conflictivas, y se ha disipado la imagen de un enemigo invasor que amenace a la mayoría de países democráticos. Por ello se subraya la importancia de que el entrenamiento militar evite que la violencia desborde los límites oficiales, de que los soldados aprendan a operar en situaciones complejas donde la respuesta automática puede ser perjudicial, y de que su entrenamiento evite cualquier posible abuso. Sin embargo, nuestras conclusiones sugieren que no es verosímil la posibilidad de conseguir este empeño.
Frente a estas propuestas se ha sugerido la necesidad de buscar otras formas de seguridad internacional menos militares. Se trata de estrategias inspiradas en la cooperación, el desarme, la cultura de paz, el desarrollo sostenible, etc. Ciertamente, esta alternativa es compleja y contradictoria, pero es imprescindible recordar que no es más compleja ni más contradictoria que el objetivo de limitar la violencia militar a la violencia oficial.
Notas:
1 El informe legal da cuenta de la indefensión jurídica a que son sometidos los soldados en España.
3 Ésta es una definición rápida plagada de implicaciones teóricas que no desarrollaremos en este punto. Basten algunas precisiones: las funciones no tienen por qué corresponderse con la intención de los actores sociales, evidentemente pueden beneficiar los intereses de unos en detrimento de los de otros, la existencia de una práctica social no se explica porque satisfaga una función, las funciones burocráticas existen en todo tipo de organizaciones y no sólo en las burocracias maquinales, y las funciones rituales son trascendentales en cuanto saltan fuera del contexto inmediato, lo cual no implica que sean religiosas estrictamente. Con ellas nos apropiamos de los conceptos propuestos por distintas escuelas sociológicas y los reinterpretamos a la luz de nuestro marco teórico.
4 En este aspecto concreto las arbitrariedades castrenses adquieren un sentido ritual. Por supuesto, el cuadro III sólo pretende ordenar los criterios de análisis generales, y no pretende anular la posibilidad de excepciones, que además se derivan en este caso de la continua intersección entre las dos formas de violencia militar.
5 Se trata de suboficiales que no han pasado por la Academia. Anteriormente esta era la situación más normal de los reclutas que decidían continuar en el ejército con un contrato laboral.
6 "Soy valiente y leal legionario,/ soy soldado de brava Legión,/ pesa en mi alma doliente calvario,/ que en el fuego busca redención./ Mi divisa no conoce el miedo,/ mi destino tan solo es sufrir,/ mi Bandera luchar con denuedo,/ hasta conseguir vencer o morir" (www.arrakis.es/romarsa/legion/cancione.htm)
El Ifni se abrió el libro de nuestra historia. No escatimarás tu sangre para escribir en él páginas de gloria.
(...)
LA SALUD
Las alegrías del vino y las emociones del juego son falsas. Busca la alegría estando contento contigo mismo y las emociones en los deportes, y serás sano de cuerpo y alma.
TRILOGIA
Dios te dio un arma./ Tus padres un cuerpo./ La Patria un arma.
Conserva limpios los tres" (personal.redestb.es/txus/bripac/tradicio/mandatos.htm)
8 "Credo Legionario.Espíritu de Amistad: De juramento entre cada dos hombres" (www.arrakis.es/romarsa)
"El Novio de la Muerte./ Soy un hombre a quien la suerte,/ hirió con zarpa de fiera,/ soy un novio de la muerte/ que va a unirse en lazo fuerte/ con tan leal compañera (...)/Cuando al fin le recogieron,/ entre su pecho encontraron,/ una carta y un retrato,/ de una divina mujer./ Y aquella carta decía,/ si algún día Dios te llama,/ para ti un puesto reclama, que a buscarte pronto iré./ Y en el último beso que le enviaba, su postrer despedida le consagraba"(www.arrakis.es/romarsa/legion/cancione.htm)
9 "Canciones legionarias de marcha: `Pobrecitos maridos infelices'.Ese otro que en su pueblo,/ se las daba de sereno,/ con el hambre que pasaba/ se alistó al Tercio de Extranjeros,/ a los cuatro días/ cabo interino lo hicieron,/ le vino la propuesta firmada por los rancheros,/ le quitan los galones/ por ser un mangante,/ y al día siguiente/ le hacen machacante./ Se ha portado bien/ en las operaciones,/ todas las medallas/ y todos los galones/ los lleva colgando/ de los cojones./ Acabo de recibir... chis pum (bis)/ noticias frescas de mi país (bis)/ Se está poniendo España en tan malas condiciones/ que se está incrementando/ el gremio de maricones./ Como sigan así las cosas/ con tan poco disimulo/ va a faltar el sitio/ para ir a tomar por culo/ !Cómprate una gabardina, MAMÓN!" (pon pon) (www.arrakis.es/romarsa/legion/cancione.htm)
10 "A pie y sin dinero. (...) Quien no haya sido soldado de infantería quizá ignore que cuando el hombre se cansa, faltan muchas horas y muchas leguas para cansarse.(...) Quien no haya sido soldado de infantería quizá ignore que cuando el hombre se lanza (...) lo más difícil es enfriarlo y pararlo.(...) Con el frío del 8 de diciembre se calienta nuestro corazón al pensar como a una novia a la que quisiésemos, en la infantería. Resuenan pífanos marciales y aun nupciales en la última profunda revuelta de nuestros oídos y aún se estremece, gracias a Dios, ese último nervio que en los cuerpos de los bien nacidos se guarda, como oro en paño, para que vibre en las ocasiones solemnes". Camilo José Cela" (personal.redestb.es/txus/bripac/tradicio/infant.htm)
11 Los `boinas verdes’ son los soldados de las Compañías de Operaciones Especiales. Su cancionero incluye la anterior referencia junto a las siguientes:
"Brindis al vino.Uno: Por ellas, por las más bellas, por las del culo ancho y cuello estrecho, por las que nos brindan sus labios desinteresadamente aunque estén llenos de telarañas. Por ellas. ¿Por las mujeres? Todos: Por las botellas""(www.ctv.es)
"La muerte como es mujer/ es bonita y traicionera/ por eso siempre estaré/ acechante y a la espera.
Y si sigue insistiendo/ no me ha de preocupar/ el que muera un guerrillero/ siempre ha sido lo normal" (www.ctv.es)
12 Los "pistolos" son los soldados de los cuerpos de apoyo, que no reciben el mismo entrenamiento intensivo que los COE. A ellos va destinada también esta otra estrofa: "En la puerta de la COE/ hay una piedra de pico/ pa que vengan los pistolos/ y se rompan el hocico./ En el patio de la COE/ hay un charco lleno mierda/ pa que vengan los pistolos/ y se vayan de merienda./ Nunca en mi vida he visto/ lo que he visto esta mañana/ dos pistolos en un charco/ dando por culo a una rana" (www.ctv.es)
13 Esto no excluye la posibilidad empírica de que una mujer pueda identificarse con estas canciones. Ahora bien, los estudios sobre la entrada de las mujeres en los ejércitos han registrado en distintas ocasiones que a éstas se las mantiene alejadas de las posiciones de combate (Jar, 1992; Yuval-Davies, 1997).
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ANEXO I. EL GUIÓN DE ENTREVISTA
0. Elementos descriptivos:
_ Destino: Cuartel, escogiste destino?
_ Instrucción (reclusión, jura de bandera, contacto con armas)
_ Tipo de función que desarrollas en el ejército
_ Otras obligaciones militares (guardias con y sin armas, maniobras, ejercicios de tiro, marchas)
_ Horarios y tiempo libre (tiempo dentro y fuera de la caserna, actividades dentro y fuera)
1. Elementos de relación:
A. Relación con los oficiales y suboficiales:
_ Tipología de oficiales (buenos y malos oficiales): criterios subjetivos de ordenación según el recluta.
_ Uso y abuso de la capacidad sancionadora de los oficiales: arbitrariedad, o no? ; miedo a las sanciones...
_ Uso y abuso de la jerarquía: tareas extramilitares, malversación de recursos, abuso de poder...
B. Relación con los profesionales
_ Posición en la estructura jerárquica del cuartel, tipo de tareas que desarrollan y tipo de relación que establecen con los reclutas.
C. Relación entre los reclutas
_ Articulación de relaciones jerárquicas entre los reclutas: veteranía, unidad, edad, clase, actitud agresiva y/o potencial uso de la fuerza física.
-Los privilegios de la veteranía y de otras escalas paralelas de poder
-La existencia y la vivencia de las novatadas
- Los buenos compañeros y los malos compañeros: escaqueo y solidaridad. Vínculos y agrupaciones de amistad. Tipologías de soldados: soldado víctima, soldado matón, etc.
2. Inculcación ideológica:
- Los discursos fóbicos: homofobia, nacionalismos separatistas, pacifismo, ateísmo, misoginia, racismo, etc.
-Los dicursos fílicos: virilidad, religión, disciplina, nacionalismo español, la erótica de las armas, honor, etc.
-Las repercusiones de ser recluta en la vida civil, durante la mili y/o después de la mili (familia, ocio, trabajo, amigos, pareja, etc.)
ANEXO III. ACCIONES VIOLENTAS MENCIONADAS EN LAS ENTREVISTAS
A. APLICACIÓN DE NORMAS EXPLÍCITAS
Casos de arrestos.
Desconocimiento de los grados (21). No comer en unas maniobras (5:1100-1106). Tomarse un permiso de pernocta sin apuntarse previamente en la correspondiente lista (5-310). Hacerse pasar por enfermo (6:961-77). Maltrato al material del cuartel, como, por ejemplo, rayar las mesas (6:96-106). Girarse con un arma cargada durante las prácticas de tiro(6:124-131). Quedarse dormido a la hora establecida para levantarse (20:190-201). No llevar las botas limpias (4:188-95). Los músicos podían ser arrestados 4 días por no saber tocar correctamente durante la izada de bandera (13:206). Un mes por estrellar una furgoneta del ejército mientras se conducía (13:231-34). Dos días por jugar a la consola durante la guardia en la habitación de control de las cámaras de vigilancia (15:319). Tener "capadas" y no decir quien ha sido el autor de las mismas (15:326). Decir que algo está limpio y no estarlo suficientemente según el criterio de los mandos (18:611). Irregularidad en la vestimenta (24:239). Utilización de la mesa de ping pong y no dejarla limpia (24:200). Una semana por negar una falta cometida, en este caso fumar porros (27:438). Caída al suelo del cargador (34:520). Faltas de atención, como por ejemplo moverse en la fila; el propio soldado iba al brigadier para que le apuntara la falta (23) Consumo excesivo de alcohol (31:498-543). Por fumar porros; arrestos de un mes(13:231 / 16:624), arrestos de 15 días (15:322 / 27:438), encadenación de arrestos por no dejar de fumar porros(16:621 / 13:368 / 24:225). Sentido del arresto. Arresto sentido como humillación (21). Casos de permisos. Permisos extra por cumplir con creces con las tareas encomendadas (20:168-89). Todos los fines de semana en casa (29:271 / 9: 409-12). Duración. No gozar de los que a uno correspondían (18:660). Tener pocos, pero no importar al soldado afectado (legionario) (30: 549-579). Permisos sólo 3 días por Navidad y un mes seguido (16:112)
Controles.
Vestimenta. En el cuerpo de los PM siempre tenia que estar inmaculada, en especial el cinturón blanco (12:178-80), así como el pelo y las patillas (12, 261-65). Importancia de la limpieza en el vestuario (18:120). Donación a las dos semanas (16:77). Hastío de color verde (16:221). Control de su limpieza diaria en la legión (30:700-711). Tiempo libre. Durante la instrucción como de legionario, prácticamente no se permitieron salidas del cuartel (30:149). Por falta de transporte para salir del cuartel, se pasaba la tarde mirando la tele o dando vueltas por el cuartel (5:362-80). Leer revistas, charlar y hacer la siesta como actividades principales (8:261-301). Una hora y media diaria, y si se salía de pernocta, se tenía que decir el hotel de alojamiento (23). No permitir hacer la siesta dentro del cuartel (4:581-8). Estudiar cursos jurídicos y hacer bastante deporte (11:98-100). Desplazarse hasta el pueblo para consumir alcohol (15:106). Mirar TV toda la tarde, o haciendo la siesta (16:160)
Apartamiento.
Sufrimiento de los soldados por estar lejos de las respectivas novias (5:467- 75) Cuenta atrás de los días que faltan para la licencia; (29:836), desde los últimos 50 días (11:539), también los días que faltan para el permiso de un mes (16:299). Mala comida; (6:778), asqueroso, y la cocina poco higiénica, con ratas (34:80, 220). Primeros días. Primera semana vestidos de civil (8:35-61 / 24:28-31). Primera semana sin posibilidad de salir del cuartel (21 / 18:66-70). Sensación de pérdida total i de soledad infinita (11:52-8). Estar asustado: (27), sobre todo desde que se firma y se ve que ya es algo definitivo (14:35-43), ante la incógnita de que se puede encontrar (16:47). Despojarse de todas las joyas (pulseras, pendientes, etc., cosa que deja desnudo) (16:41). Sentirse como una oveja en un rebaño (24:28-31). Primer comentario de los mandos es que no des nunca las gracias (24:118). Primera semana en el Bruc perdiendo el tiempo (34:35-41).
Clasificación de los soldados.
Sustitución del nombre por un número (4:238-63 / 12:21-7). Percepción negativa de la uniformización impuesta (34:65). Realización de tests psicológicos para detectar problemas psicológicos y, si es necesario, licenciar prematuramente a algún soldado (31: 349-364). Destinación a transportes sin ningún tipo de consideración técnica lógica (21). Para ser alférez desde milicias, es necesario pasar exámenes, y se entra según la puntuación (23). Las brigadas en la instrucción, seleccionadas según la profesión y el nivel de estudios de los reclutas (23). Exámenes para decidir los destinos (1:56-96). En las secciones operativas, si alguien se amargaba o no podía aguantar el ritmo, se le desplazaba a las secciones de apoyo (13:659); esto era algo humillante (17:238). Una mando psicóloga ayudó a un soldado a salir de la sección de zapadores, que le resultaba físicamente demasiado duro, e ir a la banda de música (13:173). Captación para oficinas preguntando quien sabia de ordenadores; contestar era un riesgo, porqué podían enviarte a letrinas (15:170-3) Captación a través de pases de videos para ir a cuerpos especiales (17:74). Agrupación por niveles físicos en la instrucción; los mejores no hacían gimnasia (24:97-106). Entrada en oficinas por el número de pulsaciones (29:450). Casos de licencias anticipadas. Por trastornos mentales (9: 972-77). Por torcer la cabeza con miedo al disparar (5:463-5). Por exceso de peso, a pesar de que el recluta en cuestión ansiaba hacer la mili (11:128). Rebajas en los servicios. Por tener un hierro en la pierna, a pesar que la rebaja sucedió con retraso (21). Muy a menudo por accidentes (26:297-315).
Estrategias de adaptación
Importancia de pasar desapercibidos (12:275). Alejarse de la gente que causa problemas (12:294). Autolesiones. Romperse dedos, brazos, o provocarse una pulmonía (26:245-95). Agravarse lesiones o resfriados (11:439-59). Pegarse un tiro en la pierna (13:425). Romperse un dedo después de enfriarlo previamente con hielo (29:523- 6). Gente que se pone enferma a propósito (34:374-9). Falta de actividad. Demasiado tiempo libre (30: 407 / 18:74 / 24:90). Tan aburrido que incluso apetecía hacer guardias (16:261) Engordarse 10 kilos como consecuencia del poco trabajo (8:205-235). Trabajo de peluquero solo era intenso durante la incorporación de nuevos reclutas (22). Poco trabajo en banda de música, y como consecuencia mucha pérdida de tiempo y mucha gente fumando porros todo el día (13:600-14). Novatadas, escaqueo y falta de solidaridad como consecuencias de la poca actividad (13:552-60). Accidentes. Caída en pista americana provoca ruptura de brazo de un legionario, causa de licencia definitiva (30: 80-2). Chico anémico muerto por una picada de araña (16:69) Intento de suicidio por problemas con la novia (34:303). Muertes en accidentes de tráfico (29:180-3). Muerte de un paracaidista (29:180-3).
Persecución de novatadas.
Legionarios vigilaban por la noche que no las hubiera (30:651). Ejemplificación de su peligrosidad y de la necesidad de perseguirlas mediante el caso del ahogamiento en la taquilla (31: 203-235 / 3:907-953 / 12:395 / 16:450-60). Pena de calabozo si los mandos se enteraban de que alguien lanzaba a un novato fuera de su cama (31: 458-93). Amonestaciones a los abuelos acusados de hacer novatadas (9:707-801 / 21 / 20:566-571). Arrestos colectivos si no salía el responsable de alguna novatada (3: 798-815).
Aprendizaje bélico
Respeto a los galones. Tener problemas serios si te metías con algún comandante (22). Aprendizajes. No convalidación del carnet de conducir (21). Aprendizaje de inglés y de alemán (23). Preparación para asaltar edificios por parte de los FAR (4:453-8). Conducir un tanque (11:142-60). Defensa personal en la instrucción especial de los PM (12:147- 59). Tocar la corneta (13:200-6). Ningún aprendizaje específico para realizar el trabajo de botiquín (26, 14:257). En las COEs, desde explosivos, radio, deportes de montaña, telecomunicaciones, etc. (17:145).
Arrestos de objetos y espacios.
Los cuarteles del 23-f (31: 277-282). Dos garitas por su relación con la muerte de unos soldados (31: 285-302) La piscina por el ahogamiento de un recluta dentro de una taquilla siete años atrás (3:957-68).
B. MÁRGENES DE TRANSGRESIÓN
Transigencia con los soldados en general.
Saltarse la escala de mandos. Para pedir permisos (31:405-430). Para quejarse de un suboficial, y éste fue amonestado (26: 158-79). Escaqueo de los soldados. Posibilidad de no hacer órdenes nocturnos, pero los hacía por diversión (9: 431-71). Los PM se esconden y disimulan para no hacer nada (5:311-27). Tardar cuatro días en pintar una pared, y que oficiales aún lo creyeran un buen trabajo (8: 623). Existencia de soldados enchufados (6:836-68). Alargar las tareas (20:60-92). Hacer sólo lo mínimo imprescindible, sobre todo en tareas sin sentido (por ejemplo, limpiar un tanque sin motor (11:160-8, 418- 29 / 24:551). No fregar si podías no hacerlo (15:291). Buscar rebaja en el botiquín haciendo cuento (26,16:633-36). Regirse por la ley del mínimo esfuerzo (16:437). Cargar el muerto a otro de una falta de tu responsabilidad (34:528-30). Otras transgresiones. Pasearse con calzoncillos por el cuartel de noche (5:872-900) Quitarse la gorra para no saludar a los mandos (21). Izar una estelada y hacerse fotos (18:813-20). Otras transigencias. Transigencia con fumar porros de algunos oficiales (13:565-71). Mandos que preguntan al final de la mili, "off the record", que piensan los soldados de la mili; posibilidad fáctica de criticar lo que no gusta sin consecuencias (11:800).
Transigencia con los veteranos.
Recomendaciones. Recomendar a un amigo para el lugar ocupado (9:701-713). Superior que busca un destino en Cruz Roja a un soldado (26:235-43). Enchufes en oficinas (17:55). Transigencia con las novatadas. Transigencia con las novatadas que no eran muy duras (22 / 11:334).
Transigencia con ciertos grupos y cuerpos.
Privilegios de ser cabo. Como cabo, más que trabajar, se controla (12:210). Intentar tapar la llegada tarde al cuartel de algún compañero (17:431) Privilegios de ciertos cuerpos. Los conductores(21) Los PM (21 / 5); colarse en la comida, llevar el pelo más largo, o colarse en peluquería(16:430-45). Ingenieros con responsabilidades (caso de un realizador de las especificaciones de un prototipo de barco); podía ir de civil por la calle, dormía gratis en la residencia militar, los soldados rasos le tenían que saludar en la residencia, y le pagaban (23) Botiquin (14:215-40), categoría de soldado muy respetada, con autoridad (34:250). Privilegios de los que hacían servicios a los mandos. El peluquero (22). Camarero de los oficiales (18:190) Comida extra para quien conoce a los de cocina (20:680-2).
Conductas positivas de los mandos. Algunos mandos trataban de tu e invitaban a algo a los reclutas (31:498-543 / 5: 823-41). Capellán que anulaba los arrestos a reclutas amigos (22) Teniente que casi no arrestaba (3:378-448). Concesiones a los reclutas más débiles (tareas menos exigentes, etc.)(11:284 / 13:405) Caso de un mando que no arrestó a un recluta que se había quejado porque finalmente reconoció su culpabilidad (15:130-40). Buen trato entre los mandos de oficinas y soldados en oficinas (15:310) Valoración positiva del compañerismo y de la aceptación pública de las faltas de responsabilidad anónima (15 / 16:710) Permiso de pernocta incluso con guardia de algunos oficiales (27:126) Permisos extra para un soldado de enfermería por la muerte de su madre (34:390).
Conductas negativas de los mandos.
Conducta diferencial de los mandos. Diversidad de chulería y exigencia (22) Cabos enrollados y otros que se comportan como sargentos (6:793- 822). Mandos chusqueros, amargados(1:753-55) (3:1429-1479) (4:136-75) vs. los de academia, que son mejores (6:1116-22) (2:729-777) Mandos jóvenes de academia más exigentes (20:503- 49) (14:160) Mandos que lo ven como un trabajo (los mejores) vs. los que lo sienten como su vida (peores) (11:345-8) Mandos duros pero coherentes en general (13:292) Mandos colegas vs. los que van a "rajatabla" (18:825-8) Oficiales superiores suelen ser mejores (24:245-80). Mayoría de mandos son cordiales, se toman la mili como un trabajo cualquiera (27:333-47) A menos rango, peor (29:606). Escaqueo de los oficiales. Sargento que daba órdenes y luego se iba al bar (8: 1010-16) Mandos que se van a almorzar y delegan control de la tropa en los cabos (22).
C. EJERCICIOS BÉLICOS
Maniobras.
Ocupaciones. Llevar la radio, los teletipos, etc. durante las maniobras (31:145-190) Ocupación de los legionarios en sacar fango de Jaén (30:223-69). Maniobras con fuego falso de los legionarios (30: 223-69). Conducción de tanque(11:155-58) Conducción de TOA en maniobras periódicas, 48 horas dentro del vehículo (24:86-173). Situaciones. No realizarse por falta de presupuesto(11:105). Aprendizaje de técnicas de combate y obligación de ir rápido en el cumplimiento de las órdenes (12:92-112) Una noche gritaron "generala", y fue un tormento (15:66-105/34:131-41) Antihigiénico por la falta de recambios de ropa (34:131-47). Sentido. Como un juego de niños (13:66 / 15:66-105) Como un juego un poco absurdo (16:230-90). Ejercicios de supervivencia. En las maniobras legionarias (30: 316-57). Llevar una mochila muy pesada (2). Estar seis días en un agujero, sin salir, haciendo las necesidades en una bolsa (17:171-4). Marcha con vestido antigás (5: 260- 305)
Tiro
Paso del susto al gusto (8:140-52) Amonestación por disparar sin apuntar en prácticas de tiro (15:155-64) Amonestaciones para los que disparaban en exceso (30:300-305). Armas Asignación de un fusil con cinco balas que debía cuidar como su novia y de un sable que tenía que pedir o comprar (30.000pts.) Uso de un cetme y de un fusil de asalto (29:58-60).
Competiciones
Entre los legionarios, competiciones futbolísticas (30: 270-78). Entre regulares y la legión (6:262-283). Entre FAR-COES-Legión (4:523-49)Competición internacional de COEs, donde quedaron segundos por delante de muchos cuerpos profesionales (17:270-80) Obligación de hacer duras pruebas físicas para conseguir la boina verde (17:323- 30)
Guardias.
Elección personal sobre cuando hacer las guardias que corresponden a lo largo de la mili (26:451-81). Realización de muchas; y de todo tipo, cuartelero, imaginarias y de conductor de guardia (11:207-18), 1 día 24h., y después dos días de descanso (12:163), entrante y saliente continuamente (13:165-75 / 16:163) Durante las guardias se llevaban balas, pero sólo armas en la puerta principal (12:190-200) Las más serias en polvorín (13:270-3)Posibilidad de arresto en 1ª hora de imaginaria por el follón del dormitorio (13:117-20) Ordenación de turnos por orden alfabético (27:105) Aburridísimas; momento de depresión(34:385) llevaba walkman o lecturas, y los mandos hacían la vista gorda (11:223- 28 / 16:385), muy aburridas incluso las cortas de dos horas (8:155-82). Mandos procuraban no pasar para no ver si te dormías (13:253-75). Vigilancia de la frontera y aviso a la Guardia Civil cuando un "moro" saltaba la valla en Ceuta (6:1031-1050)
Instrucción.
Light, porque había muerto un chico hacía poco e iban con cuidado (21) Era un no parar con mucha presión (11:75-83). Es la mili de verdad, porque hay mucha gente y debes estar siempre vigilando (12:32-56) Sentido como preparación de la Jura de bandera (12:132-6 / 16:85) Dos semanas de desfiladas continuas (13:66). Una forma de estresar a los reclutas, por la velocidad y presión (13:55-7 /34:85). Únicamente significa formar alguna vez (18:88) Repeticiones continuas de la formación (29:45-7).
Excesos con armas.
Un soldado hiere a otro jugando y lo ocultan (25). Un sargento amenaza a un soldado con su pistola tras perder una partida de parchís (25).
D. ARBITRARIEDADES CASTRENSES
Sanciones injustificadas.
Negación de permisos. A un soldado con la madre moribunda, con posterior rectificación y amonestación al suboficial (31:303-318) no-concesión de un permiso prometido (9:612-19). No permisos entre 1ª instrucción i 2ª instrucción de los PM (12:124) Rebajar los días de permisos de los domingos de fiesta (17:209-15) Arrestos injustificados/desmesurados. Mando que arrestaba por pequeñas faltas (5: 715-800). Por reírse de la bandera (21) Por quedarse atrasado en una marcha (6:158-244) Los chusqueros, por cualquier causa, con cualquier excusa (3:1185-1200) Necesidad de estar siempre vigilando para no ser castigado (4:606-50 / 3:1185-1200) Existencia de arrestos arbitrarios (26:107-43); si tenían un mal día te arrestaban (11:645 / 12:328 / 15:329 / 18:543). Se suele castigar en exceso a los soldados "marginales" (26:341-66). Arrestos como arma de los mandos, porque podían no dejar que alguien fuera a su casa el fin de semana (11:502) Arrestos colectivos por desconocimiento del culpable de alguna falta (12:289-98). Por perder una pequeña pieza de la correa del cetme (13:720). Advertencia de arresto si continuaba hablando en catalán (15:53) Intento de arresto a todos los fumadores porque no sabían cuál de ellos fumaba porros (16:354). Arrestos de un oficial joven de academia por cosas insignificantes, como perder una pequeña pieza del equipo en plena escalada (17:385) Por moverse en la formación cuando le iba a picar una avispa (24:213). El sargento "4 días", que siempre arrestaba 4 días coincidiendo con el fin de semana (24:193). Destino. Imposibilidad de cambiarlo a pesar de ser cabeza de familia (4: 984-91). Fijaciones de los mandos. Mandos que iban a por ciertos soldados (21). Los potencialmente problemáticos eran llamados "los desechos" (11:311). Perseguir al más chulillo (12:404-16 / 29:865)
Humillaciones y agresiones.
Insultos. Sargento que dice a soldado que su madre le pone los cuernos al padre (31: 653-5). Insultos colectivos constantes en la 7ª compañía de fusileros (6:871) Mandos que insultan sistemáticamente al equivocarte (6:913-60 / 14:65-75). Insulto típico: "parecéis nenas" (2) Comparación de los insumisos con violadores (15:567). Insultos homófobos al grupo (15:574 / 29:617) Un comandante de caballería insulta siempre a los soldados que cuidan los caballos (10:967) Órdenes excesivas/ humillaciones. Sargento que lanza barro (21). Arresto por escribir carta a un oficial llamándole de tu, además los cadetes veteranos le insultaban, y desde entonces lo arrestaron más (23) Un alférez que hizo correr a la compañía justo cuando se iban de permiso de fin de semana (13:690-3) Hacer flexiones por equivocación (14:93-103 / 17:198-200). Obligación de besar la bandera en la jura (15:208) Obligación de cuadrarse ante mando de civil fuera del cuartel (15:401). CAIMANES en las COEs; que consisten en cumplir órdenes humillantes (17). Probar durante la última semana un traje NBQ, nuclear-químico- bactereológico, que tenían que llevar todo el día, cosa muy dura; un compañero desarrolló claustrofobia (17:294-309) Cursos a militares de todo el mundo durísimos, sobre como aguantar ser prisioneros (17:521-37). No incentivan, sino que siempre destacan las cosas negativas (17:269) Miedo de hacerlo mal en la jura y que fueras castigado (24:211) Agresiones. Alguna colleja (21). Si fallabas en la instrucción legionaria, te daban un golpe en el pecho donde se lleva la medalla (30:860). Chusqueros daban "pechadas" (4:1364-89). En cuerpos de elite cae alguna hostia (4:1505-15). Poner en peligro la integridad física de los soldados. Un sargento que obliga a formar de noche sin botas, algunos cogieron una pulmonía (31: 372-402). Dos horas formando durante la instrucción a pleno sol (22). Poner de conductor a uno que tenia fobia a conducir (26:211- 25) No dejar poner el _ durante les guardias a pesar del frío (13:265). Hacer limpiar un castillo muy sucio, a soldados les salieron erupciones (15:22-29). De 17 personas, sólo acabaron 12 en el cuerpo operativo de las COEs (17:168) Muchos compañeros de COEs acabaron con problemas psicológicos por culpa de la dureza (17:223-7) Conductor de TOAs cuando sólo hacía 2 días que tenía el carnet (24:62). Desfallecimientos. Dos legionarios se desmayaron del calor durante la jura de bandera (30:89-91), en maniobras (14:139) , o haciendo colas (1:175-80).
Irregularidades de los mandos en perjuicio de los soldados. Pedir a un soldado si le puede traer un refresco (26:31-44). Mandos que se emborrachan. (6:913-60 / 18:508-10) Malversaciones. Un sargento se quedaba con los picos de la paga de los soldados (31:372-402) En cocina; (26:197-205 / 34:565), apuntaban 150 y sólo comían 40 (15:175-233). Negocio de las fotos de la jura (15:212) Un mando se quedaba las pelas de los sueldos de los soldados, y llevaba putas al cuartel (15:332). Trapicheos con las facturas de la comida (18:611) Encomendación de tareas extramilitares. Limpiarle la habitación a un mando (5: 872-900). Llevar de compras a la mujer de un mando (21). Hacer cenas particulares y limpiarle el coche a un sargento (18:626-35). En un cuartel de caballería la tropa no podía montar, pero tenía que ayudar a la familia del comandante cuando ésta montaba (10:837-847).
Repercusiones de las arbitrariedades para los soldados.
Repercusiones de la dureza. Intentos de suicidio por la dureza de los mandos, con la ayuda del cetme (31: 321-348). Muerte de dos soldados encarcelados en una garita (31: 285-302). Bajas a causa de la dureza física (2). Indefensión. Por culpa del "conducto jerárquico"(26:182-96). En caso de arresto, no hay nada que hacer (18:558). Indefensión total (24:362).
E. ABUSOS ENTRE SOLDADOS
Obligación de aguantar agresiones de los veteranos. Abuelos obligaban a pollos a taconear delante de los padracos para que se quemasen (9: 541-61 / 8:565) Robarle al novato a la más mínima (16:54) Capadas de gorras (8:646-666 / 22 / 21 / 1:484-95 / 2:502 / 13 / 16:477 / 24:149 / 27:201). Capadas de botas. (26:695-712 / 11:327). Capadas de ropa (11:327 / 13) No taconear (16:481 / 27:201 / 34:469-91) Obligarte a poner el pie hacia atrás en posición de firmes (13:467- 70 / 15:416-24) Amenazas de veteranos si no hacías lo que te decían (13:484-6)Exceso de novatadas al novato tonto (22). Siempre recibe el recluta solitario y bonachón (20:384). Dos veteranos extorsionaron al tonto de la compañía, haciéndole pagar protección personal (26). Al mismo chico, etiquetado de afeminado, lo humillaban simulando que le penetraban con un torpedo (26).Obligar a invitar a un chupito (1:514-21) No poder llevar, los novatos, portanavajas (27:201). Pedir 5 duros para comprar una pelota de ping pong, y si no la dabas, te insultaban (15:191) Extensión de las agresiones light. Bromitas de veteranos a novatos, y de los novatos entre ellos (26:390-423)
Obligación de conceder derechos a los veteranos. Sólo los veteranos podían llevar los bols en el bolsillo (15:468 / 34:469-91) Escaquearse en las guardias conjuntas, ponerse a dormir en sus turnos (15:265). Obligar a los quintos a quitar las manos del ceñidor (21). Dar un cigarro (2:502-13) Llevar la gorra con la visera hacia arriba (13:514-8). Llevar el portacubiertos en el cinturón (13:493-7). Veteranos con pollos a su servicio No abusaba de ellos, sólo tenían que invitarle a yogur (9:726-61). Tenia novatos en propiedad, y les hacía bromas (4:924-1109).)
F. PRIVILEGIOS DE VETERANÍA
Privilegios. Más pases de horas (31:236-9). Colarse en los comedores (4:851-905 / 11:400-12 / 12:355 / 34:469-91). Ocupar la pista de fútbol (11:400-12). Mandar a los novatos (8:255- 6).Obligar a unos pollos a llevar una manguera por el veterano (8:740-83). El mecánico veterano no hacía nada (22). Van más relajados y novatos pringan más (21 / 11:241 / 13:464 / 13:530 / 12:364). Novatos no paran de limpiar (27:140). Novatos hacen más imaginarias. (20:101-4 / 11:237 / 13:524 / 15:479 / 16:230) Peores horarios de guardias (18:682) Sentido. Acabas aceptando privilegios de veteranía, aunque al principio estés en contra, pero sin las novatadas (16:45 / 34:469-91 / 12:334-8). Gente se intoxica de la mentalidad abusadora (13:487-90) Cadetes veteranos. Estar más cerca de TV, escoger canal, escoger servicios, distinto lugar en la barra del bar, prioridad al teléfono (23). Cabos. Escaqueos constantes de los cabos primeros (9:598-607). Bajo la protección y organización del cabo, se denunciaba al sargento el novato que se escaqueaba demasiado (18:382).
G. NOVATADAS
No verlas directamente (11:355-60 / 18:346-9) No haberlas en las COEs (17:203) Los mandos las evitaban (15:124 / 16:450-60 / 18:344)Son una tradición (24:464 / 27:199) - Enviarte a otra compañía a pedir cosas absurdas (31:193-199), como fundas para los fusiles (18:358). Espumazos (o cagada de la paloma); con la colaboración de los cabos primeros y de algún sargento (31: 435-450), algún soldado sólo espumaba a los compañeros de quinta (31: 452-455), era algo aceptado, una broma (9:502-527 / 5:535-58 / 8:529-36 / 22 / 12:379 / 13:450). Poner un huevo (15:429). Hacer formar, y el veterano imitar a un mando (29:491). Paseíllo con candados en las fundas de cojín (18:346-9). Tirar a los quintos de la litera cuando dormían (31: 458-93 / 11: 360-8 / 15:437). Plegar las camas. (3:267-84). Atarte a la cama (16:450-60). Lectura de los mandamientos de los wisas. (4:769-96). Obligar a correr a los novatos por la noche (3:267-84 / 11:370-9).Tirarte heces mientras defecas (3:798-813). Tirarte un cubo de agua fría en la cama (3:798-813 / 16:450-60). Hacer fotos a uno que tenía diarrea (30:1212-24). Estar dos horas dentro de una piscina sucia, en los BOEL (30: 596-638). Paseito de los patos. (9:502-527). Tirar el gas del encendedor para despertarlos (9:502-527). Mearse en la cama de otro (9:632- 7). La jura del gayumbo (calzoncillo) (5:493-549 / 3:815-30). Jura de la fregona (2: 502-13). Pegar en las piernas con una escoba mientras se duerme (21). Mearse en las botas del novato (también entre novatos) (21). Petar las taquillas (20:284-350). Ducha fría a media noche (20:284-350). Pegarte collejas (11:370-9). Pegar con unos guantes de boxeo, en medio del patio, a quien se acercara (26:695-712) Obligar a un quinto a que cante (32) El abuelo hace que el padraco vaya a por el quinto pero luego protege al quinto (33) Rebanar botas (10:198-234) Ensuciar con betún (10:283-320). Sentimiento al padecer las novatadas. Se hace piña y te lo tomas a risa (9:502-527) Primero te lo hacen, luego lo haces (8: 588-90). Miedo nocturno a las novatadas (8 y 9: 639-43) Chivato es mal visto (8:24-29). Si no se hacía caso, se cansaban, si te quejabas, iban a por ti (13:456). Como que éramos pocos, había que comprender las novatadas (10:653-654)
H. PELEAS
Con civiles. Legionarios se peleaban en la ciudad con el primero que se les cruzaba (30: 1212-24). Peleas en las discotecas (22). En Zaragoza, peleas en las discotecas porque a alguien se le va la mano con las chicas (21). Enfrentamiento con una manifestación de insumisos; se agradecía porque era un poco de movimiento, y pegabas porque no te querías dejar pisar (16:266-80). Entre secciones. Peleas en los bares de Ronda entre la USAC i BOEL (30: 536-61). Pelea comenzada por dos y apoyo gregario de todo el cuerpo, a pesar de ser dos soldados "problemáticos" (26:530-69). Los PM, por sus privilegios, eran conocidos como "las barbies" (16:430- 45). Solidaridad del endogrupo por encima de todo, incluso de lo que parece justo, en las COEs (17:477).
I. CONFLICTOS JERÁRQUICOS ENTRE SOLDADOS
Entre novatos y veteranos. Condena a ostracismo a un chivo que acusó a abuelos de haberle hecho novatades (9:707-801). Algunos novatos amenazaban a los veteranos que se pasaban (9: 667-83). Según la putada, quizás este soldado se hubiera chivado (9: 830-57). Se dejaba capar sólo por los veteranos de confianza, de los otros pasaba (8:689-94). Los veteranos te dejan si les plantas cara (22). Rebotada con los veteranos que querían que se quitara las manos del ceñidor (21). Peleas (26:530-69). Quejas de los novatos por el abuso en la asignación de guardias, y los mandos intervienen puntualmente, pero luego vuelven los privilegios (12:219- 25) Hacer lo que te dicen los veteranos para evitar la polémica (15:416-24) Si te rebotas, te pueden apuntar alguna falta durante la formación (27:137). Entre veteranos y gente mayor con estudios. Un primera pegó a un soldado novato que tenia 28 años y era abogado, y los otros se lo reprocharon (9:915-38). Entre soldados y mandos. Mandos que se asustaban frente a ciertos soldados especialmente conflictivos, y los trataban desproporcionadamente bien (26:373-388). Disputas nacionalistas. Entre catalanes y aragoneses (11: 449, 727). Entre veteranos y novatos cabos. Fricción entre los privilegios de veteranía y de rango, se impone el rango después de confrontación y amenazas (12:243-57 / 10:1163-1168). Entre cabos. (12:320). Entre mandos. Entre el típico chusquero de 50 años y el alférez universitario de 25 años (15).
J. SEXISMO CONTRA LAS MUJERES MILITARES
Cachondeo con las mujeres soldados, incluso si no eran muy guapas (22). Un sargento borracho se metió con una camarera, y, después de queja, acabó arrestado (23). Decir que las mujeres son "verde con bultos", en cachondeo (4:1121-44). Se reían de las mujeres mando, no las trataban con respeto(26: 683-92 / 13:375-80).