Ejército de Cataluña: ¿una necesidad objetiva?
Desde que una Cataluña constituida en Estado ha pasado a ser algo más que una utopía de algunos y es una opción factible para una mayoría, una de las cuestiones sobre la mesa es qué forma debería tener este Estado y, entre otras cosas, si dispondría de un ejército.
Uno de los argumentos a favor de la creación de unas fuerzas armadas es que todos los estados normales tienen ejército, y que en el mundo actual uno no se puede permitir renunciar a él ya que se arriesga a ser atacado por un Estado extranjero o alguna amenaza más nebulosa como el terrorismo internacional. Sin embargo, ¿podemos afirmar que el ejército es la mejor defensa para los ciudadanos cuando durante el siglo XX ha habido seis veces más muertes causadas por el propio gobierno que por uno extranjero?1
Los defensores del ejército sostienen que en el mundo no existe ninguna autoridad superior que regule el comportamiento de los estados y por tanto estos tienen que mirar para sí mismos y maximizar su seguridad en un entorno anárquico (Naciones Unidas es normalmente vista como insuficiente en el mejor de los casos, o como un instrumento de los Estados Unidos en el peor). Los argumentos pacifistas son muy bonitos dicen, pero son “idílicos y debemos tener los pies en el suelo”. Esta perspectiva nos repite que, “nos guste o no, el mundo es así y tenemos que adaptarnos para sobrevivir”.
¿Pero realmente el mundo es así? ¿Es esta dicotomía entre realismo/idealismo totalmente acertada? ¿Es la seguridad una situación objetiva que puede ser demostrada a través de hechos empíricos? Por supuesto –dicen los llamados realistas, y para esta finalidad crean centros de inteligencia para recoger la máxima información sobre el enemigo y desarrollan estrategias para combatirlo en la guerra. No obstante, aunque la Historia según ellos les dé la razón, podemos defender argumentos pacifistas no más utópicos que los suyos. Es cierto que vivimos en un mundo donde hay peligros; siempre hay el risco de ser atacados por alguien o alguna cosa. Ahora bien, como priorizamos estos peligros y, sobretodo, de qué manera los afrontamos, no es algo que se pueda justificar a través de la experiencia y la observación de la realidad, sino que se basa en decisiones políticas y supuestos de determinada interpretación del mundo, aunque no siempre seamos conscientes. Todas las teorías tienen una motivación política detrás o, en otras palabras, todas las teorías son para alguien y para alguna finalidad.2
Es importante tener en cuenta que no deberíamos menospreciar el debate teórico para centrarnos en “los hechos” ya que, en cierta forma, la teoría es práctica. La teoría es un tipo de lentes a través de las cuales observamos el mundo, dando más importancia a unas cosas y restando a otras, y en función de esta interpretación actuamos. Por tanto, no es que los militaristas se ajusten más a la realidad que los pacifistas defendiendo la necesidad de un ejército, sino que considerando los estados como el principal referente de la seguridad y viendo el mundo como un entorno conflictivo, la conclusión es que unas fuerzas armadas son necesarias. Sin embargo, también podemos sostener que el objeto de la seguridad no tiene que ser el estado, sino el ser humano, o la comunidad política, o la humanidad, o el planeta Tierra. No se trata de ser más objetivo o menos, sino de tomar una decisión ética/política que tendrá consecuencias reales a través de nuestra forma de actuar.
La memoria (o la narración de la Historia) es fundamental en la reificación de determinada visión del mundo. No es casual que muchos historiadores militares defiendan la necesidad de tener un ejército si la Historia es vista como una sucesión de guerras y batallas, de la misma forma que algunos historiadores marxistas que interpretan el pasado como una lucha de clases defiendan la centralidad de la lucha obrera. Un caso paradigmático son los ataques del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington. El hecho que dos aviones fueran estrellados en dos torres del centro de Manhattan y un tercero en el Pentágono no lleva necesariamente a la conclusión que se trata de una guerra del Islam contra Occidente, tal como la administración norte-americana del momento, algunos medios de comunicación y el mismo Osama Bin Laden lo interpretaron. Por tanto, es primordial ver come esta representación de los ataques permite llevar a cabo guerras en el otro lado del mundo y limitar las libertades en los países llamados occidentales en nombre de la seguridad.
La seguridad entonces, se puede entender no como un hecho empírico, es decir, algo que existe de forma objetiva, sino como una construcción hecha a través de determinadas narrativas que otorgan un significado particular a ciertos acontecimientos. La seguridad entendida en términos militares y focalizada en el estado es la opción actual, pero hay otras mucho más viables, como por ejemplo la seguridad humana. Esta idea ha sido recientemente tratada por Tica Font y Pere Ortega en un artículo donde repasan la evolución entendida militarmente a un enfoque centrado en el ser humano, donde el objetivo no es solo la protección contra la violencia física, sino también contra todas aquellas amenazas como la pobreza, las epidemias, la inestabilidad, etc. que limitan el bienestar y la dignidad de los individuos.
Por tanto, un ejército catalán no es una necesidad, sino una decisión política producto de una interpretación no por tradicional menos desfasada, y donde es probable que haya otros intereses.
1Rummel, R.J. (1994) Death by Government. New Brunswick: Transaction Publishers.
2 Cox, R. (1981) “Social forces, states and world orders: beyond International Relations theory”. Millennium: Journal of international studies. Vol. 16 (3), pp. 126 – 155