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¿Un paso mas hacia la prohibición de las bombas de racimo?

Written by Centre Delàs on . Posted in Armamentisme

Conclusiones de la Conferencia de Viena para la prohibición de las municiones clúster.
Materiales de Trabajo, núm.33 (febrero 2008).

 

Entre los días 5 y 7 de diciembre se celebró en Viena la III Conferencia Internacional para la Prohibición de las Bombas de racimo. Es el tercer encuentro de este tipo, tras el de Oslo y el de Lima y finalizó con cierto éxito y con un fuerte consenso en los temas de asistencia a las victimas, limpieza de las zonas afectadas, destrucción de stocks y cooperación y asistencia internacional.

La sociedad civil participó a través de la CMC (Cluster Munition Coalition), que incluye cerca de 200 ONG de unos cincuenta países. En el estado Español, Justicia y Paz-España, la Fundació per la Pau, Greenpeace, el Moviment per la Pau, y la Comissió Catalana d’Ajuda al Refugiat unieron esfuerzos, asistiendo como una única delegación, para tratar de llegar a un consenso sobre la prohibición de este armamento. El Centro Delás estuvo presente en la conferencia, como representante de Justicia y Paz-España, en la campaña española por la prohibición las bombas de racimo.

Previamente a la conferencia se llevó a cabo el Foro Internacional de la CMC, donde representantes de Naciones Unidas, la Cruz Roja y diversas ONG que trabajan con las víctimas, remarcaron la necesidad de que el tratado dé la importancia que merecen a los artículos de índole humanitaria. La CMC concluyó su Foro con optimismo, basado en las leyes que están surgiendo en diferentes países (Austria y Bélgica, por ejemplo) con la intención de prohibir las bombas de racimo.

Durante el primer día de la Conferencia de Viena se discutió especialmente sobre el artículo de la propuesta de texto del futuro tratado de prohibición de las bombas cluster que hace referencia a la limpieza y destrucción de submuniciones que quedan en el terreno una vez lanzadas las municiones de racimo. Los países se comprometieron a limpiar las zonas contaminadas para que vuelvan a tener un uso civil con la mayor brevedad posible. En este punto se rompió el consenso al hablar del plazo disponible para desarrollar esta tarea. Teóricamente, este periodo sería de cinco años a partir de que el tratado entre en vigor, pero países como el Reino Unido lo encuentran demasiado corto. Finalmente, la sesión concluyó con el anuncio austriaco de la aprobación de una ley que prohíbe la producción, uso, transferencia y almacenamiento de estas municiones en su territorio. Aunque este país no es productor de bombas clúster, sí que tiene en stock y esta ley le obligará a destruirlos, transformándose en un buen ejemplo para otros muchos países.

El segundo día de la Conferencia de Viena fue el más denso e importante. La definición de las bombas de dispersión y su prohibición generaron un gran debate. Algunos países, como por ejemplo Alemania, Francia, Reino Unido y los Países Bajos, cuestionaron el texto de la Declaración de Viena, intentando diferenciar entre bombas de dispersión malas y buenas, ¡como si esto fuera posible! Para ello se basan en sus características técnicas, en criterios de fiabilidad y precisión, aceptando, eso sí, un porcentaje estadístico de error. Esta diferenciación fue rebatida por un informe presentado por la CMC, elaborado por un grupo de investigación armamentística noruego donde se demostraba, con datos provenientes de las bombas de dispersión utilizadas en Líbano, que estos mecanismos de auto destrucción en realidad no son fiables. Parece que una conclusión de la conferencia puede ser que en caso de haber alguna excepción a la prohibición de todas las bombas racimo, el criterio aplicado será que no causen un daño inaceptable a la población civil, una cuestión inaceptable, desde un punto de vista humano, porque, ¿acaso hay algún daño aceptable a la población civil ocasionado por cualquier tipo de arma? Parece ser que para los productores y los militares que usan estas municiones, hay un número de vidas humanas que vale la pena que se pierdan por la salvación de las bombas clúster. No cabe la menor duda de que, cuando hablaban de aceptar un margen de ineficacia del uno por ciento, no se referían a que las muertes y mutilados civiles provocados por el uso de las bombas de racimo mejoradas tecnológicamente fueran conciudadanos suyos.

Finalmente, hubo más consenso con respecto a la importancia de la asistencia a las víctimas que el uso de este tipo de armas produce, una reacción previsible de los países productores, que se sienten responsables de la ayuda a las víctimas que producen las bombas que no quieren dejar de producir y usar.

Aún así, el último día la sensación de optimismo era palpable, tanto por parte de los estados promotores como de la CMC. La Conferencia de Viena se cerró con un aumento espectacular de la participación estatal (en total ciento treinta y ocho estados representados) de los cuales cerca de cien ya se han involucrado en el proceso. África, con 53 países representados, pidió la prohibición total de las municiones de dispersión, sin excepciones.

Los veintiún países presentes de América Latina, liderados por Argentina y México, pero con la importante ausencia de Brasil, productor de estas municiones, estuvieron muy cerca de presentar una posición común próxima a la demanda de la prohibición total. También mantuvieron su deseo de hacer realidad la propuesta que ya hicieron en la segunda conferencia, de Lima, de hacer de su región una zona libre de bombas de racimo.

Una vez más, los estados occidentales fueron los que más problemas pusieron al proceso. Los países productores (con el liderazgo del Reino Unido, Alemania y Suiza) centraron sus discursos en necesidades militares, sin enfocarlo desde la perspectiva humanitaria. Estados Unidos, como se esperaba, no asistió, tal y como ocurrió con otros grandes productores mundiales, como es el caso de China y Rusia. En último lugar hay que destacar que la región de Asia y del Pacífico ha aceptado casi totalmente la prohibición, pese al posicionamiento de Japón, que al ser uno de los productores mundiales, ha optado por una postura similar a la de los países occidentales.

La CMC se mostró envalentonada. Su coordinador, Thomas Nash, afirmó sentirse más seguro que nunca respeto a que en 2008 se firmará el tratado. Según Nash, ya no hay marcha atrás. Ahora la mirada se dirige a Wellington, dónde el proceso continuará el próximo febrero con negociaciones que se espera que concluyan en Dublín, en mayo, y con la ceremonia de la firma en Oslo, antes del fin de 2008. La cuestión por resolver es si se tratará de un tratado que salve vidas humanas o, si como pretenden los países productores y sus asesores militares, salvará las bombas de racimo.

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