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Un nuevo día para el Kurdistán

Written by Blanca Camps Febrer on . Posted in Conflictes i guerres

Artículo publicado en La Directa

Suele oírse aquello de “primavera árabe, verano kurdo”, en alusión a las revueltas que en 2011 hicieron caer dictadores como Ben Alí o Mubarak. Pero esta primavera podría ya traer cambios para el pueblo kurdo.

El 21 de marzo, día del año nuevo kurdo o Newroz (literalmente, el nuevo día), Salahettin Demirtas, co-presidente del Partido para la Paz y la Democracia kurdo (BDP), leía el llamamiento a un alto al fuego unilateral escrito por Abdullah Öcalan.

Öcalan es el líder histórico del PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán), fundado en 1978 y que, más que un partido, ha sido para muchos la revolución social, cultural y para la liberación de la mujer del mayor pueblo sin estado: el pueblo kurdo.

El sábado 23 de marzo, la Comandancia Militar del PKK corroboraba la tregua. El PKK no actuará más dentro de las fronteras turcas y se replegará a las montañas del Norte de Irak, a Irán y a Siria. Öcalan llamó a los pueblos turco, kurdo, circasiano y lacio; a asirios, árabes y armenios, a unirse en un “nuevo país libre, democrático e igualitario”.

Una Declaración con trascendencia

No es la primera tregua que proclama el PKK desde que en 1984 se levantase en armas contra el estado ultranacionalista turco. Este anuncio, sin embargo, es el primero que se ve apoyado por el mismo gobierno turco y frente al cual el ejército no ha contestado con la continuación de combates y represalias contra las bases del PKK en las montañas de Qandil.

Además, esta declaración se hace pública después que en otoño del año pasado se iniciasen negociaciones entre los servicios secretos turcos, Öcalan – encarcelado a perpetuidad en la Isla de Imral -, y otros líderes del movimiento kurdo en Turquía y Europa. La Declaración, pues, no surge del revisionismo o agotamiento ideológico de un líder en la cárcel, sino de un extenso ir y venir de contactos y discusiones más amplias.  

Las negociaciones se iniciaban después de un verano especialmente cruento y lleno de combates, y con una frontera turca sur muy inestable por la guerra civil en Siria. En 2009 ya había habido intentos de negociar, pero sin resultados. Actualmente, el poder del AKP (Partido de Justicia y Desarrollo) y, en concreto, del Primer Ministro Recep Tayyip Erdogan, es mucho más fuerte e indiscutible y eso evita los sabotajes a las negociaciones que desde el ejército, desde grupos armados de derecha ultranacionalista o hasta de disidentes del PKK habían marcado cualquier intento de acercamiento hasta ahora. El ultranacionalismo kemalista, antes hegemónico en el llamado ‘estado profundo’ turco – entramado de influencias y poderes ocultos en todos los ámbitos, económico, militar, judicial, etc. – ha sido desplazado por los partidarios del AKP o, en cierta medida, también por un antiguo aliado espiritual y enigmático, Fetüllah Gülen, un clérigo conservador que vive en Estados Unidos mientras extiende su influencia por Turquía y los países de Asia Central.

Erdogan parece haber entendido que necesita negociar para conseguir estabilidad interna. Pero hay otras razones menos altruistas. Según declaraciones del propio Erdogan, no vería con malos ojos aspirar a la presidencia de Turquía. Podría buscar pues, reformar la constitución para otorgar más poderes al cargo de presidente. Hasta ahora el PKK y su rama política, el BDP, se muestran a favor de un régimen parlamentario, pero no se descarta que el apoyo de los 29 diputados del BDP sea parte de la negociación del proceso de paz.

Autonomía, derechos y final de la represión

Las demandas más claras del movimiento kurdo son el reconocimiento efectivo de su pueblo, con sus derechos lingüísticos, culturales y políticos. Esto pasa por elevar el estatus de la lengua kurda a nivel institucional y educativo, pero también por redefinir el concepto de ciudadanía en el estado turco. El PKK, al igual que el BDP, tiene como demanda central una autonomía política -federal o autonómica- y una descentralización de la toma de decisiones, que actualmente se concentra en Ankara. Otra demanda esencial es el final de la represión y la liberación de los más de 9.000 prisioneros políticos actuales, entre ellos abogados, miembros de la sociedad civil, cargos institucionales kurdos o periodistas.

Los pasos de un posible proceso de paz

Un primer paso de la tregua sería el abandono por parte del territorio turco los guerrilleros kurdos. Esto supondría terminar la confrontación y hostilidades dentro de las fronteras turcas, pero no incluye pasos respecto a las milicias del PKK en Irak o del PJAK en Irán. De hecho, una de las teorías que circulan asegura que la UE y Estados Unidos avalan el proceso porque desplazaría el foco del conflicto hacia Irán y debilitaría internamente la tan odiada República Islámica.
Posterior a la salida de los guerrilleros, el siguiente paso será estrictamente político y consistirá en negociar las reformas legislativas necesarias y en definitiva, una reestructuración del Estado turco que desde el Tratado de Lausana de 1923 ha negado sistemáticamente los derechos del resto de pueblos que habitan dentro de sus fronteras.

Para que el proceso de paz pueda avanzar, sin embargo, será necesario un cambio de mentalidad muy profundo en Turquía. La llamada a una tregua y a "un nuevo combate sin armas" no ha sido bien acogida por una parte de la población que ha crecido con el bombardeo permanente de la propaganda ultranacionalista y anti-kurda. El MHP, partido ultranacionalista turco, se opone totalmente a las negociaciones, mientras que el CHP, partido socialdemócrata, se queja simplemente de no haber sido incluido en el proceso. Y es que Erdogan no parece querer incluir el Parlamento en el proceso, sino que propone un etéreo grupo de sabios que controle de manera consultiva el proceso y aporte su visión erudita.

El alto y continuado nivel de represión no hace presagiar un verdadero compromiso con la paz por parte del gobierno de Erdogan, pero quizás las circunstancias políticas y los intereses internos y regionales favorecerán ciertos avances en un estado turco todavía centralista y etnocéntrico. En todo caso, como dice Öcalan: "no es el final de la lucha, es el inicio de una lucha diferente".

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