Los drones en el ensamblaje mundial de la excepción
421 en Pakistán, casi 180 en Afganistán, alrededor de 120 en Yemen, unos 18 en Somalia: son el número de ataques confirmados llevados a cabo por drones, aviones remotamente tripulados, según The Bureau of Investigative Journalism. Capaces de sobrevolar durante horas un mismo territorio, estos “ojos que no parpadean” hace tiempo que trascendieron su mera condición de arma para pasar a representar la idea matriz que articula la lucha contrainsurgente de la administración Obama. Las grandes campañas militares están quedando paulatinamente atrapadas por esta “dronificación” de los esquemas de la guerra, que ahora tiende a expresar su violencia en forma de descomunales programas secretos de asesinatos selectivos. Con los drones se produce un movimiento que desplaza algunas de las cuotas del poder soberano del ejército a la Central Intelligence Agency (CIA), a la que se ha conferido la tutela del programa dron. La CIA es la encargada de seleccionar los objetivos, clasificarlos según el nivel de amenaza atribuido y planteárselos al presidente Obama en una reunión semanal, en la que espera recibir la autorización correspondiente para proceder a su eliminación. Pero, contrariamente a lo que se suele pensar, la CIA no es el único sector de la inteligencia estadounidense inmiscuido en este tipo de operaciones: la National Security Agency (NSA), cuyas prácticas ilegales fueron el principal blanco de las revelaciones de Edward Snowden, colabora estrechamente en la confección de los objetivos.